Emma
Era viernes. La semana se había pasado volando, pero lamentablemente aún tenía que soportar las clases de este día. Era la primera hora de la mañana y ya quería salir corriendo a mi casa para refugiarme en mi cama. Estaba cansada porque Kendall me llamó cerca de las dos de la madrugada para decirme que tuvo una discusión con Chad, y como buena prima que soy, me quedé consolándola para que su llanto no se multiplicara y sus padres no se enteraran de que se sentía triste por un chico.
Chad en estos días estaba distinto, no era el mismo chico molesto de la semana pasada. Ahora estaba más calmado, más centrado en sus cosas y notoriamente triste. Se ve que el fallecimiento de su perro lo dejó bastante golpeado porque ahora su comportamiento había cambiado. Me caía mejor este Chad, para ser sincera. Pero no me agradaba su cara de niño triste todo el tiempo, sacaba mi lado empático más de lo que debía y comenzaba a extrañar que se riera de todo. Por más que no me llevara muy bien con él, no quería que estuviera mal.
El motivo de la discusión no estuvo muy claro. A veces, Kendall se explicaba mal, omitía algunos detalles y después se iba con temas del pasado, cosas que tampoco entendía y sentía que la cabeza se me iba a explotar de tanta información entreverada.
La primera clase del viernes no me tocaba con Kendall. Cambiaron el horario de todas las clases por no sé qué motivo y ahora empezaba mi viernes sola. Ni siquiera James estaba conmigo en la clase.
Solté un suspiro cuando la profesora entró a la clase y creí haber notado que me miró. Rogué para que no me dijera algo y me tapé la cara disimuladamente. Empezó con su aburrida materia y solté otro suspiro —esta vez de alivio— nada audible. Apenas empezó a escribir algo en la pizarra supe que tendría que copiar mucho y que nos dejaría la maldita tarea que arruina los fines de semana. Podía optar por no hacerla y decir que olvidé hacerla cuando el día de la materia volviera a tocar. A veces yo era un poco rebelde en ciertas cosas, aunque no tanto porque después me bajaban la nota y le tenía que explicar a mi mamá qué era lo que pasaba. Como siempre, le decía que la profesora estaba loca y que a todos nos había bajado la nota.
Típica excusa. Pero funcionaba.
Salí de la clase con dos hojas repletas de tarea. La maestra sí estaba loca si pretendía que hiciéramos todo esto. Caminé por los pasillos intentando dar con Kendall, pero no la vi por ninguna parte. Entonces, cuando vi a Maddie, el recuerdo de Aiden y ella besándose me golpeó en la cara como un balde de agua fría. El martes a la salida papá se retrasó y me tuve que quedar en el estacionamiento a esperarlo. Cuando me di la vuelta para ver quiénes estaban detrás de mí, a lo lejos los vi a ellos, intercambiando saliva como si no hubiera otro día en la Tierra. Sentí una presión en el pecho y supe que tenía que apartar la mirada, pero como a veces era una masoquista, me quedé con la vista pegada a esos dos. Claro que me dolió mucho. Al principio hice como si nada me pasara, pero después, cuando llegué a casa, me quedé sin ánimos de nada.
Al otro día de ese acontecimiento no vi a Aiden y ayer tampoco. No sé qué le pasaba, quizá estaba enfermo, pero algo en mí presentía que alguna cosa no andaba bien. ¿Estaba bien? No nos conocíamos mucho pero ya me preocupaba por él. Su personalidad era tan simple y amable que me generaba ese efecto.
Maddie me enganchó mirándola y sonreí falsamente cuando curvó una sonrisa en su boca. No me agradaba verla por lo que vi el martes, pero sabía que Madison no tenía la culpa de nada y que mis celos no podían hacerme odiar a una persona. Aiden y yo ni siquiera éramos amigos, no tenía ni siquiera el derecho de sonreírle falsamente a su chica. ¿Era su chica? ¿Ya eran novios o todavía no?
—Oye, Emma —me dijo Maddie y me quedé estática sin entender por qué me hablaba. Éramos compañeras de clase, pero casi nunca hablábamos a no ser que fuera por... no. En realidad, nunca hemos hablado.
—¿Sí? —analicé su rostro. Ya entendía por qué le gustaba a Aiden. Madison tenía una sonrisa despampanante y unos ojos verdes preciosos.
—¿Has visto o hablado con Aiden? —preguntó e inmediatamente fruncí las cejas.
—¿Por qué hablaría con Aiden?
Se encogió de hombros.
—Los he enganchado hablando muchas veces. Pensé que... no sé... que eran amigos. Le he enviado mensajes ayer pero no me responde. No me animo a llamarle porque no quiero parecer pesada.
—Yo no lo veo desde el martes.
Maddie se mordió el labio y miró hacia el suelo. Después me observó y pulió una sonrisa.
—Está bien, gracias —pasó por mi lado y se fue con su grupito de amigas.
Maddie y Aiden hablaban por mensajes. Sí, es algo que obviamente iba a pasar. De todas maneras, no me arrepiento de haberle dado el celular. Al menos daba una imagen buena al ofrecerle algo que necesitaba.
El beso entre ambos se repitió en mi mente una vez más.
Y yo que me preguntaba si él se había puesto celoso al preguntarme si Chad y yo éramos algo. Una inquisición muy estúpida de mi parte. Es obvio que Aiden se moría por Madison. La manera en la que la miraba era la manera en la que nunca me vería a mí. Él solo tenía ojos para ella. Ambos se gustaban y me veía venir la noticia de un nuevo romance en el instituto.