En un juicio es de vital importancia el orden de los hechos, porque esto puede favorecer como importunar a quienes están en el mismo. Sin embargo, lo fundamental, siempre será fundamental, y ya abierta la sesión, solo se necesitaba que el juez indicara quién iba a comenzar, por lo que, sí… los ángeles no tenían abogados, ya que poseían la inteligencia suficiente como para no necesitarlos, lo cual se aplicaba también para los malhechores que estaban del otro lado. Y hablando de intelecto, Dinariel tanto como Jofiel, estaban realmente estresados por la acusación de ese par de avatares… ¡acaso no entendían que esto podría reavivar las llamas de la guerra! Es así que, por lo mismo, esos dos le dedicaron una mirada disimulada al implicado principal, quien se encontraba con los ojos cerrados como si en realidad le resbalara lo que acababa de oír… ¿Tan desapegado estaba de los hechos o es que ocultaba alguna carta bajo la manga que lo hacía permanecer así de tranquilo? En cuanto a Hangra, éste se veía sonriente y tan relajado como su compañero. Estos hechos despertaban las intensas ansias de saber el porqué de sus conservadoras expresiones, pero deberían abstenerse de saciar su curiosidad porque la sesión dio inicio.
—Cedo la palabra a Solventa, el avatar de tierra —Manfiel tomó asiento, y dejó que la rubia se pusiera elegante de pie, y entonces anunciara:
—Muchas gracias por la oportunidad, juez del alba plateada —Manfiel asintió con respecto a este señalamiento, y entonces Solventa prosiguió—. Así como lo ha advertido el venerable juez, nuestras acusaciones son claras, pero así también nuestras razones, por lo que no hayo mejor forma de redactarlas, que ir paso a paso explicando cada una de ellas —indicó, es así cómo abrió sus brazos para empezar con la introducción de los acontecimientos—. Compañeros, estoy segura que recuerdan cuando aparecieron por primera vez estas poderosas armas demoniacas… —Solventa le indicó a su hermana que le entregara el aparato que estaba envuelto en un fino trozo de tela y entonces, lo desenvolvió una vez estuvo en sus manos para mostrárselo de esta manera a todos, dejando así impresionados a los presentes, e incluso a Manfiel, menos al heredero o a Hangra, quienes no se mosquearon por esta revelación.
—¿Cómo es que tienes eso en tus manos? —indicó Manfiel con el ceño fruncido, pues era sabido lo complejo que era pelear contra los usuarios que poseían ese artefacto.
—Estimado juez, yo le explicaré a su debido tiempo, ya que es de buen saber que este aparato no es fácil de conseguir por métodos normales —a lo cual Manfiel acentúo su expresión para entonces juzgarla mal.
—¿Estás diciendo que llegaste a un acuerdo con el enemigo…? —fue interrumpido.
—No, mi estimado —negó suavemente con la cabeza—, con eso quiero decir que no tengo al testigo en estos momentos como para darle una explicación del cómo este aparato, terminó en mis manos, pero al menos puedo platicarle una parte de la historia —señaló, y de mala gana, Manfiel cedió por el momento. ¿Cómo no hacerlo si esto apenas comenzaba?, después de todo, no es que fuera un desalmado—. Como decía, esta arma, fue encontrada por el nuevo chico que acompaña hoy al avatar de viento, quien se trata de Alaniel, un sobreviviente de la aldea mixta atacada —señaló, cosa que le hizo levantar las cejas a Manfiel con un remarcado interés; él creyó que ella habían tenido suerte a la hora de crear esta obra, de otra forma, estarían en bastante desventaja al tratar de sostener este alegato, por lo que miró a Jofiel mientras escuchaba, queriendo en el fondo, que se presentara el momento en que pudiera atraparlo dentro de este mismo acontecimiento—. Este muchacho, después de haber salido del dominio de Bael junto al avatar de viento y sus demás camaradas, encontró este aparato bien posicionado como a la espera de ser encontrado, lo que me permite tenerlo hoy aquí como muestra —elevó un poco más el objeto con el objetivo de que todos los observaran bien, y entonces volvió a sostenerlo a la altura de su pecho para agregar—. Pero aquí es donde se preguntarán qué es lo que tiene que ver este artilugio con nuestra acusación pues… es simple… —indicó, e hizo una petición al juez de turno—. Si nos lo permite, deseamos que analice este objeto porque creemos que la aldea fue atacada en busca de materiales específicos para su fabricación.
—¿Con qué objeto? Hasta ahora nos has hecho una larga introducción sobre cómo lo obtuviste, la cual no está completa, para colmo, me está exigiendo que analice el aparato con la finalidad de encontrar qué cosa —expresó Manfiel con desconfianza.
—Alaniel puede explicarle —comentó Solventa, cediéndole la palabra a éste, y el pelinegro se sintió un poco abrumado por la presencia del jurado como de los demás implicados cuando fue apuñalado por sus miradas; no es como si estuviera poco consciente de su participación, pero no esperó que fuera tan pronta, por lo que, para mitigar los nervios, hizo un sonido con su garganta, y empezó a hablar.
—Muchas gracias, honorable avatar de tierra —alegó, y entonces, aún inquieto, empezó a explicarse—. Cuando mi aldea fue atacada, fui llevado dentro del bosque por un reducido grupo de demonios que no eran más de seis. Estos sujetos llegaron a acorralarme justo al borde de un acantilado, y antes de atacarme, me ordenaron que me rindiera para ser parte de su armamento; obviamente, intuí que no era un ofrecimiento para unirme a su comunidad, porque justo después desenfundaron sus armas, y de no ser por Kadmiel y Abeliel, yo no estaría hablando aquí justo ahora —al terminar, el rostro de Manfiel cambió, dándoles a entender que llegó a la misma conclusión que estos ángeles.
—En pocas palabras estás diciendo que usan ángeles para crear esas armas… —mencionó con una mano en la barbilla, la cual retiró para enderezarse y levantarse de su asiento—. ¿Es esa tu sospecha? —se dirigió al avatar de tierra.