La Última Broma de la Naturaleza

Parte 18 Capital

 

 

A pesar de nuestro estado fuimos capases de llegar hasta el auto, Owen tomo el volante, Juan se recostó en el asiento que antes ocupaba Demetrio y dejamos a Lucia en la parte trasera, mientras que yo me colocaba al frente junto a Owen, no tardamos en reanudar el camino.

Los primeros matices de la mañana comenzaban a mostrarse tiñendo el cielo de un naranja claro el cual fue ocultado por los grandes edificios que comenzaban a aparecer en el horizonte, al acercarnos a la ciudad Owen apago las luces y redujo la velocidad. No había rastro alguno de personas o criaturas, estábamos en medio de una ciudad fantasma.

Recuerdo haber venido algunas veces a la capital con mi familia, en esos tiempos el ajetreo de la ciudad me causaba bastante molestia, pero la gran cantidad de tiendas y atracciones que solo se encontraban aquí lo compensaba, aunque ahora este lugar no es ni la sombra de lo que fue, muchas de las ventanas de los edificios están rotas, hay basura en cualquier lugar donde mires, autos parados en la mitad de la calle y una gran cantidad de cadáveres esparcidos por todos lados.

— Podrías despertar a Juan, necesito que estén atentos a cualquier incidente — dijo Owen.

— Claro.

Mire hacia la parte trasera del auto donde descansaba Juan, su respiración era pesada y su cuerpo estaba cubierto por moretones del encuentro anterior, me daba algo de pena despertarlo, pero necesitábamos de él.

— Juan, Juan — repito mientras lo sacudo suavemente.

— Así que aún no estoy muerto — bromea Juan mientras se incorpora.

— Por desgracia para ti, no.

— Juan ¿habías estado en la capital antes? — pregunto Owen.

Juan se incorporó y comenzó a mirar en todas direcciones como si tratara de ubicarse.

— Supongo que ya has estado en el CENAVA ¿Verdad?

— Si hace un par de años, estuve haciendo mi servicio social en las instalaciones principales, pero es que todo esta tan cambiado, es muy deprimente.

— No tenemos tiempo para apreciar la ciudad Juan, por ahora necesito que estén atentos a cualquier cosa que se mueva.

— Está bien, ¿pero? ¿De verdad sabes llegar?

— No te preocupes por ello, Sofía podrías vigilar los techos, no quiero una sorpresa.

— Entendido.

Avanzamos por las calles de la capital con extrema precarización y tratando de no hacer mucho ruido lo que me permitía seguir apreciando cada detalle de aquel lúgubre panorama, giramos en un cine el cual lucia muy demacrado, recuerdo haber visto alguna película en ese lugar cuando aún era muy joven, continuamos andando por las calles vacías hasta toparnos con un estadio, en aquellos tiempos solía estar lleno de luces y de gente gritando, comiendo y bebiendo, pero ahora se cae a pedazos impidiendo el paso hacia cualquier dirección.

— ¿Y ahora? — pregunto Owen al ver el desastre que había ante nosotros.

— Deberíamos continuar por esta calle y girar en la siguiente avenida, pero veo que la calle está bloqueada — dijo Juan.

— Entonces rodeare — contesto Owen.

— No creo que sea necesario, puedes atravesar por el estadio — dije.

— Bien.

Owen reanudo la marcha y se dirigió hacia las puertas del estadio, apenas entrar sentí un vuelco en el estómago, en el centro de la cancha había un agujero enorme lleno de cadáveres hasta el tope, alrededor de este se encontraban una serie de jaulas, la mayoría vacías a excepción de dos, dentro de estas alcanzo a distinguir una serie de pequeñas criaturas de ojos grandes y junto a estas en una jaula mucho más reforzada veo a tres criaturas de piel blancuzca y cuerpos esqueléticos.

— Rastreadores y creo que los otros son vampiros.

— Si. — me responde Owen.

— ¿Era eso en lo que se convertiría Lucia? — pregunto.

— Eso creí, pero después de verla en el bosque es obvio que me equivoqué.

— Entonces ¿Ella sería como los que nos atacaron?

— Sí, estoy casi seguro de que sí.

— Pero ¿Que eran exactamente esas cosas?

— No creo que alguien las haya nombrado aun, nadie suele escapar de ellas.

— Ni siquiera yo había escuchado jamás de algo tan monstruoso, pero tú las conocías — interrumpió Juan.

— Es verdad, en cuanto viste el venado sabías a lo que nos enfrentábamos — dije.




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