La cabeza me da vueltas, siento unas náuseas terribles y tengo un insoportable dolor de cabeza, pero a pesar de todo, no me había sentido tan bien en toda mi vida.
Hasta ayer en la noche sentía que mi cuerpo ardía como si cada célula de mi cuerpo hubiera sido colocada dentro de un horno, mi espalda se sentía terriblemente rígida y cada tanto tiempo aparecía un dolor que la recorría desde mi coxis hasta mi nuca, cada vez que aparecía no podía evitar emitir terribles gritos hasta quedar inconsciente, pero está mañana nada de eso parecía estar ahí, era como si el accipire jamás me hubiera atacado.
Note algunas cosas más que no lograba comprender, todos los sensores que habían conectado a mí ya no estaban y los aparatos que me mantenían aparentemente vivo se encontraban apagados, no es que eso me preocupara pues era señal de que me había recuperado, pero ¿En una sola noche? Era algo más que un milagro. Decidí no darle más vueltas al asunto, traté de aclarar un poco mi cabeza, cuidadosamente me senté en mi cama, todo estaba muy tranquilo pues el único ruido que se escucha en el cuarto es la pluma del doctor que se encuentra frente a mí, creo reconocerlo, es el doctor García si mal no recuerdo, me estuvo atendiendo desde hace dos semanas, cuando me transfirieron del hospital a casa.
—Doctor García —dije para llamar su atención.
Cuando el hombre levantó la cabeza y fijó sus ojos en mí su rostro se volvió completamente pálido, se paró súbitamente se la silla y casi cae al dar algunos pasos hacia atrás.
—¿Se encuentra bien? —preguntó preocupado.
—Tu, tu, tu —tartamudea el hombre.
No logro comprender el porqué de su nerviosismo, levantó la sábana que me cubre para ponerme de pie, pero noto algo raro, hay un papel amarrado a uno de los dedos de mi pie, cuando me acerco y lo leo casi me da un ataque, ahora comprendo el porqué de la reacción del doctor, pues el papel decía.
Fallecido: Owen Obelix.
Sexo: Masculino
Altura: 1.86 m
Hora y fecha de muerte: lunes 21 de septiembre del 2016 a las 10:07 am
En ese momento voltee a ver mi reloj de mesa, marcaba las dos de la tarde, si mi reloj no estaba mal y la etiqueta de mi pie no era una broma de mal gusto, yo debería tener cuatro horas de muerto.
—¿Qué demonios significa esto? —grite.
—¡Tu dímelo! —contestó el hombre conmocionado.
No parecía que fuera a obtener respuestas de este hombre pues estaba completamente en shock, pero seguramente mis padres podrían llegar a saber algo, gire mi cuerpo dejando mis piernas colgando por el borde de la cama, estire mis brazos hasta alcanzar las muletas que siempre se encontraban junto a mi mesa de noche y con fuerza me levanté, pero el resultado fue muy distinto al habitual, pues no solo logré ponerme de pie, sino que la fuerza que usé me llevo a darme contra la pared de mi habitación.
¿Qué era lo que estaba pasando? Estando en el suelo trate cuidadosamente de levantarme, mis piernas tiemblan y me cuesta mucho mantenerme de pie, pero por primera vez en mi vida siento que realmente estoy caminando, no hay muletas que me sostengan ni alguien cargándome, solo soy yo, solo es mi fuerza, son mis piernas las que me sostienen. La emoción que siento en mi me supera y no puedo evitar derramar algunas lágrimas.
Poco a poco salgo de mi habitación, aún me cuesta un poco mantener el equilibrio y en ocasiones tengo que sostenerme de la pared, pero verdaderamente estoy caminando, tras un duro esfuerzo logró bajar las escaleras. Lo primero que veo al llegar a la planta baja es a mi madre, se encuentra recostada en el sofá, frente a ella veo un gran libro de páginas amarillas, me es fácil reconocerlo, es una de esas viejas guías telefónicas donde los negocios se anuncian, normalmente no sería algo a lo que le prestó atención, pero hubo algo que me impacto, a pesar de la distancia a la que me encuentro soy perfectamente capaz de leer los anuncios que las páginas muestran, son de servicios funerarios.
El corazón me da un vuelco dentro del pecho, mis padres realmente creen que he muerto, me acerco lentamente a mi madre, quiero despertarla, abrazarla y gritarle que sigo con vida, pero tengo miedo de la reacción que pueda llegar a tener así que tengo que ser cauteloso, me coloco detrás del respaldo del sofá y tocó ligeramente su hombro, mi madre despierta sobresaltada al momento, no me extraña en lo absoluto, después de todo, siempre fue de sueño muy ligero, ella comienzan a voltear por todos lados, seguramente buscando el motivo de su despertar, pero al no ver a nadie se relaja, me atemoriza lo que estoy a punto de hacer, pero si no lo hago ahora ¿Cuando?
Me pongo de pie
—Mamá —digo claramente.
Mi madre se pone de pie de un solo salto, se ve sumamente confundida y asustada.
—Mamá soy yo —digo a la vez que rodeo el sofá, quedando frente a ella.
—¿Hijo? ¿Eres tú Owen? ¿Cómo? —pregunta confundida.
—No tengo la menor idea madre, pero soy yo.
Antes de que siquiera terminará mi oración mi madre ya se había lanzado a mis brazos, ella no paraba de sollozar mientras que yo la apretaba contra mi pecho, era la primera vez en toda mi vida que podía abrazarla así, sin la silla o las muletas.