La última defensa de la creación: Vol. 1

56 Otra vez

Las Pesadillas atacaron sorpresivamente a pesar de la vigilancia de los Liberados, y eso se debió a que la neblina roja fue desfavorable. Los espejos rojos levitantes estaban ocultos.

Además, no solo aparecían flotando, como se apreció en el caso de la mujer loca por los efectos del espejo rojo. Iban creándose en todas partes, por lo que había que tener cuidado en detectarlos y prevenir el contacto físico.

Fue un dolor de cabeza confirmar a los terribles monstruos bípedos y sin rostro como oponentes, sin embargo, lo peor eran sus tamaños. El más pequeño de la noche pasada se convirtió en el más grande.

Apenas pisaron el territorio, la muerte se paseó feliz. Las personas que no se adaptaban con rapidez eran principalmente las que caían.

—¡Nooo! ¡Ayuda!

—¡Aaaahh!

Estos monstruos, con sus impresionantes brazos largos y garras afiladas, las cuales superaban ahora los 10 centímetros, trataban a los enemigos sin compasión; cortaban y asesinaban a la primera oportunidad y marchaban hacia el siguiente objetivo de la misma manera que las máquinas de exterminio.

—¡Maldita niebla roja! ¡Reúnanse!

—¡Nos están acabando!

El desespero se transmitía en los múltiples gritos emitidos por la gente. Pelear casi a ciegas los asustaba y el resultado era la desconcentración y descoordinación.

Eso les sucedía a los incompetentes que tomaron la decisión de quedarse en el planeta por razones seguramente mal pensadas, ya que en la zona también había Liberados que estaban plenamente conscientes de su elección en elegir permanecer y los miembros de la Unión Mundial eran uno de ellos. Fueron la defensa y el contraataque de los humanos. La disciplina, experiencia y determinación chocaron contra las insaciables Pesadillas.

Aunque, por supuesto, había otras representaciones del bando terrícola y eran aquellos individuos desconocidos y misteriosos, posiblemente Liberados veteranos. Dichos individuos enseñaron su valía en el campo de batalla. Entre ellos, había varios conocidos.

—¡Peleen en grupos de 5 y ataquen siendo mayoría! —ordenó Gabriel— ¡Rosalía y Matthew, ayuden en parejas a los equipos con dificultades y eliminen a los monstruos más fuertes! ¡Lina, vienes conmigo!

—Gabriel, hay algo que…

La voz de Lina se interrumpió cuando, de un momento a otro, percibió movimientos veloces dirigidos a ella.

Reaccionó dando un impresionante giro de 180°, sujetando con firmeza la daga en el brazo derecho extendido.

Lo que parecía al principio una maniobra que nada más desgarraba el aire, concluyó en la muerte de un monstruo que intentó atacarla por la espalda.

El arma se deslizó en el cuello de la Pesadilla, dejándole colgada la mitad de la cabeza, porque una parte todavía luchaba por no desconectarse del cuerpo.

Lina empujó el cadáver al suelo para que no le obstaculizara la visión. En menos de un parpadeo midió la altura: 2.5 m. “¿Tan grande? Pensé que era mínimo de 2.4”, se sorprendió.

—Movilicémonos. Vamos a perder personal si demoramos en intervenir —apresuró Gabriel.

El intento por mantener el mayor número de Liberados en su equipo aún era vigente, así que el tiempo valía oro. Por otro lado, enfrentar estos engendros y ser el héroe que contribuya a la victoria era una idea que jamás pasó por su cabeza. Ni la tentadora cuantificación de Origen lo haría flaquear.

Un modo de pensar similar venía del grupo de Gunnar. Según sus recomendaciones, les dijo a sus socios que la mayor tontería era atacar. Su trabajo primordial radicaba en defenderse y aguantar.

—¡Oigan, hay que aproximarse a Gunnar y los demás! ¡Ese extraño animal está dando instrucciones con precisión! ¡Pidámosle guía! —sugirió Richard.

Tuvo la audacia de darse cuenta del nivel de batalla que sus socios tenían y los ojos casi se salen. Carecía un oponente digno que hiciera sudar el trío compuesto por Gunnar, Silvia y Caesar.

El resto mantenía excelente coordinación, en especial los hermanos con extrema cooperación mutua, que se reflejaba una gran ventaja en este tipo de situaciones donde una pequeña ayuda salvaría vidas.

—¡Carmen, haz pareja con Richard, yo estaré con Adela! —organizó el pelirrojo que junto a sus 3 compañeros se presentaron en la zona de Caesar. Tras varios duelos, infortunadamente, se habían desprendido de los demás—. ¡Hagan lo posible de no alejarse del chimpancé para recibir instrucciones!

—Adela, por favor, sede el turno a Adelaida y que sirva de traductora —habló Richard.

A la joven le fue fácil entender. Al no tener un monstruo cerca, cerró los ojos y los abrió, dibujando una cara fría y calculadora. Ya no existía la sonrisa atrevida de su primera presentación, obviamente porque las circunstancias exigían seriedad.

Adelaida enfocó su visión hacia Caesar y este ya la estaba mirando. Ella se sintió incómoda y desnuda al quedar atrapada en los ojos del animal, pero el mensaje enviado la hizo olvidarse de eso rápidamente. Sin perder un milisegundo, informó a su grupo.

—¡Nicolás, arriba de ti viene uno!

La advertencia sincronizó con caída destructiva de una Pesadilla. El chico eludió exitosamente la embestida embravecida, moviéndose de su posición de un salto.

—Lo mataré —Adelaida dijo con confianza. Fue curioso ver que, mientras caminaba, guardó en la funda el cuchillo largo situado en el lado derecho de su cadera y sacó una espada completamente roja con la mano izquierda; Adela era diestra y ella zurda.

—No. Vino a mí y yo lo atenderé —Nicolás rechazó el ofrecimiento—. Este se ve algo interesante.

La Pesadilla media 2.4 m. El tamaño que daban de baja a muchos Liberados por los poderosos eran.

—Está bien, chico, pero cuídate o Adela se pondrá triste.

—¿Y tú no?

—¿Yo? ¿Y quién consolará a mi querida niña? ¿Adalgiza? No lo creo.

El precoz juego de palabras culminó con una retirada de la pelirroja y el avance de Nicolás. Ella serviría de traductora y protegería los alrededores mientras el joven se ocupaba.




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