La última defensa de la creación: Vol. 1

34 Demostración

—¿Cómo te sientes? ¿Estás mejor?

Silvia le preguntó a Sophia si las ganas de vomitar se habían ido.

—Un poco —Era muy pronto para que se acostumbrara a esas escenas.

Cuando el grupo comió hasta quedar saciados y asegurar fuertemente la bodega donde se almacenan los alimentos, en la salida, la adolescente se topó con Caesar devorando el cadáver del hombre asesinado por Malcom. El vómito entonces corrió por la garganta y desde ahí, su cara ha estado pálida. Un día de mierda lo calificaría si le preguntasen.

Ellos ya se dirigían a toda máquina hacia fuera de la zona libre de Pesadillas. La velocidad rondaba los 150 km/h, la cual superaba al guepardo. Aun así, las dos chicas tenían la capacidad de conversar y desviar su atención de la carrera.

—El camino por fin terminó. Es hora de darlo todo —dijo Gunnar mientras detenía los pasos.

A varias docenas de metros, las Pesadillas merodeaban tranquilas de izquierda a derecha. Era una vista particular, porque mayormente se veían impulsivas y con furia irrazonable.

Los monstruos estaban “del otro lado”. Existía una especie de barrera invisible e indetectable para los sentidos que evitaba el ingreso a la zona donde ellos estaban.

—Espero salir vivo de eso —murmuró James.

—Me adueño de tu Origen cuantificado si no —Gunnar afirmó con total naturalidad—. Andando.

Él despertó a las Gemelas que morían de ganas por ejercitarse.

—[¡Sí, empecemos!].

Casi al mismo tiempo, Silvia y Caesar sacaron sus armas también. Después el trío invadió el territorio enemigo tras un enorme salto escandaloso.

Las Pesadillas sintieron las nuevas presencias y prestaron su atención a ellas. El comportamiento tranquilo fue reemplazado por uno demencial y los chillidos azotaron el silencio que no tuvo otra opción que esfumarse.

—¡Formación principal contra avalanchas de monstruos! —Gunnar gritó.

Silvia y Caesar de inmediato se acercaron a él y dibujaron una especie de triángulo entre ellos. Segundos más tarde, el grito de guerra de Caesar dio la bienvenida al primer choque.

Las Pesadillas se lanzaron sin miedo y con una agresividad aterradora. Tampoco les importaba si tumbaban o aplastan a otro de su especie. Tal desorden los hacía ver como zombis hambrientos hallando carne fresca. Sin embargo, dicha carne resultó ser una trampa letal.

Sophia y la pandilla pudieron experimentar lo que sería la matanza más aterradora en contra de esas criaturas hasta el momento. Los tres se movían a la velocidad de un rayo con las armas y cortaban a las Pesadillas igual que una licuadora batiendo frutas.

—¡Oh, mierda! —Mark gritó sobresaltado—. ¡¿Qué están viendo mis ojos?!

—Es una locura. Son realmente aterrados —habló James.

La verdad era que ellos no podían describir o definir lo que veían enfrente. Alguien que era más fiel a esta afirmación era Sophia. —¡Es una montaña la que hicieron en segundos!

Lo que dijo no fue exageración, en realidad sí habían creado una montaña. La cantidad de monstruos que moría no lograba ser contabilizada por ningún espectador. Sin embargo, ellos se movían conjuntamente a medida que mataban para no ser obstruido por los cadáveres.

—En vez de estar mirando, movamos el culo —ordenó el líder bandido.

Mark y los otros 2 secuaces, al apreciar tal nivel de batalla, la determinación les flaqueó. James comprendió eso, por lo que actuó en consecuencia, y después de una orden que no aceptaba excusa, con amargura, obedecieron.

Durante el camino, los 3 acordaron adquirir armas a través de Divino Espejo, puesto que eran herramientas importantes en combates. El inconveniente estaba en que no tenían un manejo técnico con ninguna arma filosa, nada más pistolas y rifles, pero eran muy caros y el gasto de balas también.

—Elijamos machetes. Si hablamos de familiaridad, el machete es el más cercano.

—Ok, será ese entonces.

Esa era una herramienta que les sería más económica que las espadas. Su funcionalidad era brusca, pero fácil. Apenas eligieron, el Origen convergió cerca, creando a través de los estados de la materia, la compra. Era un deleite para los ojos.

—Magnífico… —murmuró James, admirando el proceso. Se sumó a los incontables seres que les era imposible acostumbrarse al proceso de creación.

La pandilla ya estaba lista y allí mismo otra persona también se había puesto en marcha; era Sophia.

El Origen cobró vida en un punto específico, cuya concentración creó 2 hermosos cuchillos largos de combate militar junto con sus fundas. El color era completamente negro y con una marca de “S”, significado de la inicial de la chica. Además, el peso de cada una era de 100 kg.

Así pues, los miembros faltantes estuvieron listos. Centraron su mirada en el campo de batalla y respiraron profundamente. Querían dispersar las dudas e inseguridades antes de ir. Había que ponerse en sus zapatos para comprender la acción suicida que iban a hacer.

James, siendo el más valiente, caminó a paso lento, arrastrando su hacha en el pavimento. Una raya agrietada se dibujó en el espacio donde el arma pasaba tranquila. “Es el momento de pelear”.




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