En medio de esta controversial charla, el heredero oscuro se estaba tomando el tiempo con unos asuntos personales, y por ello mismo, se había desviado hacia otra parte, aunque podemos decir que no era el único en tener que atender asuntos personales, ya que Abeliel y Zelgadis se encontraban paseando dentro de la primer abertura umbrosa que encontraron; no les costó mucho la verdad ubicar una de éstas, en especial porque su número se había extendido peligrosamente, permitiéndoles reducir su tiempo de búsqueda, en consecuencia, y de buenas a primeras, dieron con su primer huésped, del cual Zelgadis se ocupó para que Abeliel no tuviera ni que despeinarse.
—¡Uno menos! —expresó extasiado al acabar con tanta facilidad con él de un solo movimiento de mano, ya que logró abrirlo en canal, dejando varado por la impresión a Abeliel, el cual no apartó la vista hasta que Zelgadis empezó a… comer. ¿En verdad era necesario que hiciera eso?, y peor aún… ¿debía esperarlo? No era imprescindible mencionar en este caso que a Abeliel le resultaba desagradable esta clase de práctica, pero no podía tampoco ir contra la naturaleza de este hombre, además… debía agradecer que no se tratara de un devorador de ángeles o… algo por el estilo, de otra forma ya estaría muerto… Sin embargo, tenía la fortuna de que Zelgadis estaba con él solo para mantenerse oculto de… posiblemente, la persona que le causó esas heridas, las cuales ya no eran tan graves como los vislumbró en su momento, así que… lo único que debería hacer era llevarse bien con él; soportarlo hasta que decidiera marcharse con su cuerpo completamente curado, pero… ¡Ah! ¡Este último pensamiento le hizo caer en la cuenta a Abeliel que, si perdía a Zelgadis por este hecho, entonces no aseguraba que pudiese dejarlo vivo a él o sus amigos!, así que la preocupación se instaló de nuevo en el rostro de este precioso rubio pese a los jugueteos tan descarados por parte de este demonio, a quién aún sentía muy nuevo a su alrededor—. ¡Ah! ¡No ha estado tan mal! —dijo Zelgadis relamiéndose al terminar, pero entonces notó la expresión de Abeliel al verle, la cual lo motivó a llevarse ambas manos a la cintura y a juzgarlo con la mirada; se había puesto serio, pero no porque los acechara algún peligro, sino porque ese ángel no dejaba de darle problemas poniendo esa linda carita de preocupación—. ¿Y ahora cuál es el problema? Siempre que hay alguna cosa en tu cabeza, pones esa expresión —le dijo directamente, a lo cual Abeliel saltó suavemente en su lugar y observó a Zelgadis, quien estaba ahora manchado de sangre tanto en sus manos como en su rostro; por un momento, sintió que le habían arrancado la lengua como le sucedió a Alaniel, por lo que, gracias a esto, Zelgadis entre cerró los ojos para agregar—, y por tu reacción… seguro que tiene que ver conmigo, ¿ahora qué es? —dado que ese demonio de cabellos albinos había acertado, Abeliel bajó la mirada tratando de encontrar una excusa a su preocupación, no obstante, esa acción fue suficiente como para que Zelgadis lo fuera a encarar sin aún haber escuchado una respuesta que lo fuera a satisfacer, e inmediatamente, lo tomó del rostro de un modo para nada delicado—. Me estoy comenzando a cansar… —de inmediato, puso una cara que realmente daba miedo, pero en su lugar, obtuvo una respuesta propia de Abeliel, la cual fue que él lo tomara de su muñeca y se liberara de su agarre, sorprendiendo apenas un poco a Zelgadis por su cambio de actitud, quien tuvo el gusto después, de recibir los reclamos de Abeliel:
—¡No entiendo por qué esperas a que yo me sienta de lo más tranquilo a tu lado cuando se supone que habitas mi sombra a base de amenazas! —le recordó, y no contento con la expresión de desconcierto que provocó en su contrario, le dijo más—. ¡Encima no estoy seguro si en cuanto te cures vas a desecharnos! ¿Qué me asegura que vas a cumplir con tu promesa y no vas a matarme luego de estar bien? —la desconfianza de Abeliel era tan grande, que no pudo evitar salir a flote, y haciendo que los sentimientos que Zelgadis estaba experimentando, se acentuaran un poco más; no es que este asunto lo hubiese agarrado por sorpresa, o que ignorara sus métodos poco ortodoxos para pedir ayuda a un desconocido, en especial a un ángel como Abeliel, pero… por un segundo se salió de su leve impresión, y se puso a meditarlo mientras se llevaba su mano a la barbilla; las preocupaciones de Abeliel estaban bien fundamentadas, pues era como si lo tuviese como su rehén, por lo mismo, fijó sus añiles en ese muchacho de mirada esmeralda, y volviendo a dar con esa un poco salvaje belleza suya, sonrió un poco para entonces darle una respuesta:
—No hace falta que confíes en mí —le aseguró ahora cruzando sus brazos con cierto orgullo, y con un tono un poco más coqueto, añadió—. Lo único que tienes que hacer es observar lo que hago o dejo de hacer, ¿no te parece? —Abeliel aflojó sus facciones con la respuesta de este sujeto. ¿Cómo que solo debía juzgarlo por ello…? ¿En verdad seguiría actuando así de misterioso con él?, pero… en parte tenía toda la razón del mundo, puesto que no importaría qué le dijese, porque de todas formas Abeliel seguiría desconfiando de él gracias a su primer encuentro—. Por otro lado, voy a admitir algo para que te quedes tranquilo —indicó, lo que llamó más la atención de Abeliel.
—¿Qué cosa? —esta vez su voz se manifestó con más calma.
—No pretendo irme de tu lado —explayó, lo cual dejó un poco atónito a Abeliel.
—¿Qué…? ¿Por qué…? ¿Acaso no era solo para esconderte hasta que te curaras? —a lo cual esta vez, Zelgadis sonrió con un poquito de picardía; en parte Abeliel tenía razón.
—Claro, es más que nada por ello, pero también hay otra razón más —explicó mostrando ahora un dedo.
—¿Y cuál es…? —Abeliel estaba a la expectativa, no obstante, como de costumbre, Zelgadis le dejaría con las ganas.
—¡Suficiente! ¡Ya dije mucho! —indicó e inmediatamente, sacudió las manos entre sí como si eso fuera a quitarle los rastros de sangre reseca, y le dio la espalda a Abeliel—. Será mejor que sigamos.