La Tristeza del Diablo

Capítulo 4

Incertidumbre

 

Quería acercarme y enseñarles un poco, falle y me volví el culpable, a quien señalan todo el tiempo

Han pasado varios días y he intentado volver a comunicarme con el nuevamente sin obtener resultados positivos.

Y si, cuando hablo de intentar, me refiero a muchos métodos, tanto que incluso con un grupo de amigos aproveche que estaban con la loca idea de jugar con una tabla Ouija, la cara de sorpresa que pusieron cuando acepte su milésima invitación fue bastante, seguido de un: “¿Eres Eleanor?”, estaba desesperada, lo sé ¿Quién en este mundo, estando conscientemente cuerdo querría comunicarse con él? Pero ahí estaba, con muchísimas expectativas que así fuera…

— ¿Están listos? —menciono el joven que tenía consigo la tabla en sus manos.

Todos asintieron, aunque la cara de angustia en algunos era evidente, por mi parte me encontraba entusiasmada, no podía demostrarlo porque me verían muy raro y sería demasiado incomodo esa situación.

Coloca entonces la tabla en medio de una mesita de sala, todos estábamos sentados alrededor de la misma, algunos sentados en el suelo y otros acercaron un poco el sofá que había allí.

—Todos coloquen su dedo índice sobre el planchette.

Cada uno iba colocando su dedo, dejando espacio para que los demás tuviéramos un pequeño lugar y así todos participar, segundos más tarde comienza Juan a hablar, era el más experimentado del grupo, en mi mente solo podía pensar en una sola cosa, y era que lucifer se manifestase, pero al mismo tiempo comencé a auto evaluarme y note estaba muy paranoica, como era posible estuviera pidiendo eso como una necesidad inédita, ¿Qué está pasando conmigo? Una acumulación de emociones pasaba por mí en esos instantes mientras Juan recitaba unas palabras como si fuera un guion.

—Espíritus manifiéstense, estamos aquí presentes ante ustedes para contactarlos ¿Hay alguien aquí?

Terminar esa pregunta me saco de mis pensamientos, el puntero comenzó a moverse muy lentamente.

—No quiten sus dedos— Advirtió Juan antes que alguno de nosotros se acobardara por la situación del momento.

—Si lo quitan, estaremos en problemas porque se rompe el escudo— Prosiguió a decir Stephan.

Entre nosotros había una joven que no había visto antes, era conocida de Juan, tanto ella como yo éramos las “novatas” en aquel momento, pero no había comparación en los nervios que teníamos cada una, se notaba como su cara mostraba angustia por la situación y lo que acababa de decir Stephan iba dirigido a ella; por mi parte como estaba expectante, tenía más interés que miedo en ese momento y por ello estaba tranquila, aparentemente lo que mostraba.

Poco a poco daba círculos en el centro de la tabla

— ¿Hay alguien aquí? —pregunto Juan.

El puntero de inmediato de movió a la palabra Sí.

Me emocione en aquel momento, ¿será el respondiendo a mi petición acaso?

— ¿Cuál es tu nombre? —pregunto nuevamente Juan.

El puntero dio unas cuantas vueltas en el centro y luego se movió rápidamente entre las letras, se formó una palabra: R-E-B-E-C-A

— ¿Rebeca? — dije en voz baja — ¿Quién carajos es Rebeca?

Creí que lo había pensado, pero me di cuenta por sus miradas fijas en mí con algunas cejas levantadas y expresión de asombro, duda e intriga que no era así… no hice más que hacer como que no era conmigo y bajé la mirada nuevamente a la tabla para evitar cualquier contacto visual en ese momento.

Juan entonces prosigue con su cuestionario, en este punto ya estaba algo decepcionada y seguía allí solo por continuar con ello, sus preguntas eran vagas y típicas, la tal Rebeca respondía metódicamente, como si se tratase de un guion, no sé si todo esto me aburría por la desilusión del momento o por algo más, hasta que llego una pregunta que me saco de trance de pensamientos.

— ¿Dónde estás?

El puntero se movió rápidamente creando la palabra A su lado

¿Cuál lado? —pregunto sin vacilar.

El de ella, volvió a escribir entre letras.

— ¿Cuál de todas?

Esta pregunta fue valida, éramos tres mujeres incluyéndome en ese momento, no sé porque un pequeño sudor frio se deslizo por mi espalda, solo deseaba que no fuera yo y que renegar en mis pensamientos no me trajera ninguna consecuencia, el puntero comenzó a moverse y mi corazón se aceleró cuando la primera letra que señalo fue la E.

Continuo entonces lentamente y luego señalo la L, vaya desgracia la mía, me decía para mí, tenía el corazón a mil en ese punto, luego marco la letra O estaba tan nerviosa que no me había fijado que mi nombre no tenía aquella letra en continuidad, un grito hizo que pegara un pequeño salto en aquel momento, la joven que tenía frente a mí era quien lo había dado.

— ¡No quiten sus dedos! —Repitió nuevamente Stephan.

El puntero marco la letra O, comprendí que no era yo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.