La Tristeza De Sus Ojos

Capítulo 35

Emma

Justo un momento después de salir del cine de la mano con Aiden, mamá me envió un mensaje preguntándome cómo iba todo, a lo cual yo le respondí que muy bien. La tarde iba de maravilla, la verdad, y cada que me ponía a pensar con detenimiento que él tomaba mi mano con delicadeza pero a la vez también con firmeza, me entraban los calores.

Me tomó de la mano por primera vez cuando mirábamos la película. No esperaba que hiciera eso, y creo que no esperarlo hizo del contacto algo más interesante. Esto era tan cursi, tan raro... Antes no me gustaban las cursilerías, y tal vez era porque las veía y no las podía tener, porque ahora todo el romanticismo me agradaba. Y seguía sin creer que esto estuviera pasando.

Doblamos por una esquina larga, y al llegar al final cruzamos la calle. Nos encaminábamos a un parque, porque Aiden tenía algo importante que decirme. Me llamaba mucho la atención la forma en la que dijo que teníamos que hablar sobre un tema, y no pude quedarme callada.

—¿Es sobre nosotros? —le pregunté, armada de valor y pateado la vergüenza.

Sin mirarme, sonrió.

—Cuando lleguemos lo vas a saber.

Misterio.

Cómo odiaba el misterio en situaciones como estas. La intriga se metía fácil en mi anatomía, pero no se desvanecía así como así.

—¿Después se te apetece tomar un helado? Mamá me ha dado dinero para que te invite —le comenté para no quedarnos en silencio. Toda esta salida era bonita pero también incómoda. Normal en la primera cita.

Sus ojos sobre los míos me hicieron entender algo. No quería que yo pagara.

—Emma, no quiero que...

—No —lo detuve—. Realmente te estoy invitando, quiero que tomes un helado conmigo. Y sí, yo pago. Y no, no te puedes negar —hablé con determinación y él soltó una risa divertida.

—Qué mandona eres, Emma. No te tenía de esa manera —bromeó.

—A veces puedo ser determinada.

Doblamos por otra esquina y, siendo la torpe que siempre fui, crucé sin mirar la calle. Justo un auto doblaba, y de no haber sido porque Aiden me tomó de la cintura y jaló de mí, habría terminado como Luke Howland, el protagonista de una novela que leí alguna vez. Aunque la diferencia es que a él lo atropelló un camión.

Pobre Luke.

La vergüenza coloreó mis mejillas de un tono rojizo. Alcé la mirada para ver su rostro y lo noté un poco nervioso.

—Tienes que tener cuidado, Emma. No quiero que te pase nada. Y tu mamá y tu padre, sobre todo su padre, me querrán matar y me echarán la culpa.

—Sí, perdona. A veces me pasa esto.

—Espero que siempre que salgas a la calle sea acompañada, porque de lo contrario podrían atropellarte.

—No te preocupes, no suelo salir sola a la calle. Muy pocas veces.

Sus manos ahora estaban a los costados de su cuerpo, ya ninguna de las dos me tomaba como antes. Y me decepcionaba. En el tiempo que su mano estuvo agarrando la mía me acostumbré demasiado al contacto.

Respiré profundo y me armé de valor. Dejé las vacilaciones de lado, y permití que mi mano izquierda tomara la tuya. Pensé que me miraría, pero a cambio de eso, solo sonrió sin mirarme.

Nos sentamos en una banca, alejados de las pocas personas que allí había. Aiden me miraba atento, con un poco de ansiedad.

—Ahora sí... ¿puedo saber de qué querías hablar?

—¿Quieres ser mi novia? —soltó bruscamente. Tan de golpe que no supe si escuché bien.

—¿Qué? —dejé escapar de mis labios, contemplando los nervios que se sienten cuando te están preguntando algo como eso.

—Anoche casi no he dormido pensando en nosotros. Y en Maddie —aclaró, y un pinchazo se instaló en mi pecho al oír el nombre de Madison—. Pienso en cómo serían las cosas si tú y yo nunca nos hubiésemos besado. Probablemente seguiría en algo con ella. Realmente me alegro que ese beso haya ocurrido, porque imagino cómo nos veríamos Maddie y yo y no me gusta. Esto entre nosotros pasó por algo, y hace mucho tiempo que no me sentía... feliz por algún motivo. En realidad, creo que nada me ha hecho sentir tan vivo como esto... Me gusta ir al colegio y verte parada frente a tu casillero, hablando con tu prima, o estando tú sola, sumida en tu cabeza, en tus cosas... Es agradable ver cómo a veces sacas tu bolsito con maquillaje y te retocas en el salón cuando piensas que nadie te ve. —Me puse colorada. Kendall siempre dijo que yo hacía caras raras al pintarme. Esperaba que él no haya visto alguna—. Me gusta tu pequeñez a mi lado, porque a pesar de que a ti te moleste ser muy enana, a mí me das ternura y me parece algo bonito.

—Mi bisabuela dice que lo más bonito viene en frasco chico —solté, y realmente no sé por qué lo hice. ¿Eso quedó de presumida?

Aiden sonrió.

—Tu bisabuela tiene razón —asintió apretando mi mano—. Emma, yo tenía pensado esperar un tiempo antes de pedírtelo, pero no veo razón para esperar. Podemos conocernos estando de novios. Es otra manera para conocer bien a alguien.

Si Kendall hubiese venido con nosotros y hubiese escuchado esto, se habría puesto a gritar. Y yo, me le habría unido. De hecho, en mi mente estoy gritando, y mi garganta está aguantando un grito.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.