La tumba Añil

Capítulo 2: "Hastío"

Si la Lycoris crecieran también en las ramas de los árboles, o incluso, en las maderas ya tratadas, sería lo único que faltaría para poder conseguir el efecto de un retrato escabroso de ese terreno, cosa que, por suerte, no era así.

—Bienvenida de nuevo… hermana del viento, Leniel —soltó Astenia, quien volvió su mirada a la pintura que tenía delante—. Quería felicitarte por tu asunción como avatar elemental, ahora podrás serle de ayuda a la nueva líder de la luz —explicó—. Serás el orgullo de esta familia, cosa que yo no pude ser —Leniel apretó los labios ante esta aclaración, para luego refutar su felicitación.

—Hermana mía, no tienes porqué afligirte ni tampoco mostrarte firme ante mí, ya que esto solo significaba un paso más para mantener la paz entre los planos —le hizo saber convencida de esto, pero su contraria, en lugar de mostrarse vigorosa, se mantuvo al margen, y no dio ninguna señal de recuperación, lo que compungió el corazón de Leniel—. Hermana…

—Tal vez seas más poderosa que yo, pero en cuanto a madurez, aún te falta —duramente la criticó al interrumpirla, pero pronto se arrepintió de haberse dirigido así a su familiar—. No quise decir eso, es solo que me apena no haber sido más capaz como para darte una vida mejor —tal vez las intenciones de Astenia eran en el fondo genuinas, aun así, las palabras dichas, no podían borrarse así como así, dejando de esta manera una herida en Leniel que la describía a Astenia como alguien celosa de su hermana menor, y que a su vez, la volvía una hipócrita.

—Tu arrepentimiento se ve poco veraz a mi parecer —declaró Leniel con un tono solemne, y de inmediato, cerró los ojos para llevarse una mano al pecho—. Lo cual me lastima severamente, Astenia, pues eres mi hermana de sangre, por lo que no me gustaría llevarme esta experiencia al campo de batalla sin antes escuchar, unas sinceras disculpas de tu parte —objetó.

—Te has vuelto muy atrevida de repente… Supongo que el puesto te ha permitido pulir tus habilidades sociales.

—No, solo tuve una charla con Kadmiel y Abeliel; ellos son quienes me permiten crecer, y tomarme enserio mi papel, es lo que hará la diferencia al final de todo —se sinceró.

—Así que la diferencia… —susurró, y repitió dentro de otro murmullo: “diferencia”, haciendo que su estado lamentable empeorara—. Creo que hemos hablado lo suficiente, Leniel, digno avatar del viento. La diferencia entre nosotros es abismal, por lo que no puedo hacer otra cosa que darte mi apoyo desde lejos, y agradecerte… por tu corta visita —consternada ante el disparatado comportamiento de su hermana, Leniel, apretó un poco los labios, y mantuvo la compostura lo mejor que pudo, accediendo así a los deseos de su contraria.

—Está bien… Gracias por todo el apoyo —le dio entonces la espalda e indignada, soltó lo siguiente antes de irse—. Qué la gloria del supremo siempre te guíe.

—Y que su poder bendiga tu camino… —le regresó lo que restaba de la frase a Leniel mientras escuchaba cómo las botas de su hermana resonaban en la madera hasta perderse fuera de su hogar, en donde aún Kadmiel y Abeliel estaban esperando por su regreso.

—Señorita Leniel —se reverenció Abeliel.

—Mi señorita —hizo lo mismo Kadmiel.

—Levanten la cabeza —ordenó ella, y al hacerlo, ambos dieron con la entristecida faz de su allegada.

—¿Qué le ocurre señorita Leniel? ¿Ha quedado en malos términos con su hermana? —preguntó el ángel rubio.

—Quisiera creer que no, pero sus palabras me resultaron tan duras, que no puedo distinguir de su buena voluntad del rechazo que me profirió —se explicó el avatar de viento.

—Entonces está diciendo que su hermana sigue en ese estado… —supuso Kadmiel con algo de tristeza.

—Sí; no parece haberse recuperado ni un poco —asintió.

—En ese caso, solo podemos esperar que el supremo le dé la fuerza que le hace falta para continuar con su vida, mientras tanto, usted posee un deber del que no puede negarse —advirtió Abeliel.

—Lo sé, así que pongámonos en marcha para reunirnos con los demás avatares elementales —dijo Leniel.

—Sí señorita —asintieron en conjunto e inmediatamente, volvieron a teletransportarse como lo hicieron en un inicio al tomarse de las manos, por consiguiente, terminaron en un plano compuesto por cuatro grandes torres que parecían flotar sobre la densa niebla que trasladaba el viento, así que, sin detenerse a ver el paisaje sobrenatural se metieron al interior de una con un solo salto, donde ésta estaba conectada a las demás por caminos trasparentes con bordes dorados, los cuales luego traspasaron hasta toparse con un hombre joven de ojos rojos y cabello negro; aquí se detuvieron un momento.

—Mis respetos para el nuevo avatar del viento y mis compañeros de batalla —se inclinó levemente el muchacho llevándose una mano al pecho.

—Muchas gracias Jofiel —anunció Leniel—. Y también gracias por recibirnos.

—No hay de qué. Ahora, por favor, síganme para que los pueda llevar junto a mi maestro y a los demás avatares —anunció el muchacho, de ahí continuaron con su camino en un silencio perpetuo que demostraba no calma, sino una terrible incomodidad por parte de esos dos ángeles que acompañaban al avatar del viento, y esto siguió hasta que se toparon con otras tres personalidades: un par de gemelas con la distinción únicamente en su cabello, el cual el de una era rubio y el de la otra turquesa, mientras que la persona restante, poseía una coleta alta, largo cabello como las demás con la diferencia que sus ojos como su pelo eran de color castaño; el aspecto de ésta última se veía un poco salvaje, en especial por la armadura que ella llevaba.

—Sean bienvenidos, en especial al nuevo avatar del viento, Leniel —la recibió de buena manera la chica de la armadura, quien apoyó una lanza que sostenía en su mano derecha en el suelo.

—Muchas gracias Dinariel, es un placer para mí poder conocerla por fin —Leniel extendió su mano y la estrechó con el avatar de fuego, y a su vez, saludó a las otras dos, quienes pasaban a ser el avatar de agua y el de tierra—. A ustedes también me complace encontrarme, avatares del agua y tierra: Solventa y Solvintu. He escuchado mucho de ustedes…




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