Pasaban de las diez de la noche cuando una patrulla se estacionó frente a mi casa, las luces intermitentes de esta se colaron por mi ventana golpeando directamente mis ojos y sacándome así de mi ligero sueño. Me levanto de la cama y atravieso mi habitación hasta la ventana, desde el auto bajó un hombre de mediana edad, su rostro reflejaba facciones fuertes y cansadas, mientras que su cabeza, aunque cubierta por un sombrero dejaba ver algunas canas.
Para cuando mi padre había llegado a la puerta yo ya estaba bajando las escaleras, la plata baja se encontraba completamente obscura, pero a pesar de eso pude notar a mi madre quien aún se encontraba en el comedor, solo que ella se encontraba profundamente dormida. Me quedé esperando en las escaleras, observando desde la oscuridad.
El sonido de un mecanismo abriéndose resonó claramente por la habitación, un segundo después la puerta se abrió lentamente, mi padre entró a la casa procurando hacer el menor ruido, pero al ver a mi madre durmiendo sobre la mesa al lado de una porción a medio comer, se acercó a ella y la tocó ligeramente.
—¿Que? ¿Quien? —dijo mi madre aun medio dormida.
—Tranquila soy solo yo —dijo mi padre.
—¿Owen?
El rostro de mi padre se ensombreció al instante en que escucho mi nombre —Owen ya no está con nosotros —dijo con un tono firme.
Mi madre despertó por completo y miro fijamente a mi padre —Claro que sí, cené con él apenas hace una hora —dijo mi madre un poco molesta.
—¿Te comiste dos porciones y media tu sola? —dijo mi padre desconcertado al mirar los platos.
—¿Cuantas veces te tengo que decir que cene con nuestro hijo?
—¡Esto ya fue muy lejos mujer! A mí me duele tanto como a ti que nuestro hijo nos haya dejado, pero tenemos que seguir adelante.
—¿Porque tienes que ser tan obstinado? Te lo dije esta tarde por teléfono, el despertó, está bien, de hecho, está mejor que nunca.
—No puedo seguir hablando contigo, me voy a dormir, mañana arreglaré los papeles de la funeraria ya que tu decidiste hacerte la loca y dejarme todo el trabajo.
Mi padre le dio la espalda a mi madre y camino hacia las escaleras, decidí salir de mi escondite y con un pequeño salto me encontré en la plata baja. El sonido de la caída alertó de inmediato a mis padres quienes giraron al instante hacia donde yo me encontraba.
—¡Ladrón! —grito mi padre asustado.
—Soy solo yo —dije tranquilamente.
—Llama a la policía mujer, yo me encargo.
—¿Creía que tu era la policía? —dijo mi madre sarcásticamente.
—Cálmate padre, soy solo yo —insistí.
—¡Tu cállate mal viviente! —grito mi padre a la vez que lanzaba un puñetazo directo a mi cara.
El tiempo pareció alterarse, tal como la última vez puede ver claramente la trayectoria del golpe y esquivarlo con suma facilidad, mi padre se veía molesto por haber fallado, espero unos segundos pero el que yo no hiciera ningún movimiento solo parecía molestarlo más, inesperadamente lanzó una nueva serie de golpes hacia diferentes puntos vitales, al ser un policía veterano tenía una buena técnica y cada uno de sus puñetazos significaba un peligro considerable, pero aun así, ninguno logró siquiera rozarme.
—¡Deténganse en este instante! —grito mi madre a la vez que encendía la luz.
La habitación se iluminó al instante segándome por un segundo, el cual mi padre aprovechó para lanzar un derechazo. Apenas tuve tiempo para reaccionar, bajé ligeramente el cuerpo y usando el costado de mi brazo izquierdo logré desviar el brazo de mi padre cuyo cuerpo perdió el equilibrio por un instante. Acto seguido lance un golpe por puro instinto el cual conecto directo con el ojo derecho de mi padre derribándolo al momento.
—¡Owen! ¿Qué sucede contigo? —dijo mi madre molesta.
—Fue un accidente —dije avergonzado.
—La tunda que te voy a dar también va a ser un accidente. —me reprendió.
—Con un demonio, de verdad eres tú —dijo mi padre quien por fin logró reconocerme.
—Lamento lo de tu ojo —digo al ver cómo este comenzaba a hincharse.
—Tienes un buen derechazo, aunque habría preferido no averiguarlo así —bromeo mi padre.
—Lo lamento de verdad.
— No es para tanto, es solo un pequeño moretón.
— Amor, ponte esto —dijo mi madre a la vez que le entrega una bolsa de hielo a mi padre quien se quejó un poco al colocarla en su ojo.
—Tenemos un gran problema —dijo mi padre.
—¿Cual? —pregunte.
—¿Como demonios le explico a mis compañeros que mi hijo el inválido muerto ya no está ni inválido ni muerto?
—Si quieres puedo ir mañana a tu oficina y se los cuento yo —digo a la vez que extiendo mi mano hacia mi padre para ayudarle a levantarse.
—¿Para qué se rían de la tunda que me diste? No gracias —respondió mi padre a la vez que tomaba mi mano.