La Tristeza De Sus Ojos

Capítulo 9

Emma

Mi cara de sorpresa ante las palabras de Chad había sido la clara respuesta que él buscaba para su pregunta. 

No era verdad que Aiden y Maddie se habían besado. Chad lo inventó para saber si yo realmente miraba la pared o si miraba a mi compañero de clases. Me había quedado descolocada por un segundo cuando Chad me dijo que, por mi reacción, era claro que no miraba la pared. Lo cierto es que había una cosa que no me cuadraba… ¿Por qué él había emparejó a Madison y Aiden si Chad no sabía que ambos tenían algo?

No tardé en mirar a Kendall y darme cuenta de que ella ya le había ido con el chisme sobre esos dos. ¿En qué momento había sido? Yo le estaba comentando a mi prima sobre aquello hacía un rato, poco antes de que llegara su novio Chad. No me quedó otra posibilidad que pensar que ella le envió un mensaje comentándole.

Me daban ganas de retarla y decirle que lo que yo le contaba se debía quedar solo entre nosotras dos y que Chad no tenía por qué enterarse de lo que hablábamos, pero no iba a decirle aquello en frente de Chad porque eso dejaría más en evidencia que algún gusto diferente le tenía a Aiden a comparación de a los demás chicos. Ya me había encargado de dejarle en claro que Aiden no me gustaba ni me atraía (cosa que mentía en lo segundo), así que no estaba dentro de mis querencias contradecirme a mí misma. 

—No pongas esa cara, no tiene nada de malo que te parezca atractivo ese chico. 

—No estaba mirándolo —repetí. 

A su lado, Kendall esbozaba una sonrisa incómoda, por lo que supuse que no le agradaba que él estuviese metiéndose en esos temas. Lo que a mí no me agradaba era que me estuviera hablando. Parecía que Chad hoy me caía demasiado mal, y generalmente no era tan así. 

—Tu semblante solo refleja que te sigo cayendo mal.

—Yo nunca dije que me caes mal.

—¿Te caigo mal? —preguntó. ¿Le importaba acaso?

—¿Para qué quieres saber eso?

Puso cara de circunstancias y mentalmente rodé los ojos. 

—No lo estás negado —canturreó. 

—Pero tampoco lo estoy afirmando. 

—¿Por qué te caigo mal?

—No le caes mal, puede parecer que sí, pero a ella le agradas, ¿verdad, Em?

Miré a mi prima por un segundo y después me volví hacia su novio, el cual me sonreía amablemente, pero con una chispa de bromista pesado en sus ojos. No me gustaba que me molestaran y mucho menos que me repitieran preguntas que mi boca ya se había encargado de formular muchas veces; no era la primera vez que Kendall inquiría aquello frente a su novio. No sé por qué le importaba tanto que yo dijese que me caía bien, pero como no quería que después me cuestionara, simplemente tomé la opción de asentir con aparente convicción. 

—Me caes bien, Chad. 

Me escaneó con la mirada un par de segundos y aquello se me hizo eterno. ¿Por qué siempre tenía que ponerme tan nerviosa?

—Bueno —se encogió de hombros. La verdad no parecía importarle mucho si me agradaba o no. Solo era un chico molesto que al parecer estaba algo aburrido. 

El tema de conversación quedó ahí. No hablé mucho después de eso, en realidad, apenas creo haber dicho una palabra. Los tórtolos estaban hablando como si yo no existiese y, aunque a veces me molestara mucho, esta vez me parecía mejor. De vez en cuando miraba a Aiden de reojo, quien parecía estar sumido en sus preocupaciones escolares. Su mano se movía bastante rápido y me daba a entender que estaba apurado, o tal vez él escribía así y nada más. 

Mi cabeza se llenó de las voces de las diferentes yo, y cada una me decía que parara de mirarlo porque quedaba como una acosadora obsesiva. 

—Al parecer la pared está demasiado interesante y atractiva el día de hoy, ¿no te parece, Kend? —aquellas palabras captaron mi atención y sin querer lo observé. 

Kendall se rio levemente y le pidió que me dejara de molestar. 

—Lo siento, amor —se disculpó mirándola y luego la besó. 

Chad no parecía estar muy enojado después de que Kendall se negara a escaparse de la escuela para ir a su casa. Me alegraba que no lo hiciera porque, de haber pasado eso, mi yo valiente se hubiera despertado y hubiera tomado el control de mi cuerpo para caminar hacia él y aclararle los puntos y los requerimientos para ser un buen novio y no un patán. 

No respondí y aparté la mirada. El timbre sonó poquito después y me levanté de mi asiento mientras esperaba a que Kendall terminara de compartir saliva con su novio. Hice una mueca de asco y, cuando me resigné a seguir esperándola di la vuelta para irme sola. 

—Adiós, querida, me voy al doctor.

Demasiada azúcar para mis ojos. 

Salí de la cafetería.

—Parece que no se ven hace años —dijo un chico a mi lado y las mariposas de mi estómago empezaron a aletear.

Sonreí nerviosamente y asentí. 

—¿Qué clase te toca? —preguntó.

—Ahora no voy a ninguna porque me retirarán —la parte buena de tener miopía era que el oculista que me atendía, siempre me daba turnos durante el horario escolar y podía salirme de clases y volver a casa antes. 




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