La tumba Añil

Capítulo 16: "Desastre vespertino"

En el valle de la floración, existe un tipo de lluvia que no puede percibirse en ningún otro plano, y ésta se compone por restos de plata de un material tan trasparente que se derrite como la nieve al tacto, por lo que, así como se desvanece, no posee ningún efecto contra producente, pero sí trae consigo el mito de que, cuando hace su aparición, significa que grandes desgracias se desatarán, lo que nos lleva a la situación actual. Seitán, quien estaba siendo recibida por este mismo presagio, de alguna forma éste fue tomado como un acto de buen augurio por sus maravillosos rasgos, pues no podía existir una delicadeza más pura que la de ella, dentro de la cual destacaba un precioso vestido acampanado, tejido a mano, y manchado de tintes azules en diferentes espacios, en donde el maquillaje que ella eligió, era del mismo añil que antes se mencionó, por lo que sus pestañas elegantemente delineadas con ese color resaltaban su belleza, así como el leve dibujo del contorno de sus labios rosados, pero lo que finalizó la impresionante revelación, fue el hecho de que cargaba con ella un gran ramo de rosas negras, las cuales representaban el amor eterno. Es así cómo descendió de unas enormes y blancas escalinatas desde dentro de ese increíble castillo hacia el exterior, dejando que el público que la admiraba soltara grandes suspiros por ella, no obstante, Belial ni siquiera fue tentado con esas reacciones, y no la miró hasta que llegó a su lado, en donde ésta le ofreció gentilmente aquel ramo de flores, las cuales, con un desgane casi palpable, él recibió para después notar cómo ella era la primera en reverenciarse.

—Mis respetos para mi prometido, la luna creciente del páramo, Belial —indicó sosteniendo ahora mismo con ambas manos su vestido, y luego, agregó—. Me llamo Seitán, es para mí un honor que nuestro primer encuentro, sea en mi ascensión.

—Hum —Belial, quien la observaba por arriba, hizo ese sonido con la boca y más tarde se llevó una mano al pecho para realizar también una sutil inclinación; desde aquí podría pensarse que él estaba siendo respetuoso, no obstante, esta interpretación quedó en el olvido una vez sus labios se separaron para soltar funestas palabras—. Sinceramente, no eres lo que esperaba —esa declaración tan descabellada, hizo que Seitán se enderezara enseguida con sus ojos ahora completamente desorbitados […] Él… ¿qué le acababa de decir? ¿Acaso… lo había ofendido de alguna manera? No… de hecho no, porque ese tipo al ver las consecuencias de sus palabras, estaba sonriendo con malevolencia, es así que después de notar esto, Seitán giró su cabeza hacia el público, quienes estaban otra vez siseando, es por esto que ella había volteado; ¡Belial la acababa de humillar por completo!

—¿Acaso escuché bien lo que dijo? —preguntó Kadmiel impactado.

—Sí… ese canalla acaba de decirle que se decepcionó de ella —expresó por lo bajo Dinariel; su cara no estaba para nada feliz, y mucho menos Abeliel, quien apretó los puños por la indignación que sentía.

—Ese tipo… ¡es un desvergonzado! —señaló Alaniel a lo cual Leniel estuvo de acuerdo, mientras que Jofiel bajó la mirada con vergüenza; no podía entender qué es lo que movía a su hermano a actuar así; se sentía decepcionado, pero esto podría importarle nada a su misma sangre, en cuanto a los demás presentes… las caras más importantes de allí tuvieron sus propias reacciones.

—Yo lo hubiese abofeteado —indicó Mercuri, quien veía entretenida la situación en lo que era acompañada por un par de sacerdotisas vestidas de blanco con diferentes estilos, pero con los mismos ojos alimonados; este par, se horrorizó por lo que acababa de decir su reina, no obstante, no la contradijeron por temor a represalias, mientras tanto, desde otra punta, los oráculos estaban también observando.

—Mmm —expresó con cierta satisfacción Delfos, quien se acarició la barbilla con un par de dedos, y embozando una sonrisa soltó—. Es un sujeto realmente interesante.

—¿Qué tiene de interesante alguien tan rebelde como él… maestro? —por primera vez en todo el rato en que habían llegado, Altair le dirigió la palabra a lo que tenía más cercano a una figura paterna.

—Su actitud, es muy imponente. Como sea… esto nos permitirá ver qué tan capaz es la nueva líder —explicó retirando su mano de su rostro, y entonces prestó mayor atención, en cambio, Taruis, no podía mirar por la vergüenza ajena que le generó dicho comportamiento tanto de su maestro, como del mismo heredero, pero especialmente del primero. Por otra parte, e inclinándonos de regreso con Seitán, ella volvió a mirar a Belial, esta vez con mayor dignidad, como si intuyera lo que la multitud esperaba de ella, y entonces, le dirigió las siguientes palabras en respuesta a las suyas:

—Lamento haberle hecho esperar mi respuesta, príncipe de las tinieblas, pero creo que está haciendo un juicio precipitado —indicó, a lo cual volvió a reverenciarse—. Quizás en este momento yo no sea de su agrado, pero déjeme demostrarle, que mi padre no se ha equivocado a la hora de designarme como su prometida —Seitán había respondido con altura; sin prepotencias, y logrando que éste halcón de rapiña, volviera a tener una mirada punzante, porque en lugar de dejarse humillar, ella retomó exquisitamente la compostura en cuestión de segundos, y regresó a lo importante, de este modo obligó a Belial a seguirle el juego, o si no se volvería el villano de este encuentro.

—No se preocupe, princesa, he de admitir que ha sido un desliz, pues he visto bellezas incluso más exuberantes, por lo que se me ha escapado de los labios estas palabras —y haciendo una reverencia para corresponder a la suya, se disculpó, pero esto no mitigaba el daño que había causado, porque si bien mencionaba una cosa, sus palabras golpearon como el más feroz látigo a Seitán, quien entendía enseguida que su prometido se sentía agraviado por ella; él estaba dispuesto a hacerle la guerra—. Por lo tanto, déjeme darle la bienvenida a esta nueva etapa de su vida.




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