Revelaciones impactantes fueron vomitadas por Malcom. Según él, a pesar de que las cosas eran un desastre, todavía había mucho por ver. Gunnar creyó las afirmaciones cuando Caesar puso una cara severa. Silvia conectó los ojos con él y recibió el mensaje de aprobación y se puso igual. Una verdad amarga.
—Deja tus estupideces y dinos de una vez por todas de qué trata esto.
—Sí, es muy odioso para nosotros tantos misterios.
Los que no aceptaron las palabras fueron varios Liberados de los 30 que vinieron. Por supuesto que sin alguien como Caesar a su lado, creer lo que escuchaban sería un dolor de cabeza.
—Si lo creen o no, la verdad me importa un carajo. Es lo único que diré respecto a los acontecimientos venideros. Hasta a mí me falta mucho conocimiento, pero sé cómo actuar dependiendo el desarrollo de las cosas. Y les digo esto porque ya no es algo estrictamente prohibido. Así me lo aclararon los altos mandos antes pisar aquí —concluyó Malcom, y con el silencio de todos, se animó a proseguir—. Y en realidad, prácticamente ya no somos agentes. Nuestra labor secreta culminó y ahora somos otros Liberados más sobreviviendo en esta prueba. La diferencia es que pertenecemos a la Unión Mundial, cuya preparación se ha desarrollado durante décadas.
—¿Y si ya nada es un secreto por qué no nos cuentas? —Gabriel insistió.
Lo dicho previamente por Malcom tenía toda la lógica del mundo. Su trabajo antes era eliminar cualquier evidencia al público sobre las Pesadillas y el Espejo Divino. También iban en busca de Liberados para reclutarlos o advertirle que guardarán silencio. “Ya eso no tiene por qué seguir”, pensó Gabriel.
—Es sencillo, no lo hago porque no quiero. A ustedes les falta coraje para poner la vida en juego y atacarme —Terminó de limpiarse y tiró la toalla bañada en sangre—. Estoy con estas jóvenes promesas, no deberían tomarlos por menos.
Gunnar estudió en detalle cada sílaba. Fueron pocas las palabras de ese tal Malcom, sin embargo, dieron información relevante, como una estimación sobre el peligro que se avecinaba.
—Aunque no se puede reclutar legalmente hasta que acabe la Prueba de los Dignos, pueden encontrarme en la cancha de fútbol no muy lejos de aquí. Estaré ahí siempre a medio día para el que se quiera unir. Yo los cuidaré.
—¿Cuáles son las ofertas? —alguien preguntó.
—Actualmente, nuestra protección. Pero tendrás muchas ventajas que te ayudarán a crecer con rapidez si le ofreces lealtad a la Unión Mundial —Giró y se preparó para irse—. No hay nada más que decir. Recuerden lo que les dije. Me voy.
Malcom decidió irse dando el mensaje respectivo para seducirlos. Su postura segura les dio entender a los demás que tenía confianza de que nadie intentaría tocarle un pelo.
El encuentro imprevisto con el equipo de Gunnar acabó infructuoso desde el principio, así que optó por no insistir más en el tema. Empleó un tremendo salto hacia la cima de un edificio y sus subordinados los siguieron.
Cuando desapareció, un hombre cayó desde el edificio opuesto, creando un fuerte sonido al aplastar el pavimento de la carretera. Nadie reaccionó sorprendido o cauteloso, como si ya supieran sobre él. Era un hombre con un traje rojo oscuro y encapuchado. En su espalda cargaba un espectacular arco y sus respectivas flechas.
—El tipo rudo se fue, ¿cuál es el siguiente paso? —dijo el arquero.
—Si nos basamos en el conocimiento adquirido por Malcom, hay que fortalecernos lo más pronto posible —respondió Gabriel.
—Matar Pesadillas es complicado. Ahora están por montones y nuevas especies surgieron. Mi amigo fue comido ayer tratando de entrar a esta zona. No quiero morir igual que él —Un tipo musculoso y lleno de cicatrices en todo el cuerpo, que portaba un gran martillo de 1.5 m de largo como arma, respondió.
—Eso me enteré. No obstante, somos 30 y podemos ir juntos… Oh, quizá podríamos ser 38.
La corrección de Gabriel insinuó una propuesta obvia para el grupo de Gunnar. Silvia, Sophia y el resto, fijaron los ojos en el líder. El hombre en cuestión ya trabajaba en los pros y los contras del ofrecimiento. Entonces, dio la respuesta obvia.
—Ni siquiera los conozco, mucho menos iré con ustedes a algún lado.
—Te está dando una oportunidad, imbécil. No los necesitamos a ustedes —El sujeto musculoso rugió al sentir una falta de respeto hacia su líder.
—Si no nos necesitan, deberían tomar ejemplo de aquellos agentes y largarse de aquí —volteó y clavó los ojos al tipo que le habló—. No me dirijas la palabra en ese tono, porque tu cabeza rodará en el suelo y se la daré a Caesar para que se la coma.
Su voz segura y amenazante exploró los oídos de los presentes. A Gabriel, la curiosidad y el interés lo carcomía cada instante que interactuaba más con él. “Sin duda, un personaje muy especial”, calificó. El siguiente paso era calmar las aguas para que una batalla invadiera el sitio. Pocos estaban tan calmados como él.
—Tranquilos, tranquilos. Lo último que deseo es peleas sin argumentos razonables. Gregor, te calmas —ordenó, con una expresión diferente a la normal, esta vez seria—. En cuanto a ti, Gunnar…, tus razones son válidas para desconfiar. Nada más bromeaba; sin embargo, ¿qué tal reunirnos aquí cada día para pasarnos información de cualquier anomalía?