La tumba Añil

Capítulo 33: "Una triste enemistad"

Para las circunstancias que nuestros héroes estaban atravesando, quizás no era necesario que corrieran, tampoco se trataba de que estuviesen lo suficientemente desesperados como para olvidarse que podrían usar sus aretes, intensificar sus poderes, y llegar más pronto, pero lo cierto era, que tampoco Reas se los pondría fácil, porque según él, debían marchar a pie, o podrían ser detectados si estos dos ángeles llevaban a cabo dicha tarea, así que… agitados como estaban surcaron grandes distancias, teniendo fe ciega en quien los guiaba, hasta que… de la nada, atravesaron un claro del bosque platinado. Es aquí que sus pies perdieron el piso, y sus cuerpos flotaron un segundo en un vacío oscuro lleno de estrellas que apenas brillaban; no reconocían sus alrededores; no era el plano de siempre, lo que les hizo caer en la cuenta que quizás todos habían llegado al lugar equivocado.

—¡Kadmiel!, ¡Reas!, ¡traten de no separarse! —dijo Leniel, quien estaba suspendida en ese limbo, a lo que Reas le respondió:

—No hay de que preocuparse, ¡aún no nos han detectado, estoy seguro! —y apenas este rubio dio por hecho este dato, en un parpadeo, la escena cambió a un recibidor majestuoso, que variaba en tonos bermellón con dorado; es aquí que apenas y pudieron admirar semejante espectáculo, porque muy pronto cayeron sentados en sus posaderas, mientras el dolor de haberlo hecho, se instaló unos incómodos minutos en ellos, que pronto los hicieron sentir culpables por el leve retraso.

—Debemos… levantarnos —aclaró aún afectada la chica, pero eso no le impidió llevar a cabo su misión.

—Tienes… ¡razón! —es así que también Kadmiel logró ponerse de pie mientras un pasmado Reas los observaba desde el suelo, más luego, con un dejo de envidia en su corazón que logró disimular les soltó con una sonrisa:

—¿Por qué no me ayudan a mí también a levantarme? —estiró su mano hacia ellos, pero más cerca de Leniel con la intensión de que fuera ella quien lo acogiera, no obstante… para decepción de este chico, fue Kadmiel el que lo hizo.

—No tienes remedio… —expresó ese ángel, logrando desbloquear por un momento, la cara de molestia de Reas, y aun así lo ayudó a levantarse; no es como si no le hubiese importado lo que aquel rostro le revelaba, pero con la emergencia que tenían, no era momento como para empezar desacuerdos, ya que deberían estar más unidos que nunca—. ¿Sabes para dónde hay que seguir en este lugar? —le consultó el ángel samurái, a lo cual Reas asintió aflojando un poco su expresión.

—Es por allá —señaló con una mano hacia unas escaleras alfombradas, las cuales estaban conformadas de preciosas decoraciones que brillaban debajo de la tenue luz que yacía sobre ellos, de ahí Leniel y Kadmiel asintieron para emprender vuelo, sin impórtales dañar ni un poco el estampado que tenía ésta, la cual también la componía una serpiente negra que… en muchos casos, era considerada símbolo de malos presagios por los seres celestes. Desde aquí, recorrieron varios pasillos; se perdieron en diferentes habitaciones, dejando en evidencia que Reas no estaba seguro de la posición exacta de su compañero, o al menos hasta que se le ocurrió que bajaran por una trampilla que detectaron gracias a que Leniel casi se tropieza con ella.

—¿Estás seguro que deberíamos ir por aquí? —preguntó Leniel mientras Kadmiel levantaba la puerta, dejando ver unas escaleras de piedra que iban cuesta abajo; la oscuridad que allí se detectaba daba una enorme desconfianza a la futura avatar, y se le detectaba en el rostro.

—Sí, además, es el último lugar que nos falta revisar —esta frase hizo que Leniel entre cerrara los ojos con sospechas, es así que volvió a mirar a Reas, como si esperara algo.

—¿Qué ocurre? —preguntó el rubio confundido—. ¿No quieres bajar?

—No es eso… —Leniel miró de nuevo la entrada, y Kadmiel apretó un poco los labios observando la reacción preocupada de su compañera, pero no expresó comentario alguno—. Sigamos.

—Sí —Reas asintió posteriormente, para luego ser el último en bajar con ellos. Ahora… si bien el interior se veía al comienzo en penumbras, a medida que bajaban, una luz azulada; fría; desapegada de todo sentimiento profundamente amable, se hacía un poco más nítida, hasta que lograron dar con el fin de ese recorrido tan trasgresor, y en el cual se encontraron… con un paisaje estremecedor…

—¿Cómo es que dijiste que… Abeliel fue secuestrado? ―indagó Leniel casi sin voz en lo que observaba detenidamente el panorama azul apagado, en donde en varios contenedores destacaban por los claros, y demostraban que, dentro de ellos, yacían restos angelicales que le revolvieron el estómago tanto a ella como a Kadmiel.

―¡Ugh! ―Kadmiel se llevó una mano a la boca para evitar vomitar, y ya en este punto, Leniel había perdido la paciencia, en especial cuando en el fondo del cuarto, estaba Abeliel clavado a una madera, como si estuviera crucificado, y con miles de heridas en el cuerpo; había tanta sangre que… obviamente que entre él y Leniel lo dieron por muerto.

―¡Responde! ―le exigió vehemente girando hacia él por su falta de respuesta.

―Oh… Mi amada Leniel… no deberías alterarte tanto… ¿Acaso no los traje hasta aquí con el fin de reencontrarse con Abeliel? ―les preguntó con una sonrisa penumbrosa, lo que hizo que a Kadmiel se le pasara el mareo enseguida, y lo mirara con ojos afilados; ese tono que usaba… ¡denotaba un completo desapego hacia ellos!

―Qué hiciste… Reas… ―expresó con la voz temblorosa Kadmiel.

―¿Qué hice? ¿Por qué das por sentado que yo soy el perpetrador de todo este escenario? ―abrió los brazos señalando ese lugar―. Es lo que ves aquí…

―¡No mientas más, Reas! ¡Nosotros confiamos en ti! ¡Para colmo es demasiado sospechoso que no haya ningún otro guardia por aquí! ¡Fue demasiado fácil entrar! ¡De qué se trata esto! ―remarcó Leniel, quien vio cómo ahora Reas bajaba los brazos y, comprendía desde este instante, que las cosas iban a ser diferentes.




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