La Última Broma de la Naturaleza Owen.

Capítulo 7 Ruptura

Mi cuerpo se encontraba tendido sobre el suelo, aún tenía múltiples heridas abiertas y mi sangre escurría lentamente por ellas. A varios metros de mí se encontraba un vehículo militar que me había traído hasta este callejón. Me era casi imposible divisarlo, pues mis ojos se encontraban cubiertos de sangre y las luces de la ciudad se encontraban apagadas.

Los alrededores se habían inundado de gritos de pánico y súplica; mezclados con el martilleo constante de armas de fuego. Creando así una cacofonía que mis oídos se esforzaban por ignorar.

Fue solo por suerte que aún me encontraba aquí, después de que mis acompañantes habían sido tomados, entre en desesperación. Salte al asiento, ahora vacío, del piloto y pise a fondo. Para mi desgracia el vehículo no pasaba de los 20 K/h, en un instante me vi rodeado, decenas de garras se aferraban a mí y mis brazos recibían una mordida tras otra, tal vez solo fue una coincidencia, pero tras que una de las criaturas golpeara el tablero aceleré súbitamente. Pase entre calles angostas y avenidas, no tardé en dejar atrás a las criaturas, apenas y logre tomar el control del vehículo justo antes de impactar un edificio de departamentos, el cual logre evitar por poco.

A mi paso parecía desatarse el caos, decenas de personas saltaban de los edificios y corrían por las calles seguidos por lo que fuera que ellos eran. Entre tal desastre me era imposible mantener la calma o la cordura y tras que una señora saltara sobre el vehículo, tampoco pude mantener el control de este. Di un giro brusco que me sacó de la calle principal, pasando sobre un grupo de inocentes y estrellándome contra un contenedor de basura, el vehículo se volcó, mi cuerpo salió despedido e impacté contra una cerca con púas. Al instante un dolor agudo se esparció por mi cuerpo y al caer este sobre el asfalto me desvanecí.

El sonido de un ligero goteo fue aquello que me sacó de mi letargo, mi cabeza dolía, mis ojos se encontraban cubiertos de sangre, así como el resto de mi maltrecho cuerpo. No sabía cómo podía seguir respirando en esta situación y al mirar hacia un cielo despejado no estaba seguro si debía dar gracias o pedir clemencia. Cerré los ojos intentando perderme una vez más en mis resquebrajados pensamientos; fue en ellos que la vi surgir. Un delicado rostro pálido y lleno de pecas me sonreía entre mechones pelirrojos, aquella pequeña sonrisa fue un destello de luz, una pequeña chispa de esperanza. Tenía que levantarme, no había regresado a este mundo solo para entregarme a los brazos de la muerte una vez más, esta vez tenía que ser fuerte, por mí, por los míos y por ella.

Nuevamente abrí los ojos, esta vez para encontrar un obscuro y lúgubre cielo me devolvió la mirada, lentamente pasé mis manos por mi cuerpo, las heridas de las mordeduras y las rasgaduras de mi piel, producto del impacto, había cicatrizado parcialmente, pero al menos el sangrado se había detenido, aparentemente. Intente ponerme de pie, un pinchazo se disparó desde mi rodilla derecha al momento de apoyar mi peso en ella. Proferí un grito desgarrador el cual no pude ahogar en mi garganta y caí al suelo, no me percate del error que acababa de cometer sino hasta que llegaron a mis oídos una serie de gruñidos guturales. Esta vez venían por mí.

Una vez más me puse de pie, el dolor que me había asaltado hace unos segundos no se hizo esperar, pero de alguna manera logré sepultar las quejas en lo profundo de mi mente, para lo único que tenía cabida en mis pensamientos era para aquellos que tenía enfrente. Busque con la mirada cualquier cosa que tuviera al alcance para defenderme, un tubo o algún objeto de metal, pero lo único que tenía al alcance fue un trozo de cerámica, de un florero aparentemente. Al tomarlo en mi mano una ligera línea de sangre broto y cayó sobre el suelo forma de pequeñas gotas carmín. Ignore este hecho y fije la mirada en el monstruo que tenía más cerca, parecía haber sido un joven de edad no muy dispar a la mía, sin embargo, nuestros destinos estaban muy lejos uno de otro. Abrió la boca más allá de lo que una persona debería poder, mostraba amenazantes dientes ensangrentados y profirió un chillido agudo. Inhale profundamente, tres metros me separaban de él.

Tras un parpadeo mi brazo se encontraba dentro de su garganta y la punta del afilado trozo de porcelana atravesaba su nuca, exhale.

Su cuerpo se desplomó lentamente mientras que mi arma improvisada se deslizaba fuera de su cuello y aun así la cabeza de aquel chico seguía moviendo la mandíbula lentamente, deplorable. Levante el pie y clave el talón de las botas militares en su cráneo, escuche un ligero crujir, una nuez partiéndose y el pequeño movimiento de su boca paro.

Mi rostro esbozó una ligera sonrisa, una pequeña pizca de satisfacción se había posado en mi mente, pero apenas duró, pues una mandíbula cerrándose contra mi hombro me regreso a la pesadilla que era la realidad. Entre gritos y forcejeos me arrojé contra el muro más cercano, el golpe me separó brevemente de él y atravesé su ojo. Dejó de moverse.

Al girarme hacia los que quedaban aún de pie vi a uno de ellos saltar dos metros en el aire, sin embargo, se quedó ahí, suspendido. Mis ojos miraban de un lado a otro, llenos de curiosidad, la sensación era extrañamente pacífica, no solo la continuidad del tiempo parece detenida, mis emociones parecían verse extrañamente afectadas, no podría describir mi sentir, porque no lo había. En ese momento era solo un ser vacío.




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