La tumba Añil

Capítulo 31: "Dar para recibir"

La terrible noticia que había soltado el príncipe Lidciel con ellos, había desbloqueado un nuevo miedo del cual no poseían el suficiente tiempo para admirar, por lo tanto, Leniel despejó su mente para retomar el hilo actual.

—Entendemos perfectamente su significado, príncipe Lidciel, aunque me temo que no es momento de pensar en ello —advirtió la castaña, y entonces agregó a la charla—, es por ello que encuentro mejor que dejemos el tema para otro momento. Ahora… ¿tiene alguna información más que agregar? ¿Sabe al menos acaso cómo se llama el que está detrás de todos estos atropellos? —es aquí que se ve a Lidciel acomplejado, como si no recordara bien todo lo acontecido en su reinado, de modo que empezó a sudar frío, pero… justo cuando comenzaban esos tres a perder las esperanzas sobre a aquellos que se enfrentarían, al final obtuvieron una expresión positiva por parte de Lidciel, la cual les dio a entender que había recordado algo importante.

—¡Ah! ¡Claro, sí! De hecho… su líder de se hace llamar Reas, y es alguien bastante… imponente… en especial por la quemadura que tiene en la mitad de su rostro… —explicó señalándose la cara para acompañar su descripción, a lo cual Kadmiel respondió:

—Reas… No esperé que encontraríamos a ese tipo aquí —a lo cual Alaniel sujetó de la manga a su compañero centinela, intentando que de este modo le diera alguna explicación, pero por el momento Kadmiel se negó—. Te lo contaré luego.

—Así que Reas… —acto seguido, Leniel cerró los ojos como si estuviese meditando algo.

—¿Es tan malo? ¿Es acaso un sujeto que no podrán confrontar? —dijo preocupado el príncipe, a lo cual Leniel negó con su cabeza, y volvió a abrir los ojos.

—No se preocupe, es alguien a quien podremos detener con seguridad, por lo pronto, nos retiraremos hacia sus dominios —indicó, y miró a sus camaradas, quienes asintieron junto con ella, luego volvió con el príncipe—, sea paciente por favor, enseguida regresaremos con más noticias.

—Muchas gracias… que la gloria del supremo siempre la guíe… —le dijo Lidciel a Leniel, y ella le contestó:

—Y que su poder bendiga su camino —y una vez terminada esta despedida, los ángeles se separaron de los neutrales para dirigirse a los dominios demoniacos cercanos.

***

El día seguía de lo más altivo o al menos eso era lo que aparentaba ser, pues durante su recorrido, empezaron a tener señales que los alertaron, en especial a Leniel, quien lograba ver en ocasiones extrañas ondas en las cercanías, como si en algunas zonas el calor fuese más fuerte e hiciera deformar el aire, para colmo, se sumaban la obvia pérdida de tiempo, lo que hizo que Kadmiel soltara un comentario:

—¿Me parece a mí… o no estamos llegando? —dijo ese samurái al darle una ojeada a los alrededores—, es como si todo se repitiera sin fin…

—Si calculo el lapsus que ha transcurrido, puedo decir que estamos atrapados en un espacio temporal; no es como el dominio de Baal, así que al menos no seremos atacados constantemente como antes —informó Leniel apenas se dio cuenta, a lo cual Alaniel suspiró aliviado, pero enseguida tiró de las mangas de sus compañeros para que vieran su lenguaje de señas.

—“¿Entonces esto es para retrasarnos?” —la idea que planteaba Alaniel sonó muy acertada, por eso mismo se miraron entre ellos Kadmiel y Leniel, a lo cual esta última le respondió mientras el otro se cruzaba de brazos con seriedad:

—Si ese es el caso… quizás todo esto ha estado siendo planeado desde el comienzo. ¿Por qué querrían retenernos? —a lo cual Kadmiel agregó:

—Supongo que Reas está recibiendo órdenes de más arriba… No puedo evitar sentir que él está disfrutando de esto mi señorita… —es aquí que Alaniel aplaudió y preguntó con señas de nuevo:

—“¿Quién es ese?”

—Será mejor que dejemos el tema… no es momento para ir especulando; Solventa no va a poder esperarnos eternamente —lamentablemente en esta ocasión Alaniel debería esperar más de una oportunidad para poder saciar su curiosidad, y aunque esto le irritaba un poco, no era algo que considerara como urgente de saber, pues conocía perfectamente la situación, es de este modo que Leniel, sin saber sobre los amables pensamientos de su compañero de armas, se dirigió al guardián que tenía la katana—. Kadmiel, has los honores por favor —a lo cual ese pelinegro asintió.

—Sí, mi señorita —es así que dio un par de pasos por delante de sus amigos, y entonces, desenvainó su espada colocándose enseguida en posición, más sin titubeos, hizo un corte limpio en el aire, el cual le permitió dividir la dimensión en la cual estaban atrapados, lo que dejó boquiabierto a Alaniel, y mientras se desquebrajaba el ambiente en lo que Kadmiel guardaba su espada, Leniel se rio un poquito por la expresión de ese chico, quien la miró señalando a ese samurái aún en ese estado, a lo que ella le contestó:

—Kadmiel puede romper los espacios temporales, pero no los espacios creados por otros, pues estos se derivan en otros planos dimensionales; lamentablemente él no podía ayudarnos aquella vez que quedamos atrapados por culpa de Baal —le dio una leve explicación, pero apenas logró entender ese muchacho su lección, el sonido de la espada de Kadmiel al ser sellada en su vaina se acalló, y se reveló que detrás de lo que era ese velo temporal, una banda de demonios los rodeaba con una pronunciada sed de sangre, pues habían llegado al campamento de ellos ya de noche; al final sí habían desperdiciado gran parte del día en este pequeño desvío; era una desgracia que en el plano avanzara tan rápido la hora cuando quedaban atrapados en esas cuestiones sin darse cuenta, pero al menos, habían llegado a dar con su objetivo inicial.

—Kadmiel… —una voz casi gutural llamó al ángel espadachín, quien enseguida levantó la vista hacia el que le solicitaba su atención, y es así que dio con el culpable de sus males pasados, presentes y futuros.

—Reas… —susurró el morocho, el cual cruzó miradas con un demonio que tenía una máscara blanca que le cubría la mitad del rostro, sin embargo, ese par de ojos azulados con ese rubio cabello ceniza suyo, estaban intactos mirándolo con desprecio; incluso esa piel que lo hacía ver como un cadáver muy atractivo y casi de la misma altura que Kadmiel, le daba un toque especial a esa figura altiva uniformada.




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