Confundido, así se sentía Gunnar. Su mente parecía un panal de abejas molestado por una piedra. No sabía qué pensar y tenía conflictos en su cabeza.
No era un hombre ingenuo que creía en cualquier cosa que alguien dijera, no sin pruebas concluyentes. Ni qué hablar de monstruos y misterios de ese tipo. Lo único relacionado con supersticiones era cuando intentaba asustar a Caesar de pequeño. No obstante, las palabras de Jacob conectaban con ciertos eventos previos. La información de Silvia, por ejemplo, luego el espejo extraño que tenía el niño y finalmente, la noticia.
“Pero qué demonios me está pasando. Debo estar loco”, se dijo. Se sentía patético estar en esa situación. Si hubiera escuchado un día antes, de seguro le restaría importancia, pero fue ahora, el peor día.
El chimpancé que también había visto la noticia miró curioso a su hermano. Sus expresiones confirmaban que estaba tranquilo, sin una hebra de miedo. Más bien, mostró extrañeza por la conducta de la persona a su lado.
El animal hizo un ladrido de alarma para ganar la atención y funcionó. Gunnar reaccionó semejante a un robot al ser encendido. Se había desprendido de sus pensamientos.
—¿Qué pasa? Ah, entiendo… No es nada, son simples divagaciones mías por cosas que no te deben importar —dijo, disculpándose por su comportamiento extraño.
Caesar continuó transmitiéndole su curiosidad, pues no era normal verlo así.
—[¿Tienes miedo de los monstruos? Tranquilo, hermano, yo te protegeré] —Fueron los significados del primate. Había entendido parte de lo que decía Jacob.
Viéndolo emanar una resolución admirable, Gunnar se echó a reír y le apretó el cuello con las manos.
Un pequeño sermón fue dirigido a Caesar que estaba tratando de soltarse, pero no podía.
—¿Te crees muy listo? Estás tratando de aprovechar la situación para meter el tema de dejarte ingresar a la sala de entrenamiento o permitirte usar el báculo. Sigue intentando, idiota —sentenció, revelando sus intenciones—. Tienes 5 años, a tu edad tenía libros por leer. Eso es lo que deberías estar haciendo tú.
Gunnar lo liberó y continuó: —¿Cuándo has visto un chimpancé tomar un arma y pelear? Ah… ya sé. Parece que te estás creyendo todo de la película de los simios.
—[Yo soy mejor que ellos, hermano] —se expresó a través de señas con una actitud orgullosa—. [Y como te estás negando a ese acuerdo, podemos negociar con comida. Deberías agradecer mi protección. Nadie es más fuerte que yo].
—Mm —Se puso seriamente pensativo—. Lo meditaré. Ahora ve a tu cuarto y duerme que voy a ocuparme.
Siguiendo las órdenes como si fueran mandamientos, Caesar después de asentir muy motivado por la respuesta, se fue al cuarto.
Con el espacio despejado y alejado del divertido chimpancé, suspiró y se dirigió a la sala de trabajo. Aún faltaban cosas por atender.
Cuando estuvo cerca de su cuarto, colocó la huella dactilar en una pantalla holográfica que apareció estando a un metro cerca de la puerta. Había dos figuras rectangulares flotando en ella, un color verde y otra roja. La verde, Caesar también tenía los códigos aprendidos, ya que solo eso era necesario. Aunque no le gustara verlo durmiendo ahí, todavía lo mandaba a buscar cosas por su velocidad y agilidad.
En la figura roja había un proceso diferente y era el que ejecutaba actualmente. Puso su dedo y después la cara para un reconocimiento facial. La pared de atrás se deformó hasta transformarse en una puerta.
Sin perder tiempo, entró. Lo saludaron varias pantallas ilusorias repletas de números que corrían velozmente en forma vertical, semejante al agua cayendo del techo. También había un asiento de oficina en el que se sentó y disfrutó de la comodidad.
Ese era el centro de su base, un sitio que sus enemigos matarían por encontrar.
Antes de iniciar, tomó una pausa para dar un refrescante respiro. Creyó merecerlo por las eventos extraños que vivió durante todo el día. A pesar de que entendía que los planes nunca terminaban al 100%, esta vez no se acercó siquiera a tal resultado.
En teoría iba a allí, a ese cuarto, con el propósito de cancelar la búsqueda del archivo. Había puesto en marcha el trabajo para ahorrar tiempo, entretanto iba a encontrarse con Silvia. Y actualmente se disponía a hacer lo contrario.
"Es momento de ponerse serio", se dispuso.
Guiándose por su intuición, caso poco común en él, concluyó en proseguir con la misión.
—Sara, ¿cómo va la búsqueda?
—[Terminado, Sr. Coleman. Hace 38 minutos fue hallado. El archivo está fuertemente blindado por una gran red de seguridad. Por favor, confirme si desea continuar o cancelarlo].
—Hazlo.
—[Recibido. Se está ejecutando desde ahora. Tiempo para la finalización: 2 días, 2 horas y 6 minutos].
—Ok. Clasifícalo como asunto urgente. Apenas termine, me envías un mensaje de confirmación, no importa que no esté en casa].
—[A sus órdenes, Sr. Coleman].
Así de eficiente era Sara. Una inteligencia artificial altamente avanzada con la capacidad de seguir creciendo y que fue obsequiada por su padre; ella era adelantada a su época. Gunnar había estado desarrollando siempre métodos de hackeo con su ayuda, puesto que realizaba las tareas más rápidas y precisas que él.
Pasó una tiempo en la habitación conversando con Sara para instruirla en caso de emergencia. Cuando los comandos se registraron, abandonó el sitio.
“Debo variar de rutina”. Había pasado todo el día sentado, ya sea conduciendo o viendo películas, por eso decidió buscar otro método de distracción. Así, optó por ir al patio; pero antes de dirigirse allá, no se le olvidó ir por un casco de aspecto tecnológico avanzado.
Cuando puso sus pies en el patio, la vista de una sala de entrenamiento se presentó en todo el centro del terreno. Era una plataforma igual al de las artes marciales, bien diseñada y que medía unos 20 metros cuadrados.