Las calmadas aguas de un lago adornado por campanillas, se deterioró en una época de la cual era poco hablada, pero… una vez fue alcanzado por la danza de una mariposa que traía experiencia y sabiduría en sus alas, le regresó ese fulgor que se le había escapado, dejando en su lugar, un paisaje mucho más amable que antes. Lo que nos permite pensar que, si en su lugar la mariposa no hubiese aparecido en el momento justo, el desarrollo se habría armado de otra manera, y no quedarían si quiera rastros de ese lago tan hermoso. Y hablando de cambios, allí estaba Kadmiel, casi hecho girones por la pelea que se había fumado, en donde, agitado, debía decidir el destino de este cuenco que encontraba de alguna forma… vacío; si miraba bien a Reas… quien estaba perdido por el dolor que le había provocado, se daba cuenta de que había perdido todo rastro de valentía o dignidad, lo que lo regresó a ese momento en donde escuchó esa suplica quebranta almas que le hizo cuando decidió dejarlo atrás, y no por decisión propia, sino por obligación, pues… el que había estrechado las garras de la oscuridad y lo había aceptado, no fue otro que Reas.
―Reas… ―le soltó Kadmiel pese a que dudaba de que él lo oyese, aun así, le habló con firmeza entre pausas en lo que recobraba el aliento por la cruenta batalla―. Nuestros destinos se han vuelto a entrelazar, y hoy estamos reviviendo un pasado que jamás dejamos atrás del todo, pero hoy… ―la resolución se plantaba perfectamente en los orbes de Kadmiel, mientras que en Leniel y Alaniel la intriga―, hoy será el día en que le ponga fin a esto ―aclaró e hizo un movimiento con su mano llamando a su espada, la cual regresó volando hacia su palma, he aquí que se posicionó con toda la intensión de llevar a cabo lo que estaba declarando―. ¡Detenerte también significa honrar la memoria de ese amigo tan querido para nosotros! ―y entonces, liberó la estocada final que no se vio venir Reas, horrorizando a los demonios aliados de éste, e impactando a los compañeros de Kadmiel, pues estos últimos dieron con algo inesperado tanto como ese ángel samurái: la intervención de un ser encapuchado, de cabello largo, vestido completamente de blanco, y que detuvo con psicoquinesia la espada de Kadmiel a unos cm de su palma―. Pero ¡qué…!
―Hasta aquí llegó su revancha… ―sentenció el dueño de dicha hazaña, es entonces que Kadmiel levantó más la mirada a su vez que sus demás compañeros con la intensión de divisar a quién pertenecía el rostro interventor, ¡y oh!, ¡sorpresa!, no venía solo, pues otro que vestía de forma similar, apareció caminando detrás suyo para sostener al desorientado de Reas de los hombros y depositarlo en el piso. No fue hasta entonces que pudieron reconocer a ambos, y estos no era otros que… Delfos y Altair… ¡Qué hacían ellos ahí!
―¿El maestro de las manecillas? ―dijo completamente desconcertada Leniel, pero no era la única…
―Oráculo de Delfos… ¿qué es lo que hace usted aquí? ―explayó Kadmiel, quien bajó el arma, no porque quisiera, sino porque la situación así lo ameritaba; que este ser tan poderoso estuviera ahí… significaba que algo lo suficientemente grave estaba sucediendo, pero… no sabían hasta qué punto, porque en teoría no lo beneficiaba en nada proteger a un demonio…
―Mis asuntos siempre han de tener que ver con el destino de su alteza, la heredera de luz ―advirtió él con decisión e instalando la confusión en los presentes, más los demonios en su lugar, empezaron a retroceder silenciosos; si bien a Leniel y a sus demás compañeros no les temían, a este poderoso individúo sí, así que improvisaron una sigilosa retirada, abandonando de este modo a Reas a su suerte, entonces… ¿esto significaba que nada de la pelea había sido válido? ―. Por otro lado, ¿saben las consecuencias de hacer este tipo de prácticas arcaicas? ―advirtió.
―El sabio maestro tiene razón; si las cosas no hubiesen terminado a su favor, podría haberse desarrollado un escenario peor ―comentó con tranquilidad Altair.
―¿Estás diciendo que Kadmiel estaba destinado a perder? ―se acercó Leniel a hablar con ellos junto a Alaniel.
―Sí… Usted misma sabe, avatar de viento, que si alguien de afuera interviene, y alguno de los dos involucrados en el reto es derrotado, al final se deberá de cumplir lo pactado de todas formas ―explicó Delfos, lo que hizo que Leniel se contrajera en su lugar―. Sabe bien que los demonios no son seres confiables…
―Aun así, eso no explica del todo su intromisión ―advirtió Kadmiel desconfiado, a quien le llamaba más la atención su proceder―. ¿A qué se refirió con que esto tiene que ver con la heredera de luz? ―Kadmiel, quien seguía sospechando de este extraño acontecimiento, no pudo evitar ser directo, a lo que Delfos se bajó la capucha para poder sostener la conversación de una forma más formal.
―Eres muy atrevido, guardián, ¿Kadmiel, no? Sin embargo, no te reprocharé por tu postura, pues sé que he intervenido en tus cuentas, así que teniendo eso al tanto, no tomaré ninguna represalia y consideraré responder en lo posible sus consultas, pero… en realidad no puedo entrar en detalles porque eso corrompería el flujo temporal, aunque que sí se me permite decirles es que son parte del destino de la heredera de luz, ¿o acaso olvidan la clase de relación que tiene uno de sus compañeros con ella? ―a lo cual Leniel se queda algo sorprendida por la revelación.
―¿Entonces está diciendo que es por Abeliel? ¿Realmente afectaría el futuro de la heredera si algo nos pasara? ―Kadmiel y Alaniel se miraron entre sí como si no terminaran de creer del todo las verdades que decía Delfos.
―Así es, avatar de viento; el tiempo está hecho de aleaciones, es decir, es como una cadena; cada acontecimiento, por más insignificante que sea, afecta a los resultados; y ustedes son parte importante de ese todo, así que deberán cuidarse… ―indicó Delfos.
―Pero… ¿qué hay de la pelea con Reas? No podemos dejar las cosas así como así ―Kadmiel insistió, y miró al derrotado demonio que estaba ahora inconsciente en el suelo―. ¿Qué harán con él?