Aiden
—Hola, Aiden —me dijo una voz dulce y que yo muy bien sabía reconocer. Bajé la mirada hacia ella y le regalé una sincera y cálida sonrisa, de esas que Maddie (a diferencia de muchas personas que conocía) me daba.
—Hola, Maddie —dije con fingida tranquilidad.
No lo podía negar, me ponía nervioso apenas oía que la nombraban. Ella era de esas chicas que parecen engreídas, pero que, cuando las conoces, te das cuenta de que tienen un enorme corazón, y creo que por eso me gustaba tanto. Era la primera que no me trataba igual que las demás personas.
—¿Te gustaría ser mi compañero?
No hacía falta pensar una respuesta, la palabra «sí» salió de mi boca y la vi sonreír otra vez, satisfecha y contenta. Yo también me alegraba de ser su compañero en la temática «chico y chica» de la clase de educación física. De todas formas, si ella no venía a pedírmelo, yo iba a ir hacia ella por más nervioso que me pusiera. Maddie me gustaba mucho y, si todo iba a bien, podíamos llegar a ser algo más.
—Entones... ¿cómo has estado? —preguntó.
Esa era otra cosa que me atraía tanto; casi nadie de mi misma edad me preguntaba cómo era que estaba. Ni siquiera mamá... pero claro, eso era porque a esa mujer yo no le importaba nada.
—Bien —mentí.
—¿Qué te pasó en el ojo?
—No es nada.
—¿Cómo que no es nada? —replicó.
Si ella supiera otra vez que el idiota de su exnovio y sus amigos me arrinconaron en la entrada para darme una paliza, me diría que lo mejor sería que no volviésemos a hablar y así ellos dejarían de molestarme, como pasó la otra vez. Por poco pierdo su amistad, no iba a decirle lo que en realidad había pasado porque sabía que su sugerencia volvería a hacer presencia.
Su mirada recelosa me incomodó.
—Intentaron asaltarme en la mañana y así quedé —señalé mi rostro, esperando que se tragara mi mentira—, pero no pasó nada más. No me robaron nada.
Si le decía la verdad, Maddie no tenía por qué ponerse en el papel de chica protectora, y mucho menos debía alejarme de ella para que no me hicieran daño. Esos chicos no tenían por qué salirse con la suya y su exnovio debía entender de una vez por todas que Madison ya no era nada de él y que podía estar con quien a ella se le diera la gana, pero no me iba a arriesgar.
Su boca me expresó su sorpresa ante la acontecido y le aseguré que estaba bien. No era nada de lo que no estuviera acostumbrado en esa escuela de mierda.
—¿Seguro vas a estar bien?
—Sí.
—Bueno... —Seguía recelosa, podía notarlo.
—No me crees —afirmé—. Lo digo de verdad, Maddie.
Meditó mi respuesta, parecía querer creerme y a la vez no.
—Bueno —dijo al final—. ¿Has hecho que te revisaran las heridas?
—Claro, no es nada grave.
Nos dieron la consigna y nos pusimos en posición para jugar. No era un completo fanático del deporte, pero sí me gustaba, a veces resultaba ser una distracción para mí. Esta clase era de las pocas que me gustaban.
—¿Qué has hecho el fin de semana? ¿Pudieron arreglar tu celular?
—No, al final no tenía arreglo —mentí, tenso—. Compraré otro cuando pueda.
—Dijiste que se le había roto la pantalla y querías que la cambiaran, que era solo eso.
—Sí, pero no tuvo arreglo.
—¿Y eso por qué?
Demasiadas preguntas. ¿Por qué tenía que indagar tanto?
La profesora volvió a hablar y agradecí la interrupción, no se me apetecía seguir mintiéndole en la cara. No presté atención a lo que decía y a los segundos volvimos a hacer lo que estábamos haciendo antes de que nos interrumpieran. Maddie pareció olvidarse de su pregunta y yo lo agradecí.
—¿Qué te parece salir uno de estos días? —propuso, y no pude evitar sonreír.
—¿Adónde te gustaría ir? —inquirí y le lancé la pelota.
—¿Me invitarías al cine? —golpeó la bola en un recibimiento perfecto.
La sonrisa se me esfumó, y bajé la mirada un par de segundos, distrayéndome y dejando que la pelota volara detrás de mí. Di la vuelta y corrí en su búsqueda.
Me encantaba la idea, quería sacarla a pasear y disfrutar de un bonito rato junto a la chica que me hacía sonreír cuando la tenía cerca, pero no podía permitirme hacer eso. Salir al cine me costaría bastante dinero, y entre todas las cuentas vencidas, el alquiler, la comida para todos los integrantes de la familia y los gastos generales que mi hermana y madre necesitaban al ser mujeres, una salida al cine sería gastar lo que no tenía, lo que no me sobraba.
Retomé la postura anterior y ella se preparó pare recibir la pelota.
—¿Qué te parece ir a un parque? Así podremos conocernos mejor —propuse, esperando que le agradara mi opinión.
Lo pensó, sonrió y luego asintió.