—¡¡Maldito bastardo!!
El chillido desembocó el dolor que había estado dormido hasta ahora. Gregor sintió un feroz impulso por gritar, pero quería mantenerse en el perfil de un hombre varonil y rudo. —¡Hagan trizas a ese hijo de puta!
El arquero, que había tomado el mando temporalmente desde que vieron al dúo, deshizo su actitud burlona y frunció las cejas, reflejando seriedad. "¿Cómo es posible que ese tipo se haya movido así de rápido? Qué poder“, pensó, dándole una nueva estimación a la fuerza de batalla de Gunnar.
—¡¿Por qué no están haciendo nada?! ¡Son unos cobardes, insectos! —Gregor cargó contra ellos cuando no respondieron a su petición, la cual ya había sido planeada con anticipación y varios habían acordado en atacar. “Desgraciados traicioneros. No debería sorprenderme por esto”.
Como se estaba desangrado, rasgó toda su camisa y trató de detener el sangrado amarrando la tela encima de su herida. Al desprenderse de ella, reveló un espectacular tatuaje que era el dibujo realista de la cara de un león rugiendo en su espalda. Se veía impresionante, sin embargo, lo patético estaba en la acción que realizaba, puesto que la tela se rompió en su brazo antes de sentir presión de ella.
—¡Ja, ja, ja! Este ogro parece no pensar demasiado —Silvia se burló abiertamente al ver su inútil intento—. No esperaba nada brillante de ti, no obstante, tu estupidez me deja anonadada.
—¡Perra desgraciada, cierra esa maldita boca! —Gregor estaba que explotaba solo viéndole la cara. Quería asesinarla a punta de golpes, pero controlaba esos pensamientos, ya que su cerebro le gritaba no hacer nada contra ella o esta vez no le cortarían el otro brazo, sino su cuello.
—Métanse los dedos en los oídos y quítense el cerumen… Repetiré por última vez —Se escuchó la voz de Gunnar—. La cantidad es de 1.5 millones, más 900.000 por no degollar a ese idiota. El próximo que venga a atacarnos, cancelaré las negociaciones y ninguno de ustedes saldrá vivo, aunque tenga que esforzarme para hacerlo… Y tú no eres la excepción, Gabriel.
La contundente amenaza pesó docenas de veces más para los oyentes, al menos, así estaba la mayoría. Rosalía y Gabriel oscureciendo el rostro, sin embargo aún decidieron permanecer callados.
Por otro lado, el arquero y Lina reaccionaron diferente, dando un paso en frente oponiéndose a las peticiones de Gunnar. “Todo esto por estar hablando estupideces. Ahora me veo obligada a enfrentarme con el chico que quería para mí”. Esos eran los pensamientos de la pelirroja.
—Imbécil, provocaste a las personas equivocadas. Cómo te hace falta todavía conocer tus límites, seré tan servicial y te iluminaré —dijo el encapuchado de traje rojo. Su confianza, naturalmente, derivaba de su fuerza y destreza. Querer pelear contra Gunnar tras presenciar las habilidades que este tenía, decía mucho sobre su capacidad—. Gregor, si puedes luchar, entonces dale apoyo a Lina.
—Por supuesto que sí —Sonrió espeluznantemente—. Encantado de ayudar.
La sexy chica tatuada oyó la orden y curvó los labios hacia arriba —Llegó tu muerte, bruja. Por fin tengo el placer de poder asesinarte. No sabes cuánto soñé por este instante.
—Mejor cállate que se te puede meter esa cucaracha en la boca —respondió Silvia, sacando a relucir su hermosa catana e interrumpieron el suspiro de felicidad de la pelirroja—. ¿Cuántas veces te prostituiste para pagarte ese tatuaje? Se nota que eres una puta.
Justo como Silvia quería, Lina estalló en furia y sacó sus dagas, que estaban sedientas de sangre. Ella y el arquero, cansados de los diálogos, quisieron abordar la pelea en agresiones físicas… O eso hubieran querido. La confrontación fue abortada cuando sonó una voz autoritaria, pero familiar.
—¡No intenten nada o se la verán conmigo! —Gritó el auténtico líder.
El arquero, que solo había corrido 15 pasos, cruzó los pies y frenó en seco. Cuando el polvo bajó, se le vio masajeando las sienes. —¡Demonios, Gabriel! ¡¡Qué mierda te pasa!! —Protestó—. ¡Ya me empiezo a desesperar, te lo juro!
Mientras se quejaba, Lina apretaba tan fuerte los dientes que podían partirse en cualquier momento. —¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda! —Maldijo por perder semejante oportunidad de matar a Silvia.
—¿Qué pasa, perra? Te veías tan decidida —incitó— ¿Acaso te dio miedo? Bueno, qué se puede esperar de una sabandija como tú. Corre, ve a chupársela a ese tipo.
A Lina le salía humo por oídos, nariz y boca, y las manos que empuñaban las dagas temblaban por la presión ejercida. Era una hazaña controlar sus emociones escuchando a aquella mujer tan irritante. —¡¡Gabriel!! —exigió respuestas.
—No habrá ninguna batalla innecesaria. Hemos sufrido mucho en solo 12 horas y exponernos tan fácil a los riesgos, no es adecuado. Por consiguiente, detengan su marcha —dijo con severidad—. Lina, pagarás la suma a Silvia y yo ayudaré con la mitad. En cuanto a los 900, eso le corresponde a Gregor.
—¡¿Qué acabas de decir?! —La voz indignada de la pelirroja vibró en el área—. ¡Lo que me faltaba!
—¿Pagarle? Ni creas que haré eso, Gabriel —expresó Gregor.
—Así como lo oyes, Lina. No quiero quejas, así que vayamos directo a solucionar los problemas. Y tú Gregor, no lo sugerí, di una orden —aclaró—. Matthew, siento hacerte quedar mal. No agrandes las cosas.
Gunnar observaba cómo el arquero, quien respondía al nombre de Matthew, hacía gestos de desagrado y se daba la vuelta, e Igualmente pasaba con la mujer tatuada en el cuello y Gregor. Ninguno parecía contento por las órdenes, aun así, las palabras fueron ley.
“Ese tipo es muy cauteloso e inteligente a diferencia de estos 3 que son extremadamente impulsivos, dejándose dominar por las emociones. Supongo es una de las razones las cuales lo convierten en líder”, dedujo, mandando a guardar las Gemelas.
Esperó pacientemente a que aquellos terminarán de hablar y acordar sus asuntos. Mientras tanto, se juntó con Silvia. —¿Por qué pediste el brazo? Mi intención no era esa, pero quise complacerte.