La última defensa de la creación: Vol. 1

32 Reunión de fuertes Liberados

—Excelente exhibición de poder. Quizá un tanto pasado de crueldad, pero no me puedo quejar —dijo el agente poseedor de 3 estrellas—. Mi nombre es Malcom, un placer saludarlos.

Una voz firme y desconocida entró en los oídos de la pandilla. Hace solo unos momentos habían acabado con sus oponentes y por eso se relajaron; sin embargo, los sentidos volvieron a estar en rojo. Movieron la cabeza y ocho personajes aparecieron a su vista.

James centró su mirada en el hombre de mediana edad que tenía un aura de superioridad a diferencia de los demás. No era que intentara presumirlo, le salía de forma natural.

Cuatro de ellos portaban un uniforme similar a los Liberados que enfrentó Gunnar y el resto el día de ayer, así que no vio nada bueno en ellos.

—¿Tienes algún asunto con nosotros? —preguntó James—. Ve directo al punto. Conocer personas hoy en día resulta peligroso. No se acerquen tampoco o los trataremos como enemigos.

—Por supuesto, cuando hago mi trabajo no me gusta andar por las ramas. Venimos en paz —aclaró las intenciones, detuvo los pasos y alzó una mano para que el resto hiciera lo mismo—. ¿Cómo se llaman?

—Ellos son Brad, Jhon y Mark; yo soy James. ¿Qué quieren?

—Queremos reclutarte.

La voz grave y solemne confirmó la seriedad de su oferta. James escuchó confuso y callado. Cuando intentó hablar, fue interrumpido por una voz conocida.

—¿Reclutarlo? No vi venir semejante propuesta —dijo Silvia, saliendo al mismo tiempo que Gunnar y Caesar—. Disculpen mi intromisión, mi nombre es Silvia. Él es Gunnar, ella Sophia, y nuestro personaje estrella… ¡Caesar!

El primate culminó la presentación sonriendo e inclinándose a modo de saludo. Su postura erecta y comportamiento, como siempre, dejaban sin palabras a todo aquel que lo conocía. Malcom primero reveló una leve expresión de sorpresa viendo la aparición del grupo, pero Caesar fue la gota que colmó el vaso.

—Esto es… impresionante. Qué animal tan único —calificó el agente de 3 estrellas.

—¿Esa cosa de dónde salió? Mis bellos no pueden evitar erizarse cuando lo veo —dijo Dylan, que por primera vez hablaba—. Deberíamos estudiarlo, tal vez…

El agente se detuvo en seco porque su líder le lanzó una mirada penetrante. El joven hombre entonces tragó saliva cuando lo observó. Esa misma expresión le daba pesadillas en las noches cuando recordaba amargas experiencias. Dylan también sintió, que de repente, el ambiente se volvió tenso.

—¿Van a estudiar a quién? ¿Tal vez qué? ¿Quieres que te mate aquí mismo? —amenazó Gunnar con una ira que casi nadie sabía que podía expresar—. Ven e intenta llevártelo si te crees muy rudo.

Inicialmente, le había interesado saber acerca del supuesto reclutamiento que estos sujetos hablaban, sin embargo, las palabras prohibidas fueron mencionadas en su presencia y él de forma automática los tachó a todos como amenazas. No había nada que discutir ahora.

—Niño, lo que él dijo es un tema el cual no tiene nada que ver conmigo... —habló Malcom, tratando de deshacer el error cometido por su estúpido subordinado, sin embargo, al ver la actitud del Gunnar se dio cuenta de que era una pérdida de tiempo—. Demonios, olvídalo. Supongo que debo ofrecerte un trato más especial para ti si quiero convencerte.

—No me interesa, imbécil. Largo de aquí.

—Tú, Gunnar. Que no se te suban los humos a la cabeza por el simple hecho de haber matado a esos canadienses de 2 hojas de arces —dijo Marcus con notable enojo—. No sabes con quiénes te estás metiendo.

—Cállate tú también.

James, que se había callado desde que sus aliados aparecieron, se vio envuelto en medio de la discusión que ahora estaba tan tensa que podrían estallar una pelea a la más mínima provocación. “Son tipos fuertes”, teorizó. El comentario con respecto a los canadienses sentó las bases para que él estimara la fuerza de esas personas. Pensó en los nervios de acero que cargaba Gunnar y luego en lo jodido que se estaban transformando las cosas. Si no se detenía, concluiría en un trágico final.

—¡Ja, ja, ja! Esto es divertido —Se escuchó una fuerte carcajada que fue cedida por un ruido bucal que se hace cuando se aclara la voz—. Vamos, hombre. No hay que alterarse. Nadie hará nada sobre lo que se habló hace unos segundos y todos contentos. Además, hay que atender otros asuntos a continuación.

—¿Como cuáles? —cuestionó Silvia. Mantenía una cara tosca.

No hizo falta que contestara Malcom, ya que Caesar le dirigió la mirada a la mujer. Era claro. Había más invitados en los alrededores.

—[Son 30, señorita Taylor. Poderosos, de hecho]

Silvia recibió el reporte en silencio para no alarmar a los agentes sobre la habilidad del animal. Tampoco cambió el gesto, así que ninguno entendió nada aparte de Gunnar.

—¡Salgan y muestren esas feas caras! ¡Hoy estoy de buen humor! —El de 3 insignias gritó, como una orden.

Después de hablar, diferentes figuras hicieron presencia en el pequeño espacio donde todos se hallaban. Algunos se presentaron tan sigilosos, iguales que asesinos ninjas. Otros más llamativos aparecieron desde arriba destrozando los automóviles y el pavimento de las calles.




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