La tumba Añil

Capítulo 22: "Agua y Fuego"

Abeliel había usado de escusa la espada de Kadmiel para escapar de las preguntas de Alaniel, pero eso no evitaría que ese demonio fuera a entrometerse con él, aunque lo extraño fue, que en realidad Zelgadis no dijo nada cuando tuvo la oportunidad de hacerlo, por lo menos… no en los dos primeros días que pasaron de la recuperación de Abeliel, e incluso llegó la ocasión en donde este rubio regresó por tercera vez a ver la luna en un espacio abierto solo para él, pues era el momento en que debería revitalizarse una vez más de sus heridas, siendo acompañado así de una cálida noche en donde lo empatizaban una numerosa fuente de estrellas por encima de su cabeza, además, este momento de soledad, le ayudaba a reanimarse. Es así que pudimos verlo tantear la temperatura del lago al que iba a meterse con la punta de uno de sus pies, y al momento de confirmar la agradable sensación, decidió hundir la mitad de su cuerpo hasta la altura de su cintura, sintiendo un inmediato gozo por la actividad que llevaba a cabo. Sin embargo, sus ánimos se verían mermados muy pronto, porque una figura silenciosa como las serpientes y envuelta en una impaciencia atractiva, lo tomó del hombro para obligarlo a girarse, es aquí cuando sus miradas colisionaron de forma pintoresca, dejando así mismo pasmado apenas un segundo a Abeliel, pero… al reconocer esos significativos ojos azules, renegó de ese agarre, no obstante, éste personaje fue aún más temerario, y esta vez lo sujetó de ambos brazos con menos amabilidad, obligándolo así, a dejar de luchar.

—Zelgadis… —lo llamó por su nombre en forma de reproche y con cierta cantidad de pudor; a Abeliel no le estaba gustando para nada este nivel de intimidad que estaban teniendo.

—¡El mismo! —mencionó con orgullo, e inmediatamente, le echó una mirada con más detalle; los hombros de Abeliel eran nítidos gracias a los rayos de la luna; sus pectorales despedían un nivel de sensualidad involuntario que Zelgadis nunca antes había visto con esos reflejos de agua que lo hacían atesorar la vista, y por último… esos preciosos ojos verdes, o más bien… esa única joya que le había quedado luego de su confrontación, hizo que Zelgadis creyera que era un auténtico desperdicio—. Es en verdad una lástima… —indicó mientras soltaba uno de los brazos de ese ángel, quien permanecía callado e intrigado por esa forma de actuar suya; tampoco era posible que Abeliel pudiese ponerse a pelear con él en ese momento, pues mucho menos tendría la fuerza para ello; Zelgadis era superior a él, pero eso no significaba que se mostraría sumiso todo el rato, pues… a pesar de que retrocedió un poco cuando sus dedos se colaron debajo de su parche para remover éste, por fin Abeliel había reaccionado, y llevó así también su mano para sostener la muñeca de Zelgadis, a quien miró severamente.

—¿Qué crees que estás haciendo? —le preguntó, mientras que sus cabellos de oro finamente acomodados sobre el agua, y que no estaban del todo mojados, re afirmaban la escena tan encantadora que observaba ese demonio. Existieron algunas ocasiones en donde la especie de Zelgadis tembló debajo de esa mirada, pero en este momento era diferente a otros y es por ello que ese peliblanco se lo demostró al quedársele mirando, mientras aún sostenía con sus tres dedos ese parche, para luego cerrar los ojos tan solo un segundo y echarse a reírse un escaso momento, pues… no deseaba mantenerse en penumbras tanto tiempo para no tener que perderse de la hermosura de aquel ángel.

—¿No es obvio? —se inclinó sobre él, y con el agarre que tenía aún en su otro brazo, evitó que Abeliel retrocediera—. Estoy quitando lo que no corresponde con el cuadro —indicó tironeando suavemente ese parche que, por alguna extraña razón, se había desatado con apenas ese movimiento—. No es algo que te corresponda usar —al recibir esa respuesta, y sin dejar de sostener tampoco su mano, Abeliel cerró su único ojo, y le respondió algo ofendido:

—¿Qué puedes saber tú respecto a eso?, no es algo que tenga que ver contigo —le indicó, y ante la osadía de este ángel tan atractivo pero carente de fuerza, Zelgadis se enderezó sonriendo divertido, para luego terminar por carcajearse.

—Lo dice el que estuvo fisgoneando sobre mí hace un par de días atrás… —esto tensionó a Abeliel, e inmediatamente lo miró preocupado; su carita de susto era tan linda, que hizo aflojar un poco la risa de este demonio, quien a su vez desarmó el agarre, e inmediatamente, Abeliel aprovechó para tomar distancias, y cubrirse sus zonas vulnerables con sus manos, en cuanto al parche, éste permaneció en su lugar gracias a que se quedó enredado entre sus cabellos.

—¿Entonces… estuviste escuchando todo el rato? —especuló estando secretamente atemorizado.

—Encuentro normal que quieras saber de mí… aunque podrías haberme preguntado antes de estar secreteando, ¿no te parece? —esta sugerencia, hizo que Abeliel se mostrara dudoso, y que por un segundo, se le sincerada con inocencia a Zelgadis.

—¿Acaso… realmente me contarás la verdad? —dijo entre cerrando sus ojos, pues sentía aún una desconfianza palpable para con él, y esta tierna muestra de confianza de su parte, hizo volver a reír a Zelgadis, el cual se llevó una mano a la cintura mientras con la otra empezó a hacer ademanes para explicarse con él.

—Me fascina ver lo iluso que puedes ser; obviamente que tengo mis secretos, y no puedo desvelarlos así como así —le aclaró a este alado, quien enseguida rodó los ojos enfadado, pero por más enfadado que estaba, no podía darle la espalda, pues temía lo que fuera capaz de hacer.

—¡Entonces no puedo entender tus intensiones! —declaró a ojo cerrado, y mientras Zelgadis se disgustaba por la frustración que mostraba Abeliel, el ligero silencio que se plantó entre los dos, sirvió para que Abeliel recordara lo que éste le dijo… de hecho… sí que podía tener una idea de porqué se había vuelto un habitante de su sombra, así que, iniciado en este juego macabro, volvió a observarlo y le dijo—. No… sí que sé…




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