La Última Broma de la Naturaleza

Parte 26 Sosiego

 

 

Puedo sentir el frío pavimento debajo de mí, me duele la espalda por la caída y los oídos me retumban producto del disparo. Por todos lados se escuchaban gritos, dolor, súplica, irá, todo mezclado en una espantosa sinfonía que marcaba el principio del fin. Las personas corrían confundidas por las calles sin tener la menor idea de qué hacer, había muchos muertos y estos seguían en aumento, pero solo hay algo en lo que me puedo enfocar en este momento y es el cuerpo de mi madre tendido sobre el piso.

— ¡¿Qué es lo que has hecho?! — le gritó furiosa a Jacqueline — ¡Eres una desgracia! ¡Era mi madre! ¡Voy a matarte! — continúe.

— ¡Cállate por una vez en tu vida Sofía! — me gritó Jacqueline — Eso ya no era tu madre.

No podía responderle, aunque quisiera, todo era demasiado confuso. Me dejé caer sobre el piso y comencé a llorar amargamente. 

Mi madre había perecido lentamente y ya me había hecho a la idea de que moriría, pero esto iba más allá de cualquier cosa que hubiera imaginado, me había quedado sola, mi padre se desangró junto a la cama de mama y lo último que escuche de Luis fueron sus gritos cuando ella lo alcanzó.

— Jacqueline por favor dispárame — dije entre llantos.

— No desperdicie una bala en salvarte para que salgas con estas tonterías — dijo Jacqueline severamente — Ahora levanta tu trasero y muévete, tenemos que encontrar un lugar seguro. 

— ¿A dónde podríamos ir? todo es igual en todas partes.

— Iré con algunas personas fuera de la ciudad y tú vienes conmigo.

— No puedo dejarlos. 

— Tu padre y tu hermano pueden venir también, pero nadie más y sin maletas

— Tu no entiendes ellos... ellos — balbuceo. 

— Entiendo, entonces no tienes pretexto

Jacqueline me tomó del brazo y me arrastró hasta la calle, traté de oponerme, pero contra ella era inútil, llegamos hasta una camioneta llena de gente Jacqueline me arrojo a la parte de atrás, subió al asiento del copiloto y el auto arrancó mientras que yo me quedé en el sitio donde caí echa un ovillo.

— Dijiste que serían tres — le dijo el conductor a Jacqueline 

— Las cosas no salieron bien con su familia — contestó Jacqueline.

— Tenemos espacio de sobra volvamos por víveres — dijo uno de los pasajeros.

— Si regresamos al centro estamos muertos — contestó otro tipo.

— Tiene razón, por ahora lo que más nos conviene es salir de aquí antes de que cierren los caminos, además mis abuelos siempre tienen de todo— dijo Jacqueline.

— ¿Y crees que nos reciban a todos? — pregunto el piloto.

— Por supuesto que lo harán, son las personas más amables del mundo.

De milagro logramos salir pues el ejército entro a la ciudad para tratar de controlar la situación y no permitieron que más gente saliera. 

El camino hasta las afueras fue tranquilo y silencioso, para el anochecer ya habíamos llegado. Los abuelos de Jacqueline la recibieron aliviados pues habían estado escuchando las noticias y sabían del desastre que había en la ciudad, tras la emotiva bienvenida nos condujeron a diferentes cuartos, en cuanto entre al mío me deje caer en la cama sin la menor intención de volver a levantarme.

Pasaron los días y el mundo parecía haberse olvidado de mí, ocasionalmente escuchaba los ruidos que hacían el resto de los habitantes de aquella casa, pero lo que fuese que pasara no era de mi importancia, después de todo, nadie se molestaba en hablarme o siquiera en intentarlo, por semanas me limite a comer lo que fuese que llegara a mi puerta y dormir hasta el agotamiento, llegue a pensar que esa sería mi rutina hasta que llegara mi muerte y por un momento me sentí feliz. La idea de morir me provocaba una extraña emoción de paz, lo pensé una y otra vez ¿Cómo hacerlo? ¿Cómo lo tomarían los demás? Finalmente, aquella mañana tomé una decisión.

Antes de que el sol saliese tomé algo de ropa de una de las chicas que nos acompañó hasta ahí y me asee lo mejor que pude con la fría agua del pozo, tome un cuchillo ornamentado que vi sobre un librero y salí de la casa. Caminé por horas hasta el pueblo más cercano el cual parecía desierto, entre en una de las casas del lugar, subí a la azotea, tome el cuchillo y lo coloque en la boca de mi estómago. 




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