La Última Broma de la Naturaleza

Parte 4 Inmortal

 

Mientras Owen más me contaba menos entendía, podía asimilar el hecho de que fuera inmune al virus e incluso que su cuerpo se curara rápidamente. Lo que no tenía sentido y rompía cualquier ley natural era el hecho de que despertara tras estar muerto durante cuatro horas, después de todo un humano normal sufre muerte cerebral después de 7 minutos sin oxígeno.

Owen se extendió hacia mí y me entrego un cuchillo de cazador de 20 cm.

— Ten.

— ¿Qué quieres que hagan con esto? — respondí.

— Muy simple, apuñálame.

Después de darme tan extraña instrucción se quitó su playera negra dejándome ver sus cicatrices una vez más, con su mano derecha señalo una cicatriz que tenía en el pecho justo debajo de su seno izquierdo. Tal vez no sepa mucho de anatomía, pero estoy segura que ahí se debería encontrar su corazón, bajo la daga y toco con mi mano esa espantosa cicatriz, siento su corazón palpitando, es muy fuerte y a la ves relajante, al menos sé que si tiene corazón.

No puedo creer que no la haya notado antes, aunque una marca así debe de haber sido el resultado de algo grave, solo hay dos cosas que pasan por mi cabeza y una de ellas no tiene ningún sentido incluso tiene menos sentido que el hecho de que Owen allá vuelto a la vida.

— ¿Por favor dime que te hicieron una cirugía en el corazón?

— No, de echo jamás me han hecho una cirugía, he vivido medicado gran parte de mi vida, sobre todo al principio de ella estuve conectado a maquinas que me mantenían vivo. Pero aun así jamás en tenido que entrar a un quirófano.

Si no era la opción uno tenía que ser la dos, lo apuñalaron, tenía que comprobar de alguna manera que fuera verdad, pero ¿Cómo? No tuve que pensarlo mucho después de todo Owen me había dado la solución antes siquiera de que la pregunta se hubiera instalado en mi mente, recogí la daga que Owen me había entregado y la desenfunde.

Sentía mi pulso acelerarse a una velocidad que desconocía, mis manos temblaban, a pesar de que no era la primera vez que apuñalaba a alguien ni tampoco era la primera vez que alguien me pedía que lo hiciera, sí que era la primera vez que esta persona estaba sonriéndome.

— ¿Morirás? pregunte ilusamente.

— Es poco probable.

La manera tan despreocupada en la que me hablaba me ponía más nerviosa aún.

— ¿Y va a dolerte?

— Bastante.

No puedo creer que este teniendo una conversación así. Coloco la punta de la hoja en la cicatriz que indica la localización de su corazón, hago mi brazo hacia atrás para tomar impulso ¿de verdad voy a hacerlo?

— Por favor solo no te mueras.

— No tienes de que preocuparte.

¡Baang!

Suelto el cuchillo y me tiro al piso.

— ¡Qué demonios fue eso! — exclama Owen.

— Un disparo — contesto —

— ¡Ya sé que fue un disparo no seas estúpida!

Owen se levanta toma su arma y sale de la tienda. Escucho disparos y gritos me levanto y salgo tras él, pero no alcanzo a apreciar la situación ya que Owen se abalanza sobre mí, toma una lámina de metal bastante gruesa que estaba recargada en una de las paredes y la coloca sobre su cabeza.

— ¡No vayas a gritar! — me ordena.

Acto seguido una lluvia de balas atraviesan la tienda, varias chochan contra el suelo junto a mí, pero todas las que podrían haberme dado han sido detenidas por el cuerpo de Owen.

Todo se ha quedado en silencio, el cuerpo inerte de Owen se encuentra aún sobre mí, siento como escurre su sangre bañando mi cuerpo. E comenzado a llorar, pero sin emitir sonido alguno, escucho el crujir de la hierba, alguien se acerca. Un hombre abre ligeramente la tienda y mira dentro apuntando con su rifle, el hombre libera una pequeña ráfaga más sobre el cuerpo de Owen.

— Demonios Guaren no desperdicies balas — Grita una vos desconocida.

El hombre retira su arma y se aleja. Aun escucho voces, pero no comprendo lo que dicen, finalmente escucho un motor y un auto alejándose, seguramente tomaron mi camioneta. Me quedo quieta analizando la situación, pero no hay mucho que pensar. Lucia y Demetrio deben de estar muertos también, tal vez Lucia no lo esté, pero más que una esperanza esa idea me provoca terror.

— Ojalá este muerta — susurro.




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