La tumba Añil

Capítulo 4: "Cadena de silencio"

Apenas esos cuatro ingredientes pusieron un pie en las torres, la dramática trama dio un salto, pues la niebla que rodeaba a esas edificaciones se alteró, alertando así a los avatares, y entre ellos, especialmente a la inexperta Leniel, quien se vio obligada a regresar junto al avatar de fuego.

—¿Se puede saber quién les ha permitido retirarse tan lejos? —le preguntó con cierta seriedad el avatar de agua: Solvintu.

—En nuestra defensa, no estaba demasiado lejos —dio a entender Jofiel, defendiendo así su posición y la de sus camaradas—. Solo deseaba mostrarles a nuestros nuevos ingresantes, los efectos que traería este resiente tratado… —dio a entender.

—Sin embargo, no pudieron salvar ni a la mitad del pueblo, y apenas solo uno salió con vida —lo reprendió duramente Solventa. Si bien, apenas habían arribado el avatar de fuego como el de viento, pudieron entender que hubo una confrontación que, en consecuencia, solo se pudo rescatar a un individuo, por lo tanto, Leniel no tardó en intervenir.

—Al menos uno es mejor que ninguno —advirtió la castaña llevándose una mano a la cadera—. ¿Qué fue lo que ha sucedido como para que mis guerreros y el de la señorita Dinariel, alteraran la tierra como el agua de nuestras humildes compañeras? —indagó.

—Avatar de viento… —susurró Jofiel al verla, y Abeliel se adelantó a él para entonces así, hacer una reverencia a su ama.

—Permítame explicarle, honorable avatar de viento —pidió con cortesía.

—Adelante —le permitió hablar.

—Gracias —desde aquí, apenas se miraron entre los dos compañeros, asintieron, y comenzó a entrar en detalles—. Fuimos llevados a una aldea cercana donde habitaban los draconianos mestizos por el guardián del avatar de fuego, y como bien dijo Jofiel, fue para intentar explicarnos las maravillas que traería la unión de la líder de la luz con el heredero oscuro. Sin embargo, en el proceso, cayeron un grupo numeroso de demonios, a los cuales nos vimos en obligación de exterminar —es aquí que Dinariel los interrumpió levantando la mano.

—¿Acabaron con todos ellos? —a lo cual él asintió, y se turnó Kadmiel para responder esta vez.

—Así es.

—Es una lástima… —suspiró el avatar de fuego—. Si hubiera quedado alguien vivo, nos hubiera servido para interrogatorio, ahora no sabremos quién fue el que tuvo la grandiosa idea de invadir tierras aliadas en medio de un tratado de paz pronto a cumplirse —explicó, y luego hizo un ademan para que el chico continuara explicándose.

—A pesar de que usted diga eso, tenemos de testigo a Alaniel —Abeliel se hizo a un lado para brindarle espacio a ese muchacho, quien no se mostraba demasiado afectado por dicho acontecimiento—. Él puede hacernos el favor de testificar en el juicio, además, fue claramente acorralado por al menos seis de ellos con obvias pretensiones maliciosas —esta información hizo fruncir el ceño a los otros dos avatares que hasta hace nada, estaban regañando a los chicos.

—Un segundo… —esta vez, fue Solventa quien levantó la mano para interrumpir.

—Sí, honorable avatar de tierra —acató Abeliel.

—Sacando el hecho de que no deberían estar en ese lugar, ¿estás diciendo que persiguieron exclusivamente a este muchacho? —a lo cual vieron asentir a Abeliel.

—Así es.

—Otro misterio echado a la lista… —susurró Leniel llevándose un puño a la barbilla pensativa.

—Continúa… —le pidió Solventa.

—Una vez regresamos después de proteger a Alaniel, nos encontramos con que Jofiel se había desecho de todos los demonios, pero poco después, cayó a escena el general infernal… Hangra —esta vez no hubo interrupción por parte de los avatares, pero sí una enorme sorpresa reflejada en la faz de todos ellos.

—¡Estás hablando de ese general! —Solventa no tomó para nada discreciones, y se atrevió a interrumpir así sin más a Abeliel.

—Ese general es la mano derecha y mejor amigo del heredero oscuro… —comentó Dinariel completamente seria como así también tensa, por lo que observó con cierto reproche a Jofiel, su guardián—. No te estarás metiendo en problemas de nuevo, ¿no? Para que esta vez ese hombre tan descabellado haya aparecido; de seguro que trae cosas en sus bolsillos…

—Le aseguro que no he causado ningún problema, honorable avatar de fuego, lo único que he hecho, ha sido cumplir con mi deber conforme a las circunstancias —advirtió él y miró a sus otros tres compañeros—. Y ellos están aquí de testigos para comprobarlo —a lo cual no tuvieron de otra que asentir y confirmar lo dicho.

—Aun así, no hay explicaciones suficientes como para que alguien de su categoría llegue a detener a un grupo de demonios solo de buena fe —advirtió Dinariel pensando al respecto.

—Si me permite opinar, honorable avatar de fuego, ambos sabemos que Hangra suele actuar muy acorde a sus propios principios, los cuales suelen ser cuestionables —advirtió Jofiel.

—¿Puede ser que esto tenga algo que ver con la búsqueda de elementos para sus armas? —preguntó Alaniel, quien interceptó la charla sin pedir permiso antes, provocando una mala mirada por parte de los avatares de agua y tierra.

—Deberías rescatarte, jovencito, estamos hablando de algo muy serio aquí; podrás tener una vela en el entierro, pero es nuestra responsabilidad resolverlo con nuestros guardianes —advirtió Solventa.

—Tal y como dice mi hermana de tierra, además… ¿qué es eso que estás soltando? ¿Cómo que ingredientes para sus armas? Es la primera vez que escucho algo como esto —expresó Solvintu sin darle crédito a lo que escuchaba.

—Les doy mis disculpas de ante mano compañeras de este nuevo avatar de viento —se llevó una mano al pecho esta vez hablando Leniel, y las nombradas miraron a la joven con el ceño fruncido a sabiendas de que serían refutadas—, pero creo que hay que darle importancia. Si es verdad lo que están contando, podríamos estar entonces revelado uno de los tantos misterios que se desbordan de nuestras manos, como la desaparición de miles de ángeles los últimos años, y el inesperado aumento de fuerzas por parte de nuestro… —pareció dudar un segundo de juzgarlos como iba a hacerlo, aunque al final lo hizo—… enemigo.




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