La última defensa de la creación: Vol. 1

19 Las cosas claras

Las personas que hayan escuchado el comunicado del presidente estarían abatidos por un sentimiento de zozobra y pavor en sus corazones. El Estado ha sido durante muchos años el apoyo incondicional de los cuidados cuando las calamidades han embestido a la población.

Las críticas, disgusto y odio hacia la política, como era normal, habían seguido vivas, pero sin dar un golpe al sistema lleno de desigualdad. A pesar del mal manejo y corrupción, cuando la población estaba afligida, ellos ayudaban independientemente de las intenciones que hubiesen guardado.

El significado que el presidente transmitió fue muy obvio: No podían remediar ni cambiar las circunstancias. Puramente esfuerzo y tratar de no morir era lo único.

—Esta noticia es muy controversial. Ya puedo ver las grandes consecuencias de dicha declaración —expresó Silvia con notable tono iracundo.

—Bueno, depende quién sea lo suficiente valeroso para salir a la calle y protestar —Gunnar no se sintió abandonado, pues nunca creyó en los gobernantes.

Las noticias eran una lluvia tormentosa en la internet; fotos, vídeos, documentales. El pueblo explotaba de ira y a la vez cedía a la desesperación y el miedo.

En ciertos vídeos, Gunnar vio cómo las ciudades eran consumidas por hordas de Pesadillas, otras con nuevos tipos de monstruos. También animales y personas con una fuerza bestial arrasando Pesadillas por doquier. Era una zona de batalla apocalíptica.

Había otros países menos explosivos, aun así, los monstruos provocaban desorden y confusión. Boston quizá en nivel de peligro actualmente estaría en 4/10.

Gunnar, ya satisfecho de mirar tanto, le pidió al sistema de la casa apagar la pantalla. En ese momento fue cuando pasó algo peculiar.

—La Tierra es un completo desastre. Si no estuviera con ustedes, es posible que yo ya hubiera muerto, estado loca o desesperada —confesó Silvia.

Él giró y sus ojos se encontraron y se estancaron ahí sin despegarse uno del otro. Las miradas eran fijas y las sensaciones diferentes. Por ejemplo, Gunnar desentendió el objetivo de ella. No porque no era clara, sino que sonaba muy seria para una persona como Silvia.

—Quizás con miedo, porque es natural, pero muerta lo veo complicado —Dio un inesperado halago. Quien lo conociera sabría que no es su estilo decir tales cosas.

—Gunnar, ¿cuál crees que es mi decisión de seguir con ustedes? ¿Confías en mí?

El ambiente cambió drásticamente. La conversación cogió un enfoque que no debería haber llevado. Los dos persistían mirándose sin una pizca de los juegos clásicos de la chica.

Gunnar expuso sus pensamientos a la mujer.

—Desde que viste a Caesar masacrando a las Pesadillas te intrigó, ¿verdad? Él y yo somos una pareja fuerte. Tu decisión estaría basándose en lo útil que somos —Hizo una pausa y siguió—. Y no confío por completo en ti todavía, no hasta que me demuestres lo contrario.

Silvia alzó las cejas y expresó sorpresa, no obstante, fue cambiado velozmente cuando se tocó la barbilla con delicadeza, pensando en quién sabe qué. No muy tarde, iluminó una sonrisa perspicaz y encogió sus hombros, reflejando su decepción.

—Ok, supongo que no puedo contradecirte, sin embargo, quiero hablarte de un par de cosas.

—Te escucho —Pareció un poco interesado.

—Sí tengo miedo, tal vez igual a una persona allá afuera sin saber qué hacer. Los anormales e insensibles son ustedes dos —suspiró y retomó el impulso—. Por otro lado, eres el único que conoce más sobre mi pasado. No tengo a nadie en mi vida, es seguro decir que ustedes vienen siendo las personas más allegadas, aunque parezca absurdo. Nos unió la búsqueda; la tuya sobre la muerte de tus padres y la mía sobre esa persona; no obstante, todavía estamos sin poder confiar el uno del otro.

La chica bromista se había ido. Eran pocas las ocasiones que ella había actuado así desde que se conocían.

—He estado sola desde mi adolescencia. De qué me sirve traicionarlos si ustedes vienen siendo un regalo. Tu confianza me la ganaré y quiero la tuya como pago.

Caesar, que estaba cerca, observó la conversación con gran atención, así como cuando tu serie favorita está en el clímax.

No comprendía por qué Silvia hablaba con Gunnar temas privados frente a él, sabiendo que entendía a la perfección. No sabía si lo ignoraba como cualquier otro animal o en verdad le daba igual si escuchaba.

—En efecto —aseguró, respondiendo tranquilo—. La confianza se devuelve de la misma forma.

Si analizaba un poco con objetividad, el mundo era un desastre y los propósitos los cuales habían luchado por obtener se habían ido a la borda. La adaptación al entorno podría hacer girar el modo de ver la vida en 180° con relativa facilidad. Eso pensó de Silvia, una mujer desconfiada.

Creer en algo como compañerismo y apoyo era tan vago hoy día, porque por un pedazo de comida, arma o cuantificación de Origen podías ser traicionado. Obviamente no existían estos inconvenientes en el trío, pero el ejemplo es claro: egoísmo y desconfianza, dos puntos inherentes a la supervivencia.

Silvia no aguantó más y fue directa, diciendo lo que quería con ellos dos. Gunnar, por su parte, aceptó los términos. El trato era justo siempre que la mujer reflejara sus palabras en acciones concretas. Hasta entonces, nada cambiaría.




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