Cuando todo terminó, la experiencia se sintió como si se hubiesen adentrado a un gran y sofocante banco de niebla, donde dichos vapores tenían un intenso color negro que quemaba hasta las entrañas por su potente veneno, no obstante, ahora estos tres ángeles deberían saborearlo el resto de sus existencias hasta que el alma se les curtiera… o como mínimo, volviesen a renacer, pues cabe aclarar, que para estos seres, la pérdida de una amistad era tan desgraciada como cuando sufrías un rompimiento, pero una traición… una traición era mucho peor. El eco culposo del llanto de Reas, se había grabado en el corazón de Kadmiel, y era el que menos podía perdonarlo de los tres, pues le tenía alta estima por los sentimientos que éste guardaba hacia Leniel, es por ello que con el corazón herido, se fue a sentar en una roca que no era tan alta, en donde estaba un cerezo eterno que siempre estaba en flor; era su lugar favorito de descanso junto a Leniel, pues allí podían sentir que se derramaban todas sus preocupaciones, y se perdían en esas profundas aguas del lago.
―¿Cómo te encuentras? ―la persona que le había hablado, no era otra que Leniel, quien muy pronto se sentó junto a Kadmiel, el cual la observó un segundo con neutralidad, más volvió su vista a las aguas; esto no se le pasaría de la noche a la mañana.
―Estoy… creo que irreconocible… ―mencionó con bastante desgaste.
―¿Irreconocible? ¿A qué te refieres? ―ella se veía preocupada.
―Eres… una persona bastante fuerte Leniel ―le indicó, y esta vez dirigió sus ojos dorados hacia ella―. Me refiero a que perdí la cabeza en aquel momento, y yo aún… siento esas ganas de arrebatarle todo… ―dijo casi en un tono decepcionado de sí mismo; él no era el tipo de persona vengativa, pero… con todo lo sucedido, no sabía si podría volver a afirmarlo, lo que hizo que Leniel meditara mientras apretujaba sus labios para saber qué decir―. Pero ¿qué hay de ti?
―¿Yo? ―Leniel mantuvo su vista en él y luego sonrió con tristeza, es así que la evadió para dirigirla al lago―. No soy tan fuerte como crees Kadmiel ―le aclaró; en su tono se notaba su angustia―. Admito que Reas me caía bien pese a que me dolían sus numerosos intentos por acercarse a mí de una forma más íntima, y por la manera en que él hablaba en aquel lugar… creo que sabía mis sentimientos por ti… ―aquellas palabras fueron como dagas para Kadmiel, así que puso una expresión lastimera.
―Yo… de ninguna forma busco lastimarte, y mucho menos quise hacerlo con él ―explicó, a lo cual Leniel posó su mano sobre la de él y negó con su cabeza.
―No tienes que darme explicaciones; te conozco más de lo que puedes entender, así que sé porque haces lo que haces ―le dio unas pequeñas palmadas sobre su mano, más luego alejó su palma de él.
―Gracias por intentar comprender, aunque… sea inapropiado… ―le soltó mientras se rascaba la nuca con la mano.
―Para nada; el mundo humano y el plano se parecen bastante… A veces tenemos que someternos a situaciones no deseadas para poder proteger a alguien ―Kadmiel se quedó sorprendido por esta reflexión, pero esta charla solo lo hacía sentir peor, de modo que… decidió cambiar de tema―. ¿Y qué hay de Abeliel? Una vez llegamos con los neutrales, me fui y no esperé a ver su desarrollo…
―Él está bien, pero… ―bajó la mirada con angustia.
―¿Pero qué? ―Kadmiel temía que a Abeliel le quedara alguna secuela de su aventura.
―Por algún motivo, le pidió a los neutrales que no le curaran las cicatrices de su espalda… ―cuando Kadmiel escuchó esto, apretó los puños tanto como los dientes por indignación―. No sé por qué querría quedarse con esa marca...
―Quizás… se deba a que se siente culpable de todo esto… Tiene un corazón demasiado bondadoso, y supongo que es por ello que ha decidido dejarlo de esta manera… ―supuso.
―Sí… ―de ahí Leniel agregó―. Por otro lado, al parecer Reas hizo todo por su cuenta, porque los centinelas angelicales a los que les avisé se cercioraron de que ningún demonio nos hubiese seguido; por lo visto, realmente pensaba que podría retenernos a los tres él solo.
―No le encuentro lógica a eso último… sin embargo… ―a Kadmiel le pareció que Reas no dio todo de sí cuando pelearon.
―Ya no importa eso Kadmiel ―le avisó Leniel, a lo cual Kadmiel la miró confundido.
―¿A qué te refieres?
―Me refiero a que realmente no importa… Reas decidió tomar su camino, y a nosotros solo nos queda seguir con el nuestro ―Leniel se puso de pie―. Así que… si alguna vez vuelves a enfrentarte a él, que sea con la mente despejada, con el alma limpia, y con… la simple idea de que él fue antes nuestro amigo, así que… ―en lo que Leniel hablaba, Kadmiel se sintió tensarse y antes de que ella terminara, la interrumpió:
―¿Estás diciendo que sea piadoso con él…? ―Leniel se sorprendió por la conclusión a la que llegó Kadmiel, más luego relajó sus facciones, se quedó mirándolo unos largos segundos, y negó con la cabeza lentamente en señal de indignación.
―No… pero si lo pones así, creo que deberías ir con todas tus fuerzas siendo tú, y no como su enemigo ―le relató, y entonces puso su dedo índice en su pecho para señalarlo―. Demuéstrale que sigues siendo el mismo Kadmiel que conoció, y ponle un fin digno a su disputa… ―los labios de Kadmiel se entre abrieron con sorpresa, más no sacaron ningún sonido muy pronto, porque antes de eso, sus ojos se cristalizaron y derramaron sentimientos en silencio porque se había sentido conmovido por su enseñanza.
―Sí… ―con esas monótonas palabras, dejó salir lo retenido, y se abrazó fuertemente a Leniel, quien también le correspondió a su abrazo, quedándose así, finalmente, por un largo periodo de tiempo hasta que se secaran las cascadas de aquel río turbulento.
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Justo después de que Leniel y Kadmiel se retiraran con Abeliel…
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