La última defensa de la creación: Vol. 1

62 Esto aún no termina

Mientras los tres agentes presenciaron la aparición de la Pesadilla, Gunnar y muchos otros Liberados pisaron en las cercanías de la línea divisoria. Lo que sus ojos vieron les quitó las ganas de respirar.

—Esto es una locura... —expresó Richard. Su voz denotaba preocupación.

Ese descubrimiento posicionó a los altos grados de calor en lo último de lo que debían angustiarse. Las palabras de aquel Liberado parecían ser ciertas: eran los únicos en el planeta Tierra.

—¿Cómo es que ni siquiera nos dimos cuenta? —Benjamín dio voz a sus pensamientos de pie junto a Sophia. Estaban sin poder mover un centímetro de su cuerpo; la conmoción se había apoderado de ellos.

La ciudad, afuera de lo que era la zona libre de Pesadillas, se había reducido en llamas; sin embargo, no de forma metafórica, realmente se quemaba viva y se comía las construcciones destruidas, vegetación, todo. Ningún signo de vida se percibía, incluso las Pesadillas parecían haber sido calcinadas. Ahora mismo, el mundo era inhabitable para cualquier tipo de ser vivo.

El fuego bailaba por todas partes, la lava se asemejaba a una clase de mar que salía por las grietas enormes de la tierra, donde las más grandes que se podían encontrar eran de 30 metros de ancho. No obstante, el largo y fondo eran imposible de medir solo con la vista.

Ni rastro de lo que una vez fue, ya el paisaje era el mismo inframundo que siempre se había descrito en los libros apocalípticos.

"Es extraño, y es verdad, esta área no sintió los efectos que habría hecho tal devastación. Además, donde estamos está intacta", pensó Gunnar. Fue el primero que desplazó en segundo plato la impactante y repentina condición del mundo y trabajó en las causas. "Posiblemente sea un lugar con cierto propósito o es especial por alguna razón desconocida. ¡Demonios! Es frustrante no tener ningún conocimiento sobre el caso. Por otro lado, quizá haya más gente con vida en algunas partes del mundo si en las otras zonas iguales a estas también se vieron indiferente a lo que hay afuera"

—Hermano... —Sophia habló con un tono de voz nervioso—. ¿Cuándo partiremos a la otra dimensión? Ya no hay cabida para nosotros aquí. ¿Cuáles fueron los verdaderos motivos por los que el Divino Espejo nos ofreció la opción de permanecer más tiempo?

La serie de preguntas que habló ella obviamente que Benjamín desconocía la respuesta, aun así entendió sus inquietudes, pues, también deseaba poder conocerlas.

—Sea lo que sea, falta poco. Es cuestión de aguantar hasta que ese momento pase, Sophia —afirmó. Después añadió otra cosa obvia, pero necesaria de recordar y tenerlo siempre presente—. Continuemos mejorando y sobreviviendo.

Así, la gente fue movilizándose hacia el centro. Algunos sentían que la piel se les estaba quedando al quedarse cerca de la línea divisoria y soportar el tormentoso calor provocado por el sol rojo. Era una combinación horrenda.

Gunnar tampoco se quedó, había visto lo que tenía que ver. Dio la vuelta y partió. Asimismo, los otros miembros del grupo lo siguieron. Cuando iban por la mitad del camino se oyó un ruido de un fuerte golpe; el que Malcom había producido al chocar contra la Pesadilla.

—¡¿Qué fue eso?! —gritó Richard. Ya era imposible para él tranquilizarse.

El sonido recorrió los oídos de los Liberados y ellos reaccionaron realizando posiciones defensivas con sus armas. A pesar de intentar rastrear el origen de la pelea, no encontraron la dirección exacta.

Hubo múltiples individuos que se habían refugiado en varias edificaciones destruidas, relativamente aceptables, que les permitía abrigarse con sus sobras, y por el susto del impacto incógnito tuvieron que salir asustados y/o alertados. Eran iguales a un panal de avispas molestados por una piedra. 

De repente..., sonó un segundo impacto y las personas continuaron desorientadas.

—Tal vez es una batalla entre Liberados —Alguien le comentó a su compañera, pero los sentidos agudos de los demás escucharon a la perfección.

—Tienes razón —le respondió.

Los posteriores segundos brotaron más sonidos. Si de algo estaban seguros era que esa batalla efectivamente provenía de Liberados de alto nivel.

Después de prestar un momento de atención, ninguno se tomó el asunto en serio. De igual forma, las disputas entre dos o más personas era lo habitual hace unos días. Lo que no sabían era que estaban muy alejados de la realidad y eso comprobaron con sus propios ojos.

—¡¡Están brotando espejos rojos!!

El grito casi lloroso del pánico reavivó el estado de cautela de la gente y en esta ocasión multiplicó la intensidad. ¿Y cómo no? La oración emitida por aquel sujeto lo exigía.

Antes de que se informara la advertencia, tanto Gunnar, Sophia y Benjamín especularon una posible venida de los monstruos. La razón fue porque, a lo lejos, vieron al Caesar expulsando el hermoso brillo, el cual ya conocían las malas noticias que seguían después de eso, en su mayoría. Y sí, adivinaron. Silvia les confirmó desde allá en el lenguaje de señas al no poder ser escuchada por la distancia. La actitud estaba sumamente seria.

—[Luz roja... Corran] —Así indicó ella, y luego... inició la aniquilación.

Los espejos rojos levitaron imponentes a varios metros de altura, y sin darse a esperar, las Pesadillas cayeron de aquellas alturas saludando su nuevo hogar. Aterrizaron sin modales, creando miedo y terror en distintos sectores, cerrando muchos espacios por los cuales los Liberados pensaban cruzar.

Enseguida tocaron el suelo, sus alturas fueron medidas y los datos pusieron a las personas a sudar frío, casi queriendo tirar de sus cabellos. El desespero los atormentó de golpes, pues esas Pesadillas medían 2.3 m sin excepción alguna.

—¡Qué mierda! —Gabriel no contuvo su impulso y vomitó sus pensamientos—. ¡¡Huyan!!

Al expulsar ese grito, surgió una cadena de la misma.




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