Emma
Di tres golpes en el marco de la puerta del cuarto de mamá. Ella estaba sentada en la cama, leyendo unos papeles que seguro eran de la empresa.
—¿Puedo pasar? —le pregunté.
Levantó la mirada para verme y asintió con una sonrisa.
—Emma, es tu casa, no tienes que pedir permiso —me hizo saber.
—Bueno —dije simplemente, nerviosa por lo que iba a hacer.
Después de tener una charla seria con Aiden sobre lo que ha estado pasando entre nosotros en las últimas dos ocasiones que él vino a casa, quedamos en que, al tener ambos los mismos sentimientos empezaríamos a tener presente en nuestra mente que nuestro plan de conocernos no solo iría de la manera amistosa.
Todavía no podía creer que esto estuviera pasando. Hace unos tres meses atrás Aiden y yo no éramos nada. Ni amigos, ni conocidos. Y mañana, si mamá me dejaba, tendría mi primera cita con él. Me ponía muy incómoda y me daba vergüenza tener que preguntarle si me dejaba salir con Aiden, porque podía descifrar en su mirada que ella sabía que él me gustaba. Las madres tienen ese sexto sentido que detecta cosas que a veces nosotros, lo hijos, intentamos ocultar. Mi mamá una vez me dijo que no le ocultara nada en la vida, que siempre confiara en ella para todas las cosas, porque prefería saberlo de mí antes de tener que enterarse con el tiempo.
«Me voy a enterar. Puede que pase mucho tiempo para que lo sepa, pero de que me entero, me entero.»
Con las palabras de mi madre en mi mente, me atreví a decir:
—¿Te puedo preguntar... algo?
Me miró atenta.
—¿Pasó algo? —frunció las cejas, dejando a un lado de la cama el papel.
—¿Por?
—Porque estás rara.
—Ah... No. Es por lo que te tengo que preguntar, ma.
—¿De qué se trata?
—Es sobre Aiden —le conté. Esto era difícil. No sé por qué pero se sentía como si le estuviese confesando que me quedé embarazada del vecino de mi abuela y que el chico es trece años más grande que yo.
Elevó las cejas y ocultó una sonrisa.
—¿Te ha pedido que seas su novia?
Ya quería que llegara ese momento. Con Aiden estuvimos conviviendo más de lo normal, y en otra ocasión, Kendall habría reclamado mi presencia en los pasillos y en los horarios libres y en el horario del almuerzo, pero mi prima estaba fascinada por que yo conociera lo que es el mundo del romance. Y ahora que lo mencionaba, apenas me encontraba entrando por la puerta del universo de las cosquillas en la panza, las mejillas coloradas, las reacciones estúpidas por culpa de la presencia de un chico, y ya me quedaba claro que todo esto es mucho más complicado de lo que una vez pensé que sería.
Me costaba esto de hablar con mamá. Si papá estuviese aquí y me tocara pedirle permiso a él, seguro se pondría como loco, no en todo el sentido de la palabra, pero sí se pondría colorado y se quedaría callado.
—No, pero quiero salir con él... Mañana. Me ha invitado.
Se tapó la boca con las manos. Sus ojos mantuvieron algunas lágrimas y me mostró una sonrisa un segundo después.
—¿Vas a llorar?
Se rio.
—Es que no me esperaba que vinieras a decirme esto... Siempre eres tan tímida, tan reservada en tus cosas que no me la vi venir. Sé que te gusta porque sé cómo lo miras siempre que viene aquí a la casa, y también he notado que las dos últimas veces que vino él te ha empezado a observar más de lo debido. Pero no esperaba esto tan pronto.
—¿En serio? ¿Cómo haces para saber todo esto?
—Ay, Emma, tengo muchos más años y muchas más experiencias que tú. Son cosas que se ven.
Me sonrojé.
Se sintió bonito que mamá me dijera que enganchó a Aiden mirándome varias veces. Eso hacía que me sienta especial, que notara que sí le gusto.
Jugueteé con mis dedos.
—¿Puedo ir? —inquirí.
—Si fuera otro muchacho te diría que no. Pero como lo conozco voy a acceder. Ah, pero eso no significa que no quiera que tengas el celular prendido todo el tiempo. Y no quiero que salgan tan lejos de casa. Me tienes que mantener informada todo el rato de cómo van las cosas y no quiero que te pases de las ocho en punto. ¿Entendiste?
Le sonreí con emoción. Sabía muy en el fondo que ella iba a dejarme. Nunca fue tan celosa conmigo como lo era papá. Como dije, a él le habría dado un mini colapso mental o un infarto sentimental si se lo hubiese preguntado a él.
—¡Gracias, ma! ¡Te quiero! —la abracé.
Esto ameritaba que llamara a Kendall para que me diera algunos tips sobre estas cosas.
—¡Pero tendrás que hablar con tu padre de esto! Él te dejará ir porque yo te dejo y confío en ti y en que no harás nada raro, pero tienes que decírselo.
Me separé de ella para mirarla.
—¿Qué? —la miré con un atisbo de disgusto.