La espera de la línea divisoria todavía se mantenía sin indicios de alcanzarlos. La distancia que lograron en tan solo unos minutos fue demasiada para que los monstruos siguieran el ritmo; muy atrás quedaron.
El grupo se mantuvo quieto, fiel a las intenciones de estudiar el proceso de encogimiento. Caesar informó que las energías andaban más alborotada y eso fue un síntoma de que ya no faltaba tanto.
Gunnar sugirió tener los sentidos al máximo, pues los Liberados iban traspasando el área continuamente. Podrían ser ellos los siguientes Cristians si se descuidaban. Como soldados disciplinados, la pandilla y los hermanos tomaron nota.
—El número de sobrevivientes excedió mi imaginación —James pronunció. Los ruidos y pasos rápidos venían de todas las direcciones.
—Las cucarachas están saliendo de las alcantarillas ahora que fueron molestadas —agregó Mark. Su rostro era burlón y fundido en desprecio, pero quién hubiera pensado que sería escuchado.
—Oye, esas palabras hirieron mis sentimientos —Una voz masculina y desconocida se unió a la conversación de los bandidos, haciendo sujetar el machete a Mark.
—Para mí fue un halago. Ojalá pudiera sobrevivir igual que una cucaracha.
Alguien más había hablado. Era una inconfundible voz femenina y adulta. Los misteriosos personajes no hicieron esperar lo suficiente como para ser atacados, y pronto, 4 Liberados penetraron la niebla roja.
Las edades entre ellos variaba; 2 individuos tenían unos 35/40 años. Eran los que iban en el centro y también los que participaron en el tema de James y su secuaz. El hombre era un tipo de aspecto normal, de cabello negro, barba descuidada y con vestimenta sucia y dañada. En cambio, la mujer tenía el cabello corto hasta los hombros, piel clara y la ropa era más presentable. Los dos padecían heridas en el cuerpo.
Por otra parte, en las esquinas se podían observar un nuevo par de personas de ambos sexos, sin embargo, de una edad más joven; el joven aparentaba 20 años y la chica sondeaba los 23. Los dos eran pelirrojos, piel blanca y llenos de pecas en la cara. Además, se parecían. Si no fuera por la notable diferencia en años, podrían confundirse por hermanos gemelos.
La pandilla envió un aura asesina apenas ellos se mostraron, no obstante, cuando no detectaron movimientos de Gunnar y el resto, tampoco actuaron. James giró hacia el individuo más capaz del grupo y lo encontró sentado con Caesar y Silvia. No había alteración en sus gestos.
—Dejen sus estupideces y escupan sus intenciones. Van a morir si tratan de hacer cualquier jugada graciosa —declaró Benjamín, poniéndose de pie al mismo tiempo que Sophia.
El hombre mayor de los visitantes movió la cabeza en dirección al origen de la voz. Su actitud amigable siguió brillando, aunque apenas el animal blanco fue atrapado en el lado de su visión, su semblante se apagó.
—¿La bestia blanca? ¿Ustedes son el famoso grupo llamado “Cazadores Nocturnos”? —Frunció levemente el ceño.
—Maldito nombre de mierda. No nos digas así —gruñó James. Le irritaba ese nombre porque para él eran cosas infantiles y estúpidas.
—¿Qué buscas? No lo repetiré dos veces —Gunnar se levantó y se colocó en frente de los desconocidos.
La mujer, que previamente había hablado, volvió a hacerlo.
—Queremos formar una alianza —Valientemente, dio un paso al frente. Las cosas iban cogiendo otro rumbo y ella lo redireccionó—. La situación es desconocida y hemos decidido buscar a personas y establecer un acuerdo. Es simple: queremos tener más oportunidades de sobrevivir. Si no quieren, nos iremos de inmediato. Puedo decirles que estamos siendo claros.
Con las cartas sobre la mesa, la mujer se silenció, sediento el turno para que la contraparte pensara y tomará la decisión.
—Te escucho —Gunnar, en contraposición con su cara desinteresada, permitió a la mujer detallar su propuesta.
—Sencillo. Pelearemos contra las futuras Pesadillas en un área cercana. Es la única necesidad en común que tenemos, por ende, no hay por qué establecer más cosas.
El trato no era complicado y tampoco exigía demandas importantes. Es más, no ocasionaba inconvenientes considerables. “Supongo que también desean evitar tenernos a su lado porque desconfían de nosotros”, pensó.
—Aceptamos —aprobó las negociaciones. Después informó ciertos detalles—. Actualmente estamos estacionados aquí con la finalidad de descubrir si el avance de los monstruos se detendrá o no; pura curiosidad. Marcharemos al centro hasta entonces. ¿Cuáles son sus nombres?
—Oh, qué descortés de nuestra parte. Permítenos presentarnos. El niño en la esquina derecha es Nicolás, el hombre a mi lado es Richard, ella es… Bueno, responde generalmente a Adela, pero también se llama Adelaida… Hasta donde sé, no hay más nombres. Yo soy Carmen.
La instrucción de los nombres prosiguió con el grupo de Gunnar. Era innecesario mencionar quién robó la atención de los nuevos Liberados. Inmune a esa cotidiana situación, dejaron fluir los pensamientos de ellos y que sacaran sus propias conclusiones.
Las cuatro personas, sin explotarse la cabeza eligiendo, se acomodaron a 30 metros, utilizaron improvisadamente unos troncos como sillas. Con la espada de Richard, se cortó un árbol y se fabricaron los curiosos asientos.
—¿No debí proponer nada?
—Te dije que estuvo bien, ellos son aliados que responden a nuestras demandas. Mantengámonos con la menor interacción posible y listo.
Carmen insistía en el tema y Richard tuvo que aclarar el asunto. Nicolás, escuchando, agregó un par de palabras.
—¿Cuál es el miedo? El más fuerte en este territorio es Malcom y con “ellas” podemos defendernos de él y escapar. Ya hicieron eso antes, recuerden.
Con esto, el tema finalizó. Las personas de mayor edad asintieron con la cabeza y atendieron asuntos diferentes.
—[Hermano, ya vino].