Como si ambos se conocieran de toda la vida, se adentraron al bosque con un paso tranquilo; un paso a la vez; vez por vez que hacía crujir suavemente las hojas secas que volvían rápidamente a combinarse con la tierra, e instintivamente, renacían sin preguntas arriba de las copas que les tocaba abandonar a los minutos, dejando que la sabiduría del tiempo las llevara sin remordimiento; remordimiento que no existía dentro de ese paraje porque esas preciosas decoraciones naturales, no poseían consciencia, por lo tanto, su destino iba a ser siempre el florecer y marchitarse permanentemente, pero… ¿acaso sería así para siempre?, pues se podía contar con eso, en especial porque la gente que habitaba la zona, era la que se permitía decorarla con sueños complejos como el que estaban presenciando. Es así que, gracias a que fue bendecida con compañía, Seitán se vio inspirada a aferrarse de este tema para conversar.
—Abeliel… —lo llamó Seitán frenándose justo delante de un campo floral que demostraba el mismo comportamiento que el resto de la flora.
—¿Sí…? —preguntó él deteniéndose a su lado.
—¿Sabes por qué este lugar es así?
—… —al comienzo, esta consulta le impresionó bastante, pero logró disimularlo, pues creía que ella siendo quien era, sabría esta respuesta más que nadie, entonces… ¿por qué intentaría probar del cáliz de su conocimiento?—. Yo… —después de pensarlo un segundo, se reflejó sin quererlo la duda en sus esmeraldinos ojos en conjunto con su voz, lo que hizo que Seitán fijara su vista en él en lugar del paisaje, y se atreviera a estirar la mano para palmear su hombro con amabilidad, obligando a Abeliel a prestarle atención.
—No necesitas fingir de ninguna manera conmigo o permanecer en guardia; confía en mí —en ese momento apretó suavemente su hombro, y retiró la mano, esta vez, entrelazándola con la otra que tenía desocupada, y apenas terminó de hacerlo, sonrió con suavidad, cuestión que logró contagiar a Abeliel, llenando una vez más de calidez su corazón.
—Tiene razón… —comentó cerrando un momento los ojos y luego volvió a ver el campo floral—. De hecho, sí lo sé, pero antes de contarle, quisiera saber si usted cuenta con la respuesta ya que hablamos de sinceridad.
—Por supuesto, soy la líder de la luz, mi deber es saberlo todo —indicó.
—Muy bien, entonces de todas formas le contaré ya que me lo pregunta —le expresó y comenzó con la historia—. En el periférico del albor, las creaciones que hay a nuestro alcance, son el reflejo de las almas que aquí habitan —cuando pareció que Abeliel había terminado de hablar, Seitán entre abrió la comisura de sus labios para hacer un aporte; aporte que no llegó a ser, porque enseguida él retomó su monólogo—. Pero si quiere una respuesta más compleja, creo que más allá de esta idea base con la que fue creada en general todos los planos y no solo éste, tiene un significado sentimental, pues los que llegan aquí suelen ser personas que están perdidas en su camino de vida y se le deben dar una pista como guía para que puedan retomar el rumbo —levantó la mirada del campo y observó ahora el cielo, restándole importancia a la escena que representaba—. El ir y venir de las estrellas, de los días, y de todo lo que tenga que ver con esto de la superación del hombre, significa, por lo menos para mí, el renacimiento. Tal vez para otros tendrá una mirada mucho más desagradable, pero al menos eso creo que significa —indicó llevándose una mano al pecho y, esta vez, volviendo con sus gemas verdes hacia ella.
—Qué impresionante —las facciones de esa albina, eran suaves; muy bellas a simple vista, y demostraba que la respuesta de Abeliel había sido de su agrado, así que, ella que estaba levemente inclinada hacia delante, se enderezó, se llevó las manos a la cintura, y extendió su respuesta—. Eres el segundo ángel que conozco que cuyos pensamientos concuerdan con los míos —dio a entender.
—Si me lo permite… ¿el primero fue CN? —supuso.
—¡Exactamente!, ¿entonces lo conoces? —expresó emocionada.
—Sí —indicó él retirando la mano que se había colocado en el pecho—. Su reputación le precede —indicó.
—Sorprendente, entonces es alguien realmente de confianza —ante esta afirmación, Abeliel asintió en silencio, pues no vio necesario extender más el tema, pero sin saberlo, llevó a la incomodidad a Seitán, creyendo por un segundo que estaba disgustando a ese muchacho—. ¿Te estoy… aburriendo? —se atrevió a preguntar con timidez, actitud que hizo que se rescatara de su relajado estado y enseguida se tensara buscando salvar la situación.
—¡Oh, no! ¡Para nada su alteza! ¡No ha sido mi intensión que interpretara mi escueta respuesta de esa manera! —indicó levantando ambas manos para demostrar que se negaba fervientemente a aceptar esas primeras impresiones sobre él—. Simplemente todos conocemos al príncipe CN, y como es alguien tan admirado por sus logros como grandes habilidades, entonces no nos encontramos en necesidad de hablar mucho respecto a él —admitió con algo de vergüenza—. Lo lamento, no era mi intensión hacerla sentir de esta manera…
—¡Oh, no, disculpa, es solo que yo lo mal interpreté, fue mi culpa! —aclaró ella para salir del apuro en el que había metido a su camarada, quien se llevó una mano detrás de la nuca ahora siendo él el que estaba incómodo, cuestión que no duró mucho por suerte pues para desvincular rápidamente el tema anterior, Abeliel decidió ser ahora él el que preguntaba.
—Lo entiendo, así que no se preocupe, por lo que me gustaría pasar a otro tema más importante —le dijo, cuestión que borró el mal ambiente, así que sacó su mano de detrás de su cabeza para hacer un ademán mientras hablaba—. ¿Cómo es que me conoce su alteza?
—Es mi deber… —indicó ella ahora más calmada—. Como la heredera de luz, necesito aprender todo sobre los miles y millones de planos; se podría decir que sigo aprendiendo aun antes de asumir el trono, y quizás siga así hasta el fin de los tiempos —informó, dato que hizo preocupar a Abeliel.