Zelgadis y Abeliel se habían desenvuelto en el problema que les dejó Belial, pero aún quedaba otro que involucraba tanto a CN y a su alteza de luz: Seitán, quienes habían sido abandonados también por el mismo que le estaba causando problemas al par mencionado.
—¿Qué ocurre? ¿No piensas decir nada? —lo desafío Hangra, al mismo tiempo, éste se llevó una mano a la cadera con un aire de victoria en su rostro; si bien, sabía que no ganaba nada con decir este tipo de cosas, era propio de su naturaleza demoniaca disfrutar de cada mal momento que provocaba. Sin embargo, no esperó que Seitán se entrometiera.
—¿Tienes idea de lo que estás planteando, Hangra? —si bien Seitán había sido afectada por esta carta inmunda, no le duró mucho la sorpresa, porque no planeaba dejarse llevar por las jugarretas de alguien de su calaña; ya tenía bien en claro que no podía confiar en un tipo de su estirpe, no obstante… la importancia que había adquirido dicha intromisión se vería afectada, gracias a que CN decidió seguir participando de la charla:
—No se preocupe por mí, alteza, puedo responder a su pregunta —indicó CN con ese porte relajado que lo caracterizaba y fingía de a momentos, de modo que Seitán se sintió desconcertada por su rechazo, e instintivamente, Hangra volvió a sonreír después de que la heredera de la luz le borrara aquella por un momento, de ahí CN se dirigió a ese demonio que los acompañaba—. Tienes razón…
—Oh… —expresó con regocijo.
—Si he de amar mucho a su alteza, aunque no es desde la posición que tú esperas —le relató, haciendo que de inmediato el rostro de Hangra se agrietara por la atrevida respuesta; en la explicación de CN no había ningún ápice de duda en lo que decía, o alguna pista de que pudiese estar mintiendo, lo que enloquecía secretamente a quien lo había provocado—. Pero si fuera el caso, no dudaría en renunciar a ellos con tal de ver feliz a su majestad.
—CN… —Seitán se vio conmovida por dichas palabras, así que la discusión mal intencionada había perdido su peso de un momento a otro, de modo que Hangra lo miró mal entrañado, y estuvo a punto de seguir con la discusión, hasta que llegó a ver en la lejanía a su “hermano”, a lo que se resignó diciendo:
—Bien… no me adentraré más profundo en este asunto, aun así… —descontento por la paliza filosófica que le fue entregada, le dijo a CN—, ojalá seas capaz de cumplir tu palabra —y es así que Hangra se retiró al fin, sin recibir un nuevo reproche de parte de CN; esta vez él no lo detendría debido a al inesperado argumento con el que lo había atacado, además, la heredera fue quien le dirigió unas fugaces palabras a él:
—Es muy considerado de tu parte decir eso, CN; eres muy fiel —a lo cual su protector se giró hacia ella e hizo una suave reverencia agradeciendo su cumplido.
—No se preocupe mi alteza, estoy dispuesto a hacer eso y más si es necesario; es parte de mi misión… —y justo después, un par de pies se pararon detrás de él; ni siquiera los había escuchado, al igual que tampoco sintió su presencia hasta que se detuvo detrás suyo; había una energía aterradora que se asentó en un parpadeo; creyó por un segundo que ésta iba a despedazarlo.
—Y espero que también estés dispuesto a esfumarte —le indicó Belial nada amable, pues había al fin llegado al encuentro que se debía de realizar con la heredera, de modo que, CN, quien le temía en secreto a éste, se enderezó y le dejó el paso libre hacia Seitán, fingiendo esta vez que no se había alterado ni un poco.
—Bienvenido de nuevo, luna creciente del páramo —CN le echó una mirada rápida a Seitán como para asegurarse de que ella quisiera que los dejara a solas, y ella asintió, a lo cual CN hizo otra reverencia esta vez para ambos, aunque a la única de las dos entidades que tuvo en cuenta fue a su protegida—. Llámeme cuando lo vea prudente, su majestad —avisó, y entonces, abrió un portal para dirigirse al lugar que se encontraban sus camaradas, en donde se cruzó de inmediato con uno de ellos del otro lado—. Seon…
—CN, llegaste —comentó este otro ángel. En su caso, éste poseía un color azulado igual que el suyo, con la diferencia de que su cabello era largo y trenzado, mientras que sus ojos, de un agua marina tremendamente claros e incluso más agudos que los de un demonio, lo miraron un tanto desconcertado—. ¿No te ibas a quedar con su alteza?
—No… —su negativa expresaba una cierta decepción mezclada con impotencia; con una ira que no podía ni quería contener, a lo cual Seon, quien era significativamente perceptivo dijo:
—Es mejor así, su alteza debe de ganarse la confianza del heredero oscuro como para asegurar que todo salga como el supremo de luz dicta —sin embargo, CN en algún punto se sintió ofendido, es por eso que entonces pasó por al lado de Seon chocando violentamente con su hombro—. ¡Hey! —se quejó éste y vio a CN retirarse—. Este muchacho… —tal vez Seon no podía evitar ser sincero al respecto, obligando así sin querer a CN a soltar por un segundo sus verdaderos colores, cuestión que desestimaba, pues claro… teniendo el título que sostenía semejante chico, entendía que tarde o temprano, hallaría la paz sobre aquello que lo condenaba. A todo esto, la reunión de Seitán y Belial apenas empezaba.
—Al fin a solas —comunicó Belial después de sentarse, más luego, cerró los ojos como si pretendiera dormitar, lo cual descolocó a Seitán, quien esperaba al menos una disculpa por su retraso; era lo mínimo que podía hacer cuando fue él el que se retiró a hacer quién sabe qué, aun así… ella tenía claro que debía agradarle al heredero de oscuridad, ya que, bien sabía que con él era su felicidad después de todos sus esfuerzos; así se lo había hecho entender el supremo de luz. Por otro lado, quizás los modales de Belial no estaban siendo de lo más adecuados, pero ahora que se detenía a apreciar esa belleza que lo caracterizaba, sin dudas valía mil porciento el sacrificio que daría solo para poder ser sostenida entre esos fuertes brazos. Sin embargo, era una lástima que Seitán no hubiese visto a Zelgadis o se permitiera apreciar más detenidamente a Abeliel, porque ambos por su lado, poseían una belleza sobrenatural capaz de conquistar con una mirada a quien los viese, pero ella… ella estaba cegada; ceguera que la llevaría a la perdición.