La tumba Añil

Capítulo 24: "Agarrados del cuello y la cabeza"

Si hubiese sido por Zelgadis, sin dudas no estaría teniendo esa aburrida charla con ese encantador ángel rebelde, sino que hubiese optado por hacer calentar el ambiente, y darle otro significado a la carente noche, no obstante… consideraba que pese a que sus heridas se habían vuelto un poco menos significativas gracias a su anterior comida, aún le faltaba para estar en buenas condiciones, por lo tanto, no quería arriesgarse a quedar en jaque solo por un poco de placer, pero… ya encontraría la oportunidad para ello (según él). Es así que, y siendo fiel a su palabra, dejó que su endemoniada alma bajara su temperatura, para dejarle el suficiente espacio a Abeliel para sentarse correctamente.

—Bien, bien, ya lo he hecho —elevó sus manos a la altura de su cabeza como si en parte se estuviera quejando, más solo andaba de payaso como siempre.

—Ah… si serás… —suspiró su contrario mientras se volvía a sentar correctamente, y a mirarlo de una forma poco amistosa. Por otro lado, este trato duró al menos medio segundo, generándole a Abeliel un pequeño cosquilleo en el corazón, pues… aquel que siempre andaba molestándolo, le sonreía con cierta amabilidad después de haber realizado esta actividad tan inapropiada, por lo que… si no fuese por esos cortes superficiales que aún notaba por todo el cuerpo de Zelgadis (tanto en el rostro como en sus brazos), quizás hasta podría hacerse pasar por un ángel más o un ser que pudiese inspirar confianza, pero… ¿a quién quería convencer con esa expresión tan relajante?... ¿a él?, pues… no, no debería, en especial por cómo lo había tratado hasta ahora; no le concernía bajar la guardia. Y de este modo, Abeliel decidió agregar otra oración a la conversación para retomar el tema—. ¿Qué tienes en mente para el problema de las formaciones umbrosas? —indagó él.

—Pues… —se inclinó a su altura haciéndose el interesante cuando extendió sus palabras—, ¡qué vayamos a buscar al culpable entre ambos! —se enderezó enseguida y convencido de su idea se llenó de ánimos mientras se llevaba sus manos a la cintura casi riendo—. ¡Incluso en el camino podré comer la cantidad de demonios que necesito para recuperarme! —hizo el símbolo de paz con una mano—. ¡Será como matar dos pájaros de un tiro! —a lo cual Abeliel, sin mucha emoción, le respondió:

—¿Me lo estás diciendo enserio…? —no es que le asustara pelear; ya lo había hecho contra uno de esos demonios tan poderosos, pero… a espaldas de su protegida, sería arriesgado, sin mencionar que podría ser escandaloso en el caso de que él muriera en el proceso, porque de seguro que Leniel sería juzgada como traidora—, es muy ries-… —pero antes de terminar, Zelgadis lo interrumpió:

—Sé lo que estás pensando, y no voy a dejar que nadie te lastime, después de todo, empiezo a tenerte cariño —le dijo divertido mientras le movía las cejas como si estuviera cortejándole, a lo cual Abeliel otra vez se disgustó con él… ¡Cómo es que podía ser tan comediante en situaciones tan serias? ¡Sería el acabose para sus amigos en el caso de que pasase lo peor!, y… como si ese peliblanco intuyera que Abeliel estaba dudando de su lealtad, le hizo hacer memoria sobre cierto suceso—. ¿Recuerdas cuando nos conocimos? —esta pregunta, aflojó un poco la severa mirada de Abeliel hacia él—. Ese día destruí a ese demonio el cual ni tú ni tus amigos pudieron derrotar.

—Sí, pero… —se apresuró a hablar con cierta duda en sus expresiones, no obstante, Zelgadis no se lo dejó pasar.

—Y te recuerdo que no solo no los maté, sino que también te ayudé a encontrar a tu otro amigo —se estaba refiriendo a Kadmiel, por lo que Abeliel parpadeó un par de veces, y en esta ocasión, ese demonio llevaba razón… Por algún motivo, Zelgadis permanecía cerca suyo pese a que podía ir por su cuenta, además, le había echado una mano a Abeliel aun cuando éste desconfiaba de él, aunque… no olvidemos que terminaron coexistiendo porque Zelgadis lo orilló a hacerlo… lo que lo hizo entre cerrar los ojos irritado, y aun cuando Zelgadis no supiera lo que ese rubio pensaba, le sonrió de forma traviesa esperando en silencio una respuesta afirmativa de su parte; era un desvergonzado por creer que podía obtener lo que sea que quisiese, pero… por otro lado, era verdad que ese demonio no dejaría de molestarlo, así que decidió acceder después de soltar un suspiro:

—Está bien… —dijo resignado, de modo que hizo el primer movimiento para salir de la cama.

—¡Perfecto! —le respondió feliz, y le dio a Abeliel el espacio suficiente como para levantarse de la cama, pero… cuando apenas quedaron frente a frente, Abeliel se quedó parado mirándolo, como si aguardara por algo, así que Zelgadis, confundido, le habló—. ¿Qué estás esperando?, cámbiate de una vez así podemos ir —a lo cual, muy enojado, Abeliel elevó su voz:

—¡Date la vuelta entonces! ¡No te voy a hacer ningún espectáculo! ¡Se decente por una vez! —por lo que lo obligó a voltearse, y en el proceso, Zelgadis reía—. Realmente no tienes modales… —se quejó el ángel en lo que se cambiaba, y Zelgadis, tan persistente por sí mismo, le echaba alguna que otra mirada a ese rubio de forma disimulada por encima de su hombro; aun con las restricciones de Abeliel, y escapando de vez en cuando a las miradas reprochadoras de éste, logró descubrir de su parte unas cicatrices que le dieron bastante curiosidad, no obstante, no preguntaría por ello al respecto, pues entrarían en una discusión que no quería desatar, pero lo guardaría para sacarle charla a este muchacho mucho más tarde.

—Listo… —mencionó Abeliel luego de terminar de cambiarse, y desvelando su nueva forma de vestir. ¡Y vaya que dejó impresionado a Zelgadis, porque si no mal recordaba, a ese ángel le gustaba mucho vestirse de blanco! ¡Pero ahora sus ropas combinaban un poco entre ellas al ser del mismo tono! ¡Qué lindo!

—¡Wow! ¡Me encanta tu nuevo estilo…! —apagó un poco su voz para que sonara algo coqueta, y luego se acercó a él rosando su hombro con el suyo para decirle—. Pero más el detalle de tu pecho un poco expuesto por esas dos líneas de tela… Es muy sensual… —aclaró, y Abeliel se despegó de él chasqueando la lengua en lo que se cruzaba de brazos—. Aunque ese moño blanco que has usado para atarte el pelo de lado, no está mal tampoco; me hace un poco de ruido… la verdad.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.