El viento que acariciaba las hojas de los árboles ocultos por la niebla, que incluso se abría camino entre las cuatro torres, atrajo con él a los primeros nubarrones que oscureció más ese panorama en el que se encontraban, pues justo después de que Leniel sujetara la punta de la carta, las primeras gotas cayeron, liberando así una ligera llovizna que traía un mal presagio.
—Para mi querida hermana: Leniel… —fue lo que leyó cuando apenas sus ojos dieron con el reverso del sobre, por consiguiente el avatar de viento lo abrió sin apuro, aunque con una rara inquietud en su corazón, mientras tanto, Abeliel hizo uso de su capa para cubrir a la señorita de las gotas de agua y, por último, Alaniel, Kadmiel e incluso Abeliel, la escucharon atentamente, hasta que su voz temblorosa llegó hasta el último párrafo, en consecuencia los sonidos de la lluvia, junto a una tenue como triste melodía de piano fue lo que remplazó a las voces como cualquier otro sonido que perteneciera al ambiente, para un instante después, ser perseguidos por esta desgarradora melodía al trasladarse con prisas dentro de un portal. Si bien, ya era mucho el peso en su alma, éste no parecía ser suficiente, por eso es que su mente les jugaba la mala pasada y relataba de nuevo la carta usando la voz de Astenia:
“Para mi querida hermana: Leniel. Sé que el tiempo del cambio ha llegado, y que deberás afrontarlo desde el primer minuto al que arribes a la memoria nebulosa, sin embargo, a mí aún me cuesta aceptar que has crecido mucho más rápido que yo…”
De pronto, varias pisadas rápidas magullaron el pasto, cubriendo parte del relato.
“… lo cual me duele, por eso no he podido despedirme de ti apropiadamente, y eso me hace arrepentirme mucho de mi inadecuada actitud hacia ti, pues sé que debería estar feliz por tus logros, aun así… quiero que sepas que no es lo único que siento por ti…”
Las hojas secas del hogar de Leniel acariciaron el rastro de agua que había quedado sobre sus mejillas y, mientras tanto, subían las interminables escaleras en busca del mismo objetivo.
“… más allá del rencor que pudiste apreciar antes de partir, mi corazón te aprecia como lo hacen las cuatro estaciones, las cuales no pueden vivir la una sin la otra, pues ambas compartimos sangre y carne a pesar de ser de diferentes fechas de nacimiento, por lo tanto, creo que poseemos ese lazo inquebrantable que lo hace llamar a esto… hermandad…”
La agitada respiración de Leniel se volvió más sonora con cada esfuerzo que ponía en su carrera, incluso las gotas que mancharon su rostro antes, ahora adquirían una calidez quebrada con un toque salado.
“… Sin embargo, yo creo que he pecado al faltar a este pacto tan especial, así que, siendo consciente de esto, sé que no puedo aspirar a mejorar, y solo me queda dejarte volar, por eso he decidido despedirme de ti como del resto del mundo que conocemos esperando que en otra vida… los paisajes esta vez sean de matices más brillantes que solo grises…”
Después de mucho esfuerzo, al fin traspasaron los pasillos y llegaron a la habitación en que se encontraba un féretro de madera, donde Astenia “dormía”.
“…Así que recuerda que te amo hermana, sé más brillante que el sol, y más libre que el viento; deseo que lo que te espera a futuro, sea solo felicidad. Mis más sinceras bendiciones para el nuevo avatar de viento. Atte: Astenia.”
Cuando apenas terminó de rememorar la carta, las rodillas de Leniel perdieron fuerzas de inmediato, y se cayó a unos pocos metros del frío cajón de madera, en consecuencia, Abeliel y Kadmiel tuvieron el reflejo de tomarla de los brazos para que no fuese a hacerse daño, pero el primer golpe sin saberlo ya había sido dado, ya que cuando fue despedida por ella a través de la carta, ésta cumplió la función de convertirse en una semilla de intenso malestar, el cual ahora seguía ramificando dentro suyo aun después de encontrarse con la conclusión sospechada, e incluso, sin que su dignidad como el avatar de viento se lo impidiera, se atrevió a arrastrarse de forma vergonzosa hasta el ataúd, en donde observó el cadavérico rostro de su familiar, e inmediatamente, la cascada de lágrimas que liberaba se intensificó, y una cadena de lamentos descorazonados rebotó entre las paredes ante la mirada atónita de ciertos sirvientes como de los tres guardianes que la estimaban. Si bien lo más digno de hacer en ese momento era acompañar a Leniel en su pérdida, hubo uno de sus guardianes que no pudo soportar la escena, así que éste salió a tomar aire en la entrada principal de la vivienda, pues por un segundo sintió que rememoraba lo sucedido en su pueblo natal.
—Esto… es realmente cruel —se dijo a sí mismo mientras apretaba los puños en soledad, pues… siendo alguien que apoyaba la buena voluntad, era de entender que no podía reconocer las malas acciones como algo que tuviera su propio origen, pero sí… todo en este mundo tiene un porqué.
—Así que saliste… —la voz de Abeliel surgió desde detrás de Alaniel, quien apenas se medio giró para verlo.
—Viniste… —susurró él.
—Sí —asintió parándose a su lado cruzándose de brazos.
—¿Y la señorita…? ¿Cómo está? —indagó con sutileza.
—Está con Kadmiel; no te preocupes por ella, pronto superará esta pérdida —le aseguró ese rubio, a lo cual Alaniel no estaba tan seguro por cómo la vio, y por eso mismo bajó la mirada hacia las escalinatas que antes tuvieron que subir corriendo; ahora que se daba cuenta, éstas rebozaban de hojas secas.
—¿Por qué su hermana decidió sacarse la vida? ¿Tú lo sabes… Abeliel? —le preguntó sin pena, a lo cual Abeliel también miró a la misma dirección que Alaniel, y decidió contarle los hechos ocurridos hasta ahora.
—Tengo mis sospechas —admitió—. Todo se resume a que la señorita Astenia, quien era aspirante al puesto de avatar de viento, falló ante su hermana menor; Leniel probó tener más vigor y talento que su hermana mayor, lo que la llevó a ser seleccionada; si bien sus edades no son demasiado diferentes, fue un golpe duro para el orgullo de Astenia, lo que probablemente la llevó a deprimirse profundamente.