La última defensa de la creación: Vol. 1

38 Solución de la alimentación

—¡¡Benjamín!!

—¡¡Sophia!!

El llamado se produjo paralelamente y con el mismo volumen. Los rostros de sorpresa fueron desvaneciendo para darle el turno a la alegría. Alegría del corazón.

—¡Por Dios, Benjamín! ¡No sabes lo preocupada que he estado durante estos días! —dijo Sophia, desahogando sus temores.

La adolescente ignoró por completo a Silvia, quien no había bajado el brazo ni quitado el arma de la garganta sobre el joven. No obstante, su intención asesina, que sofocaba el espacio, también se fue disipando al entender más la situación.

—Supongo que tengo que dejarte vivir —dijo la mujer, bajando el objeto filoso—. Lo hiciste bien, me esquivaste un ataque que iba con toda la intención de matarte.

Junto con las palabras, envió un par de palmaditas en el hombro del chico. Le guiñó el ojo y caminó directo al otro dúo. Benjamín entonces prestó atención en el combate en el que estaba envuelto y a la hermosa rubia alejándose de él. Pasó la mano muy cerca de la yugular y recogió el espeso líquido rojo que embarró su palma. Estudió el significado de lo que habló Silvia y luego no supo qué decirle. “¿Quién es esta mujer? Ella es… fuerte, hábil y preparada”.

—¡¿Qué es más importante que yo, idiota?! —Se quejó Sophia mientras atrapaba a Benjamín con sus brazos—. ¿Te enamoraste acaso? Olvídate. ¿Ves a ese hombre que nos observa en silencio? Ella babea por él.

El abrazo apasionado estímulo un creciente dolor en el cuerpo a Benjamín, sin embargo, no lo rechazó. Abrió sus brazos y le compartió también un caluroso abrazo.

—Sophia…, me tenías ahogado de la preocupación. Gracias a los cielos estás bien —Dio un respiro largo y prosiguió—. ¿Me puedes explicar mejor lo que has vivido sin mí?

Durante la búsqueda, los malos pensamientos le mandaban dardos cada segundo, intentando desmotivarlo y crear los peores escenarios posibles sobre la seguridad de su hermana. Fue un martirio.

—Te lo contaré en un espacio más cómodo. Vamos, te guiaré al refugio.

Cuando terminó de escucharla, evaluó más decididamente el entorno y fue ahí que los alrededores parecieron volver a existir, porque lo había ignorado por completo desde que vio a Sophia. Sus ojos reflejaron la imagen de 2 personas y un chimpancé. Quedó analizando al hombre que su hermana mencionó y un sentimiento de peligro sacudió su cuerpo. Le recordaba a otra persona por la sensación.

El que recordó también fue Gunnar, que no disimuló su mirada hacia el agresor. La edad del chico no excedía los 18, por lo que era extraño que la hermana aparentara la misma edad, añadiendo que no se parecían en casi nada, sino fuera por el color de piel y el cabello negro. Si por belleza se refería, Sophia ganaba, aunque no por mucho. Sin embargo, ese asunto era lo que menos llamaba su interés.

El cabello largo y liso hasta los hombros y los demás rasgos físicos invocaban en Gunnar la imagen de cierto archivo secreto que robó semanas atrás. Imposible confundir, su memoria fotografía y potenciada, apuntaba con seguridad; ese joven era el que asesinó a 5 encapuchados en un supermercado y estaba registrado como "Buscado” por poseer información clasificada, en el archivo hackeado de China. “No lo vi venir ni de broma". Definitivamente, nunca esperó conocerlo y menos así.

El duelo de miradas se vio afectado por la retirada de Gunnar, seguido por Caesar y Silvia. Los dos hermanos se quedaron un par de minutos hasta que decidieron subir a lo más alto del edificio, donde normalmente les gustaba residir al equipo.

El primer encuentro fue el peor posible y esto dio espacio a un ambiente con inexistente comodidad. Benjamín observó sentados a Gunnar y a la rubia acostada sobre él, durmiendo plácidamente, dando alusión a una relación muy cercana entre ellos.

Después, a unos metros de distancia, sus ojos enfocaron al chimpancé preparando los ingredientes para cocinar. El joven regaló varios segundos apreciando una vista realmente única. Era otro más del montón que sucumbió a las múltiples emociones provocadas al ver a Caesar.

—Te dije que el animal era tan inteligente al igual que nosotros —Le recordó Sophia. Allí abajo tuvo tiempo para contarle las cosas importantes—. Bueno, creo que cada persona tiene que pasar por lo mismo sin importar el conocimiento previo que tenga.

Benjamín asintió en respuesta. A diferencia de la mayoría, despegó la atención del animal. Parecía haber perdido el interés por él repentinamente. La hermana sonrió al ver la conducta tan receptiva que siempre lo caracteriza.

—Pasaste de moda, Caesar. Ya a nadie le importa tu existencia, a menos que hables —dijo Silvia, todavía en la misma posición y con los ojos cerrados, pero después los abrió—. Hola, Benjamín. Si piensas que te guardamos rencor por lo que hiciste, estás equivocado. Siéntate y espera la cena. Hay mucho de qué hablar.

—Eso es un alivio —La adolescente dio un profundo suspiro y soltó la tensión en su cuerpo—. Hermano, esto es lo que me ha pasado (…).

Ella narró en detalle qué le aconteció cuando recobró la conciencia y cómo se conoció con el trío, además de las infernales aventuras vividas con ellos. Era similar a una niña emocionada contando las mejores experiencias; entre ellas, resaltó la excelente relación que tenía con Caesar y Silvia. Curiosamente, omitió casi por completo a Gunnar. Lo dio a conocer como un insignificante personaje terciario de una novela y que a nadie le importaba.

—Y eso es todo, Benjamín. Fin —concluyó Sophia.

—Eres increíble a la hora de expresarte. La historia estuvo fantástica y más porque me veo como una heroína que es acompañada por el valiente Caesar —opinó Silvia, sonriente. Acto seguido, quitó la cabeza de la “almohada” y se sentó. Miró a Gunnar con una cara a punto de explotar de la risa—. ¿Qué piensas, “Sr. Secuestrador“?

Carcajadas sacudieron el tranquilo techo cuando Silvia y Caesar las dejaron salir hasta que les doliera la barriga. Sophia no tardó en ser infectada por ellos dos y también participó en la burla.




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