La última defensa de la creación: Vol. 1

51 Encogimiento

Entre el montón de ruinas, donde hace menos de 24 horas era el terreno más seguro si de ataques de Pesadillas se refería, un grupo en particular, liderado por un joven hombre portador de dos espadas, yacía sentado esperando a que el astro rey de color rojo se ocultara en el oeste.

Transcurrió ya cierto tiempo y ninguno había hablado a profundidad sobre el siguiente curso de acción luego de sufrir un inesperado asalto de monstruos terriblemente poderosos. La razón quizá era por el agotamiento mental o las diferentes tareas que tenían que hacer antes.

Cuando cada uno vació su agenda de compromisos, fue el espacio oportuno para tratar el tema, por lo que todos voltearon a ver al líder, el cual esperaban que expusiera sus pensamientos. Él, en esa situación, echó una leña al fuego y respondió mirando a cada persona.

—Es casi seguro que esta noche vuelva a ocurrir un evento igual al de ayer —vocalizó—, y si mis instintos no me fallan, será peor. Estamos cerca de cruzar a la dimensión.

—Estoy de acuerdo contigo, Gun —soltó Silvia—. El plan debería ser el mismo: Caesar dándonos instrucciones. Sinceramente, es muy efectivo.

—Sí, así será —manifestó, moviendo la vista hacia la chica más joven—. Sophia, por tu bien y el de tu hermano, esta vez domina tus emociones y saca esa chica que asesinaba Pesadillas con gran elegancia.

Queriendo entregar otro estímulo a la adolescente, Silvia le habló —Es cierto, cariño. Estos eran más poderosos, lo sé, pero por esa razón debes hacerlo.

Ese consejo fue de la mano con un abrazo. Sophia se avergonzó porque se sintió como una niña pequeña, aun así, se retó a dar lo mejor. Tampoco era que tuviera una opción diferente.

Después, el grupo dialogó las estrategias y métodos que les proporcionarían mayor eficacia en la batalla. También, los equipos internos tuvieron un espacio para hablar entre ellos. Aunque estaban juntos, en las situaciones peligrosas nadie confiaba en nadie.

Gunnar le preguntó a Caesar cuál era la cantidad de Origen cuantificado que absorbió en las últimas 4 horas y el animal le dijo que eran 8.934.034 millones. Sí, una suma inmensa que le sentaba de maravilla. Llamó a Silvia y ordenó al chimpancé transferir 1.021.000. La idea era que ella suministrara esa cantidad al Control de Origen, lo cual hizo. La puntuación se estableció en los 34.

 

«Transferencia: 7.914.034».

«Reducción del 2%: 158.280».

«Neto: 7.755.754».

«Cuantificación de Origen: 7.813.522».


Los números acumulados eran el nuevo récord de Gunnar en la obtención de Origen. Enseguida mandó la suma necesaria al atributo faltante.

 

«Tu atributo de Control de Origen llegó a los 60 puntos. Actualmente, es necesario 600.000 de Origen cuantificado para continuar incrementando». 

«Tu atributo de Control de Origen llegó a los 70 puntos. Actualmente, es necesario 1.200.000 de Origen cuantificado para continuar incrementando». 

«Cuantificación de Origen: 313.522». 


Así se fue, en un solo parpadeo. Gunnar esperó en vano lo que dura una respiración profunda con la esperanza de que apareciera un indicio concreto acerca de la Semilla Oculta, a pesar de ello, no se molestó en lo más mínimo.

—¡Gun, siento que estoy perdiendo mi dinero! —Fue alguien diferente que protestó—. ¿Por qué ese desgraciado de Malcom logró encontrarla?

—¿Dinero? Bueno, tiene sentido que le digas así —comentó—. Ese tipo tiene más tiempo que nosotros en ser un Liberado, de seguro no le fue tan sencillo.

—¿Qué sabes tú, Benjamín? —dijo ella.

—Me he topado en un par de ocasiones con Liberados veteranos que no hacen parte de la Unión Mundial. Alguien alguna vez mencionó que conocía a Malcom siendo agente desde hace 2 años. No sé qué tan cierto sea, probablemente tiene más que eso.

Gunnar creía que si en realidad el tipo tenía los años mencionados, el proceso tomaría más de lo imaginado. Sin embargo, hay una variable clave y era el hecho de que el Malcom del pasado no era tan fuerte como él. Anteriormente, los monstruos salían de los espejos rojos no muy seguido y el aumento de atributos no se podría comparar al actual. Agregando que Gunnar estaba en un nivel igual o más alto que el Malcom del presente, basado en sus cálculos.

“Las suposiciones son variadas, pero no hay nada concreto… Las cosas se sabrán más tarde”, pensó, archivando el asunto.

Así, el tiempo pasó y la inevitable noche cayó. Si bien, todavía no sucedía algo similar a lo ayer, por ejemplo, el terremoto, el ambiente tuvo sus cambios porque se adornó de una neblina fría de color roja.

Las peleas, que normalmente se podían observar cada anochecer en las calles, se eliminaron. Era como si fueran sucesos de hace años y no de ayer. Ya ni siquiera habían grupos de Liberados deambulando por ahí. Nadie quería ser cogido desprevenido.

—¿Nos mantendremos aquí? —preguntó James.

—Estar aquí o en otra parte no nos brinda seguridad, pero caminemos de todos modos —respondió Gunnar.

Ninguno objetó o se opuso. Caminaron a pasos lentos y con los sentidos bien alertas a posibles movimientos, sonidos, etc. Las diferentes zonas por donde pasaron estaban en completo silencio, tanto así que únicamente podían escuchar el ruido de los pies marchando en los restos de edificaciones en el suelo y las voces de sus compañeros.

Sophia marchaba callada, variando de acompañante, los cuales eran Benjamín, Silvia y Caesar. Se sentía tranquila porque el chimpancé era su radar y podía percibir quién o qué podía estar cerca de ellos. También se daba automotivación para no perder la calma si la situación se complicaba. Estaba más que decidida a afrontar los miedos.




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