La última defensa de la creación: Vol. 1

25 Los canadienses

—Eso es, tranquilo. Aquí estamos para ti.

Gunnar brindó el último impulso de ánimo faltante para que Caesar se apartara de él y controlara las emociones turbias. Y borrando las lágrimas de la cara con el pulgar al chimpancé, consiguió lo que quería. Hubiera preferido dedicarle más tiempo, pero había un mundo en estado crítico el cual debían prestar suma atención.

En la ciudad no cesaban las explosiones, derrumbes y más destrucción. Existían dos argumentos por los cuales darle sentido a las mencionadas circunstancias, y eran los fenómenos extraños originados en el planeta y los Liberados. También los espejos rojos parecían un virus altamente contagioso, porque no paraban de reproducirse a fuera de la zona sin Pesadillas, como fue denominada por ellos. Desde la distancia se notaba.

En cuanto a el área en el que estaban, los Liberados tenían las cosas patas arribas. El Divino Espejo había emitido un mensaje estremecedor que informaba el cruel destino de la Tierra y lo que les deparaba a las personas.

“Irnos a aquella dimensión desconocida puede ser una opción”, pensó Gunnar, tratando de escoger la mejor decisión con prontitud. “No obstante, algo me dice que no es correcto todavía. ¿Para qué es esta Prueba de los Dignos entonces?”. Se estresó un poco, sin embargo, alguien alentó a inclinarse a una decisión.

—[Hermano, me quedaré. Me quedaré hasta exterminar todas las Pesadillas posibles].

Su voz era tan segura al igual que su semblante.

—¿Tú… quieres quedarte?

—[Sí].

Gunnar fijó sus ojos en él con una cara seria y se mantuvo observándolo sin expulsar una sílaba. Las afirmaciones de su querido hermano decían implícitamente que no había considerado lo que él tenía para decir. Era la primera vez que Caesar actuaba así. Fue un sentimiento extraño, pero un suspiro y una sonrisa irónica avisaron la respuesta.

—Nos quedaremos —dijo resuelto mientras giraba su cuerpo. Había otra persona entre ellos que debía decidir por su cuenta—. ¿Qué harás tú?

Desde que el mensaje fue entregado por el Divino Espejo, Silvia únicamente leyó sin interactuar con nadie. Gunnar no sabía si trataba de canalizar las emociones o mágicamente había quedado muda. Total, era hora de dejar las cosas claras.

La rubia estaba mirando las letras levitantes en el aire, las cuales ya habían entregado la información faltante.

«Para abandonar el planeta, deséelo y el Divino Espejo le abrirá un portal. Tiene 2 minutos para irse, de otro modo no podrá salir y se quedará».

Justo cuando había leído, oyó a Gunnar. Ella observó con calma los alrededores para ver el caos absoluto.

—Qué desastre —confesó y cerró los ojos.

El hombre esperó mientras ella reflexionaba y tomaba su elección final. Luego, sus ojos se abrieron y se conectaron con los de él. Silvia ya sabía qué hacer.

—Cuéntame, Silvia.

—Es obvio, me quedaré con ustedes —sentenció.

—¿Segura? —cuestionó.

—Sí.

La afirmación salió de su boca como si Gunnar estuviera haciéndole una pregunta que la disgustara o la ofendiera. Por otro lado, su decisión fue claramente una evidencia del compañerismo y confianza. Este fue un paso más para establecer una buena relación con el dúo y ella respondió firme.

Después de ese intercambio de palabras que también significaba el final de la conversación, de repente, la energía estática se detuvo.

—¿Eh? —Silvia dijo con genuina sorpresa.

Esto fue seguido de una cadena de accidentes. Los transportes aéreos que continuaban volando se vieron afectados por la falta de energía eléctrica y comenzaron a caer.

Al observarlos, Gunnar habló. —Tienen dos opciones.

Palabras poco detalladas, pero suficientes para que Caesar y Silvia comprendieran.

—En efecto —Ella lo confirmó, puesto que las personas en el cielo respondieron de esa manera.

Algunos eludieron el peligro y renunciaron a quedarse allí. Docenas de luces adornaron el cielo infernal como estrellas en la noche. Eran espejos plateados de 3 metros y extremadamente delgados donde las personas entraban y cruzaban la dimensión sin pensarlo dos veces.

Otros, que estaban más abajo, se tiraron y cayeron. Las alturas eran de diferentes tipos, por lo que hasta el trío entrecerró los ojos al dimensionar lo poderosos que eran esos Liberados. Las cosas anunciaban un cambio de panorama con la llegada de ellos.

Los impactos resonaron como bombas cuando los helicópteros tocaron suelo.

Una buena noticia fue que no estaban afectando los alrededores del grupo… O eso se venía haciendo.

Un helicóptero en descontrol giró directo hacia el edificio donde el trío estaba situado, sin embargo, explotó antes de que llegase y todos se aliviaron; se salvó su lugar de residencia.

De ahí, 4 personas saltaron y cayeron estruendosamente, quizá porque no adivinaron que explotaría la aeronave y reaccionaron de emergencia.




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