Como si las hojas de los árboles grisáceos se helaran hasta llegar esta sensación hasta el tronco de sus ramas, así se sentía el ambiente de un encuentro poco agraciado, el cual se reflejaba en unos solares que desprendían una calidez envuelta en una amargura disimulada, mientras que, en los añiles opacos que no estaban muy lejos de éstos, se expresaba una mirada de desprecio total al lado de una cicatriz permanente; era el estigma de no haber conseguido sus objetivos y al mismo tiempo significaba un recordatorio inherente de su humillante fracaso; al final… Kadmiel demostraba ser más que solo un trozo emocional.
—¡Preparados! —advirtió Leniel desde el público que estaba compuesto de demonios, un ángel y un mixto, de modo que aquí se escucharon las espadas ser desenvainadas mientras los dichosos dueños se ponían en posición para por fin saldar cuentas de un pasado doloroso; era el momento.
—Veamos quién es el que prevalece sobre el otro esta vez… ángel —le soltó Reas envuelto en una confianza desmesurada, mientras que Kadmiel entre cerró los ojos y le respondió con un tono algo bajo por lo desagradable de este destino:
—Guárdate tus palabras para ti… —es aquí que Leniel soltó un pañuelo y luego dio la señal para comenzar la pelea, lo que los impulsó a ambos individuos a dirigirse cómo imanes el uno hacia el otro—. ¡Demonio! —estas últimas palabras iban cargadas de mucha ira acumulada, que explotaron apenas sus espadas chocaron con enormes chispas, dejando notablemente impresionado a su público, pero especialmente a Alaniel, quien no podía dejar de alabar con la mirada las habilidades de su maestro, y mientras tanto, Reas estaba demostrando que el estilo de esgrima que utilizaba ahora estaba más pulido que en otros tiempos, pero Kadmiel tampoco se quedaba atrás y remataba con la misma elegancia que su contraparte, aunque todo esto con una intensidad que cortaba el aire, y así mismo, la respiración de todos.
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En una época más dulce que la actual…
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Dentro de los campos ancestrales, en donde los ángeles más jóvenes eran entrenados y en donde la guerra entre ambos grupos aún no llegaba a ser tan cruda como ahora, dos jóvenes guerreros entrenaban a solas por su cuenta dado que su devoción por la justicia era mayor que los otros que descansaban en la lejanía; no obstante, pese a lo exhaustos que se encontraban sus demás compañeros, eso no les impedía terminar por opinar sobre ellos.
—Es impresionante lo mucho que se esfuerzan aquellos dos… —expresó uno de los guerreros que descansaban en la otra punta del campo aún con la respiración agitada.
—Kadmiel es muy fuerte; apenas ha sudado, pero Leniel… —dijo otro con el tono de voz más ralentizado.
—Sí… ella se ve mucho más agotada, y sin embargo se esfuerza más que cualquiera; le cuesta mucho seguirnos a todos el ritmo, pero Kadmiel va y le dedica una buena parte de su tiempo para que ella mejore sus habilidades —indicó.
—Ambos llegarán muy lejos, ¿no lo creen? —les mencionó un recién llegado, quien se trataba de un ángel rubio tan joven como ellos, el cual cargaba con un arco.
—¡Abeliel! —mencionaron entre todos al verlo llegar.
—¡Hola a todos! —soltó él mientras los observaba arremolinarse a su alrededor—. ¿Tienen energías para charlar pero no para entrenar? ¿En dónde ha quedado su pasión? —les preguntó con un tono relajado pese a que aquello sonara como un regaño.
—Tenemos derecho a descansar, ¿no?, al fin de cuentas, para eso existe el libre albedrio; si ellos deciden desgastarse más pronto, no podemos detenerlos —aclaró uno de los muchachos, y Abeliel lo miró con una sonrisa preocupada; si bien tenía razón, pero aun así, con los tiempos que corrían, él creía que esforzarse un poquito más, no hacía daño a nadie.
—¡Agh! ¡Miren, ahí está de nuevo! —señaló uno de los ángeles en voz baja, es ahí que todos indagaron, incluyendo el mismo Abeliel, dando de inmediato con un individuo que no pertenecía a su grupo, y que por su energía… era un demonio; un demonio joven buen mozo, de cabello rubio opaco, pero de unos ojos azules muy vivaces, los cuales emitían un aura de bondad junto al resto de su persona, generando una especie de confianza hacia él sin quererlo, más este demonio no terminaba de convencer al resto del pelotón que allí practicaba, de modo que las críticas se manifestaron como fuentes de veneno entre murmullos.
—¿Qué está haciendo aquí…? ¿Acaso no se da cuenta de que estamos en guerra? —preguntó uno, a lo que los demás, se unieron a sus consultas.
—No parece que tenga miedo… Miren cómo habla con Leniel y Kadmiel como si no existieran las diferencias entre ellos… —dijo otro indignado; obviamente no estaba aprobando para nada ese encuentro.
—Lo que yo no entiendo es cómo aún no lo han echado si es del bando enemigo —comentó otro confuso, más Abeliel aclaró esa duda.
—No lo han hecho porque no ha representado ningún problema hasta ahora —indicó adelantándose un poco a los demás.
—¿A dónde vas Abeliel? —preguntó uno de los muchachos al ver que se estaba alejando.
—A saludarlo —miró a su joven compañero por encima de su hombro y le sonrió respetuosamente—. Es de mala educación no hacerlo —es así que se alejó de ellos a paso calmado, pero… ninguno lo siguió por temor a los rumores que bien arraigados estaban dentro de la comunidad angelical, y aun pese a saber sobre ello, Kadmiel, Leniel y Abeliel, se permitían hablar con este novedoso demonio, quien sin dudas era muy simpático con ellos—. Buen día, Reas, veo que hoy también te has escapado de tu entrenamiento.
—¡Oh! ¡Hola Abeliel!, no sabía que estabas aquí también —aquí Kadmiel los interrumpió a los dos:
—Llegas en buen momento Abeliel, ¿acaso no podrías decirle que se vaya y que retome su entrenamiento? Es peligroso para él andar de aquí para allá en las circunstancias en que se encuentran nuestras comunidades; podrían matarlo —expresó seriamente.