Emma
Las personas tenemos distintas maneras de reaccionar ante ciertas situaciones, y si yo hubiera estado en el lugar de Aiden, definitivamente habría hecho las cosas de forma distinta. Entendía que él no se sintiera bien, pero yo solo quería ayudarlo, quizá esperaba que me contara qué le pasaba, que confiara en mí pero, si no lo hacía, de todas maneras quería ayudarlo. Me resultaba algo vergonzoso lo que hace unas horas pasó. Que me dejara en el teatro, con la mandíbula hasta el suelo al decirme que no me metiera en los asuntos de los demás me dejó una imagen poco amable de él. Pero no podía hacer nada por más que me molestara. Su rostro de molestia antes de darse la vuelta para irse me dejó clarito que mi presencia para Aiden era una molestia, que prefería estar solo antes de tener que contarme sus dilemas personales.
Estaba molesta, tenía que admitirlo. Molesta con él pero más conmigo. Fue grosero lo que dijo sabiendo que mis intenciones no eran malas, pero en una cosa tenía mucha razón: no me tenía que meter en los problemas de las demás personas. Aiden no me consideraba su amiga, era claro que no iba a comentarme por qué lloraba cuando no nos conocíamos bien. Sí, fui buena con él muchas veces, pero al parecer eso no es suficiente para que alguien confíe en que no eres solo un metiche que quiere husmear entre los malos sentimientos de la gente.
Él me dijo una vez que sí tenía algo diferente de la gente del instituto, dijo que era mejor que esas personas. Pero evidentemente no bastaba para que se abriera conmigo.
Y aunque me molestara mucho, no podía hacer nada y tenía que respetar su decisión. Era un tema personal de él y solo a Aiden le pertenecía.
Ese mismo día las clases estuvieron pesadas. Nos dieron muchas cosas para copiar y bastante tarea en las demás materias. Compartí una clase con Aiden y prácticamente me dediqué a prestarle atención; él se veía distraído, estaba más adelante de donde yo me sentaba, pero se podía notar que algo no andaba bien. Varias veces le llamaron la atención por no prestar atención y, cada vez que eso pasaba, quería decirle a la profesora que cerrara la boca porque su estúpida materia no era tan importarte en ese momento como los problemas que él estaba atravesando. Me sentía más mal yo que Aiden, con él mi empatía parecía subir varios niveles más arriba de lo que ya estaba.
En un momento levanté la vista y vi que se levantó para entregarle una hoja a la profesora, y cuando se dio la vuelta para regresar a su asiento noté que su mirada estaba baja, pero aun así podía verse el moretón que traía en el ojo, el corte en el labio y las ojeras.
¿Será que su madre lo golpeó así de feo? De ser así, ¿por qué se dejaba? ¿Por qué no le ponía un alto?
Justo antes de sentarse, cuando tomó el borde del respaldar de la silla con su mano derecha, noté que la piel de sus nudillos estaba algo colorada, como si hubiera peleado con alguien recientemente. No recordaba haber visto esas marcas cuando lo encontré en el teatro, pero tampoco es que hubiera prestado mucha atención a sus manos, me había centrado más en sus lágrimas, en su rostro y en su actitud.
La profesora nos apuró para terminar el escrito y me concentré en hacerlo. No quería que me reprendieran por no apurarme. Tracé algunas palabras sobre los renglones y la voz de la mujer llamó mi atención. Hice como que escribía mientras mi oído hacía el esfuerzo de no perderse nada a causa de las charlas en voz alta que empezaron a armarse por parte de los chicos que terminaron el trabajo.
—¿Has estado durmiendo bien, Aiden? —preguntó la maestra.
Seguí escribiendo.
—Sí —respondió. No agregó ni una palabra más y supuse que estaría conteniéndose para no hablarle de la misma manera en que me habló a mí.
—Entonces, ¿por qué tienes tantas ojeras? ¿Y qué te pasó en la cara? ¿Por qué tienes golpes? ¿Qué ha pasado?
—No es nada. Intentaron robarme y me golpearon —contestó, pero yo sabía que eso no era verdad. Puede que no supiera la razón, pero estaba segurísima cuando decía que eso no era cierto. Ahí había otra cosa. Algo más grave. No es que diga que un robo no es grave, pero creo que estaba claro a dónde quería llegar.
—¿Estás seguro que solo es eso? Porque puedes hablar con nosotros si pasa algo. Me he enterado de que no has asistido a clase los últimos dos días.
Levanté la vista de reojo para ver que Aiden asentía. La bajé cuando la profesora me enganchó. Por suerte no me dijo nada. Su postura era demandante dado a que su entrecejo se mantenía fruncido y sus brazos estaban cruzados.
—Sí, pero fue porque no me encontraba bien físicamente. Pero no tiene nada que ver con golpes, ni nada por el estilo. Puede quedarse tranquila.
No escuché nada más por parte de la mujer, por lo que deduje que ya no hablaba más con él. Era eso o los chicos aumentaron más la voz y no me permitían escuchar las voces que me importaban.
Miré la hora de mi teléfono. Aún sobraban unos minutos para que el timbre sonara. Me paré para entregar la hoja y pasé al lado de él, poniéndome nerviosa al instante al regresar a mi mente lo que me dijo hace un rato. Me daba más incomodidad tener que darme la vuelta para regresar, porque eso quería decir que había una pequeña pero existente posibilidad de que cruzáramos miradas, y lo sabía porque yo claramente iba a echarle el ojo. Era una estúpida si seguía queriendo saber de él después de que fuera grosero, pero ser yo implicaba mucha insistencia, empatía y un toque de curiosidad.