Este mundo está lleno de actuaciones, en especial en uno como el de nuestros protagonistas, en donde a veces fingir significaba la diferencia entre la vida y la muerte, lo que para esta ocasión definitivamente era el caso. Sin embargo, hubo algo en lo último que dijo Zelgadis que no le terminó de cerrar al guardia, ya que no podía dar crédito a su prisa, principalmente porque así no es cómo funcionaba la magia de curación.
—Joven demonio, no puedes apresurar de esta forma las cosas, ya que los ángeles necesitan un tiempo de reposo —le mencionó aquel individuo, el cual empezó a guiarlos dentro de la aldea—. No son como los demonios que tienen una regeneración casi milagrosa —explicó.
—No es mi intensión ofenderlo, señor, pero es que nuestra circunstancia no nos permite quedarnos más allá de lo indicado —mientras Zelgadis hablaba, Abeliel no podía evitar impresionarse por esa forma de abordar la situación, pues… ¡cuánta habilidad poseía en su labia!
—¿Tan grave es su falta? —el entrecejo de ese buen neutral se frunció en preocupación, pues si era tan terrible, entonces podría comprender el apuro de ellos—. ¿Entonces ya tienen una idea de a dónde irán?
—Sí, así que no debe preocuparse al respecto —asintió Zelgadis, a lo cual éste miró a Abeliel, quien lo observaba con una gran atención, y lo hizo poner en situación cuando le dirigió el siguiente comentario—. ¿No es así amor? —le dijo con bastante alegría, y entonces Abeliel se ruborizó un poco, pero eso no significó que no tuviera que poner algún esfuerzo de su parte para fingir simpatía.
—Sí… —dijo con algo de nervios; aunque Abeliel había sido escueto en su respuesta, le daba una sensación extraña en todo el cuerpo el tener que actuar con Zelgadis, más que nada cuando a éste se le daba genial.
—Bien… —el guardia, quien se veía ahora un poco menos convencido que antes por el peculiar comportamiento de la pareja de Zelgadis, hizo una consulta más después de detenerse delante de una choza modesta—. ¿Cómo se llaman? —este curioso dato, no era menos importante, y de hecho… no habían pensado en eso, así que tendrían que improvisar sobre la marcha, cosa que hizo de inmediato Zelgadis sin levantar sospechas.
—Hidroxi es el mío y el de él es Deoniel —ambos nombres tenían nulos títulos en el plano en el que convivían, así que lo más probable era que solo pasaran por dos seres comunes, cosa que lograron, pues este sujeto era demasiado iluso, así que la expresión de ese guardián por fin volvió a aflojar, y les extendió la llave que les correspondía.
—Entiendo, en ese caso tomen esto, y antes de irse, procuren avisarme; estaré en la entrada principal de la aldea por cualquier cosa que necesiten, aunque no creo, ya que esta choza está bien equipada —indicó, y Zelgadis recibió la llave.
—Muchas gracias.
—De nada, ahora esperen un segundo, iré por uno de los neutrales para brindarle los cuidados necesarios a su pareja —aclaró, y entonces entre ambos asintieron, de ahí entraron a la vivienda, en donde efectivamente encontraron todo lo que necesitaban e incluso más, ya que las comodidades eran propias de una familia estilo clase media. Por otro lado, transcurrió apenas unos minutos después de que Zelgadis acomodara a Abeliel sobre la cama para que pudiese descansar más a gusto, y finalmente llegó quien lo atendería, ahora lo único que restó hacer fue dejarle el trabajo a ese neutral, quien después de atenderlo, se retiró junto al guardia que lo había traído hasta allí, más luego, se fueron dándoles la buena noche.
—Vaya que si fueron muy amables —Zelgadis soltó este comentario al aire, y Abeliel respondió ya menos adolorido que antes, pero genuinamente agotado de tanta acción nocturna.
—No todos los neutrales son escapistas; en su mayoría no desean pelear, así que mientras no comprometan su paz, ellos ayudarán a quienes puedan —le explicó Abeliel cerrando sus ojos, en cuanto a Zelgadis, él tomó una silla de madera, la puso a un lado de Abeliel y se acomodó de forma inadecuada sobre ésta; estaba usándola al revés para apoyar sus brazos sobre la zona más alta del respaldar, mientras sus piernas se encontraban abiertas por completo para sentarse.
—¿Tan importante es la paz para ellos? ¿Acaso no se aburren de estar así todo el tiempo? —expresó con cara de tedio, mientras que ese rubio soltó un suave suspiro antes de responder a su inquietud al abrir los ojos.
—Piénsalo de esta manera… No tendríamos la posibilidad de hablar así si siempre estuviéramos peleando, o incluso… de poder hacer alguna otra actividad provechosa —aclaró.
—Ciertamente —dijo rascándose entonces la barbilla, pero de inmediato esa expresión pensativa en Zelgadis desapareció, porque fue remplazada enseguida por una enorme sonrisa—. ¡Pero al menos está la ventaja de que puedo tenerte cerca de mí en la cama! —es aquí que se echó a reír, mientras que Abeliel soltó un suspiro pesado, e interrumpió su carcajeo con sus palabras:
—La verdad es que he perdido muchos compañeros, y no quiero seguir viendo más derramamiento de sangre —en esos divinos ojos verdes, se veía la tristeza florecer en un tono delicado y limpio, casi como si fuera la previa a las lágrimas, las cuales nunca salieron, pero lo que sí pasó, fue que después de haber interrumpido la risa de ese albino, éste se vio… un poco incómodo al momento, y por lo mismo, no supo qué responder, no obstante, este hecho, le recordó algo a Abeliel, así que enseguida le rememoró a Zelgadis algo que pasó hace relativamente poco—. Por cierto… no soy el tipo de ángel que cambia de tema abruptamente, pero me da curiosidad ahora que veo esa expresión tuya tan… contrariada —le contó, atrayendo de este modo la atención de su compañero—. ¿Por qué te enojaste tanto cuando hablábamos de mi pasado?
—¿Tú pasado…? —Zelgadis se vio confundido y se puso a investigar en su cabeza al respecto, hasta que por fin dio con la dichosa después de que Abeliel le asintiera; ¡claro!, fue cuando le contó los orígenes de esas cicatrices en su espalda, de modo que Zelgadis entre cerró esos preciosos añiles que tenía, y entonces agregó hablando con más seriedad—. Pues… me sorprendió que ni siquiera tengas una pizca de resentimiento hacia esa situación o hacia el sujeto, además… —agarró la cabecera de la silla y tiró su cuerpo hacia atrás estirándose de esta manera—, no me gusta la idea de que alguien más te toque… me aborrece por algún motivo…