Entre salto y salto, nuestros dos protagonistas se internaron en varias formaciones umbrosas, matando más demonios de lo que tenían planeado en un comienzo, y que en algunos casos, ya habían absorbido por completo a sus huéspedes, lo cual afectaba un poco a Abeliel en silencio, después de todo, se supone que su papel como ángel, era marcar un camino seguro para los humanos y liberarlos de esos seres atroces que los perjudicaban, pero… este arco tan sanguinario, no solo le revolvía el estómago, sino que también estaba afectando su ánimo.
—¿Estás bien? —le preguntó Zelgadis a Abeliel, a quien veía cabizbajo hace rato; pese a que era él el que luchaba la mayor parte del tiempo para que Abeliel no tuviera que levantar ni un solo dedo, lo notaba decaído, por lo cual, al ser llamado, ese precioso rubio levantó la mirada y entonces, con algo de cansancio, le respondió desmotivado:
—Me encuentro bien… —expresó después de soltar un suspiro, y volvió a fijar su vista en el suelo, de modo que Zelgadis se detuvo en su andar, obligando así a Abeliel a detenerse por inercia.
—Será mejor que tomemos un descanso por ahora —la repentina decisión de Zelgadis, le hizo despertar de su aletargado estado a Abeliel, para así mirarlo con algo de sorpresa ante esta elección.
—¿No fuiste tú el que dijo que deberíamos ir con prisa? —le mencionó con su ojo ahora bien abierto.
—Es cierto… —sonrió suavemente y luego se acercó a Abeliel—, pero no te preocupes, no se me escapará —extendió su mano para entonces agarrar la de Abeliel sin su permiso, es aquí que empezó a guiarlo con mucha más calma; ahora mismo no había necesidad para correr pese a que estaban de cacería, además, Zelgadis poseía una confianza abrazadora, así que no debería haber problema alguno. Sin embargo, Abeliel no pensaba lo mismo, aunque eso no hizo que se motivara a separarse de esa tomada de manos o a impedirle su proceder.
—¿Qué estás diciendo?, ya hemos matado a más de seis demonios; uno tras otro de maneras inenarrables, y las formaciones umbrosas no dejan de aparecer, ¿acaso te estás desviando de tu objetivo apropósito? —le preguntó con seriedad mientras iba detrás de él, observando que ahora entre los edificios tan escabrosos pintados de azules apagados, emergía un lago delante de ellos, así que Zelgadis dejó de avanzar apenas se lo toparon, y Abeliel se quedó un poco aturdido por el sitio—. ¿Por qué estamos aquí…?
—Como te gusta hacer preguntas innecesarias… —exhaló lleno de cansancio, para luego liberar la mano de Abeliel, e irse a lavar la sangre con la que estaba empapado en su rostro como en el resto de su cuerpo—. Solo descansa un poco… Y, para resumir, ese tipo se mueve más rápido que nosotros y está creando más de ellos solo para agotarnos; sabe que le estamos siguiendo el paso —le aclaró después de mojarse sus cabellos, es aquí cuando volvió a mirarlo, esta vez con el rostro limpio, y demostrando que sus cicatrices ahora terminaban de cerrarse, lo cual era natural porque Zelgadis había consumido a más de tres demonios, menos el último, ya que se llenó; a partir de ahora, solo dejaría cadáveres a su paso.
—No estás mintiendo… ¿verdad? —Abeliel lo miró con desconfianza, y entonces se le atravesó una idea inaudita por la mente—. No estarás… —de repente se sintió un poco avergonzado, y se llevó una mano nervioso a los labios, dejando ver que el atractivo rostro de ese demonio se expresara un tanto sorprendido al estar al pendiente de lo siguiente que diría—, ¿no estarás pensando en secuestrarme…? —si bien Zelgadis se había acostumbrado a la desconfianza de Abeliel para este punto, no esperó que su imaginación se le saliera de control, es más, se echó a reír sin dudarlo; se carcajeó bien fuerte por ello, haciendo sentir más incómodo a Abeliel, quien retrocedió un paso, pues creyó que esa risa lo decía todo, así que, se dio la media vuelta, e intentó escapar, pero Zelgadis, al dar con este ademán, de inmediato se fue a buscarlo, tomándolo de este modo de uno de sus brazos y con el otro rodeó su cuerpo—. ¡No! ¡Suéltame! ¡Eres un indecente! —dijo bastante atemorizado de que este tipo le hiciese algo, y aunque Abeliel se retorcía, no podía escapar, no obstante, cuando Zelgadis se acercó a él pegándose a su cuerpo, le susurró:
—No es un mal plan, si me lo preguntas —indicó él mientras lo miraba con una sonrisa muy divertida, y para nada peligrosa; solo parecía estar burlándose de él.
—… —cuando Abeliel dio con ese rostro mojado y atractivo, la cara se le tiñó de un color carmín muy poderoso, el cual juzgó Zelgadis como algo hermoso, pero inmediatamente ese rubio apartó el rostro hacia otra parte para evitar mirarlo, a lo que supuso que se dio cuenta de que había hecho una escena innecesaria en base a todo lo que le había hecho hasta ahora.
—¿No vas a seguir quejándote ni acusándome? —le preguntó en base a su repentino silencio, pero reafirmando su agarre en Abeliel, el cual pudo notar su tensión; quizás era poco apropiado el lugar para realizar un coqueteo, pero no podía negar que Abeliel lo estaba tentando a actuar.
—No… no confío en ti —dijo en un tono bajo, a lo cual Zelgadis aflojó su mirada llena de diversión; le gustaba ese lado tímido de parte de Abeliel; era tan adorable y persuasivo, aun así… seguía sin ser el momento.
—Qué pena… —murmuró Zelgadis apegando su rostro al de Abeliel desde un lado, quien se vio obligado a inclinar su cabeza debido a la cercanía, e instintivamente también lo hizo para no mojarse, a lo cual, dicha escena quedó plasmada en el lago oscuro que estaba detrás de ellos en sus aguas; otra vez ese espejo divino dibujaba un romance que quizás… estaba destinado a formarse sin saberlo, e insistentemente los deseos que ese ángel despertaban en ese demonio, lo estaba fulminando con cada paso, en especial por ese relajante aroma que despedía… ¿acaso no era césped recién cortado o madera?; este curioso aspecto de Abeliel, impulsó a Zelgadis a hacer algo que no tenía planeado debido a lo embelesado que se sentía, y de esta forma, su nariz se deslizó por el cuello de Abeliel, produciéndole a éste un leve cosquilleo.