La última defensa de la creación: Vol. 1

67 Toma de decisiones


“Terrorífico”. Esa fue la palabra con la que Sophia calificó los primeros movimientos realizados en la batalla contra el espantoso ser. La magnitud de las ofensivas superaron con creces todas las anteriores. Eso le dio una nueva perspectiva sobre el poder de combate que los otros Liberados poseían.

Las cartas ocultas salían una tras otras y esta última la hizo jadear.

—¡Ay! ¡Mi cabeza! —exclamó por un dolor punzante, sacándola de sus pensamientos. Sophia yacía tirada en una multitud de escombros, de hecho, le había caído un pedazo de pared encima. Además, en su cabeza corría sangre, una evidencia obvia de alguna herida.

—Levántate rápido —le advirtió Benjamín. El joven vigilaba los alrededores de posibles ataques repentinos. Acabó de ver un ejemplo claro de ello y no deseaba ser uno más.

La chica, al confirmar la indiferencia de su hermano por querer ayudarla a levantarse, decidió hacerlo ella misma. Con la fuerza necesaria en los brazos envió lejos el pedazo de pared como si fuera un simple cartón. Se tocó la parte trasera de la cabeza y el dolor punzante arremetió contra ella con más vigor. 

—¡Ayyy! —chilló, dibujando una cara adolorida y enojada.

—Huye de aquí. Yo voy a quedarme peleando —Benjamín le ordenó con total seriedad—. Y no me vengas con tus estupideces. De verdad, lárgate de aquí.

Sophia detuvo su manoseo en la herida e hizo contacto visual con él. Le era sencillo interpretar las intenciones: quería sacrificarse.

—No te entiendo —dijo—. Tratas de desarrollar en mí el coraje suficiente para enfrentar los peligros y cuando aparece, me sobreproteges. ¡Olvídate! ¡Jamás voy a volver a ser un estorbo!

—¡Idiota! ¡No estás…!

La discusión tuvo que cancelarse prematuramente, puesto que él descubrió movimiento en el área, varios para ser precisos.

Aquellas personas no se anduvieron con rodeos y aparecieron enseguida. No eran otros que Gunnar, Silvia, los agentes, el par de pelirrojos, Gabriel y sus 3 restantes miembros de su equipo. Vinieron por lugares diferentes, pero sincronizados.

Sus vestiduras estaban peor que antes. Las explosiones previas los afectaron y no solo físicamente, pues, los eventos sucedieron tan rápido que algunos desconocían el sentimiento correcto que deberían estar sintiendo.

—No gastes saliva, hermano. Es mi decisión —respondió la chica, caminando hacia delante para encontrarse con los otros.

Benjamín apretó los dientes denotando su frustración, sin embargo, renunció al asunto. Ahora tenía que ir por el plan B: cuidarla.

Ya reunidos, las personas cruzaron miradas con diferentes expresiones que venían de tristeza, ansiedad, cautela, seriedad y otros que se mostraban indescifrables, como el caso de Gunnar y Silvia.

—Creo que…

—Vamos. Hay que confirmar las secuelas de la explosión —Gunnar interrumpió la oración de Gabriel y ordenó a todos ir directo hacia el monstruo—. Hablaremos después de analizar lo sucedido.

Diciendo eso, se marchó junto a Silvia y no esperó ninguna respuesta.

—Distintos entre los distintos… Son mis favoritos —confesó Adelaida en voz baja y revelando una leve sonrisa repleta de intenciones desconocidas. El resto oyó en silencio.

La pelirroja escasamente conocía a Gunnar y a la rubia, no obstante, desde el inicio nunca pararon de incomodarla, si los valoraba como posibles enemigos, e impresionarla, si los estimaba como aliados. Tales individuos en circunstancias normales los evitaría, pero ahora era lo contrario y los necesitaba. Entonces, Nicolás y Adelaida fueron los primeros en seguir a aquellos dos, seguidos de Sophia y Benjamín.

—Oye, chica, ¿dónde sacaste esas explosiones? ¿Quién eres tú? —Robert le pidió explicaciones a Rosalía ahora que solo estaban ellos. "Un individuo normal definitivamente estaría lejos de soñar con tener bajo su arsenal un artefacto así", pensó. —Déjame ver tu cara.

—Atrevido —respondió Lina, fulminándolo con los ojos. Posteriormente, lo ignoró y pasó su atención en Gabriel—. ¿Los seguimos o... que ellos se encarguen? 

El hombre en cuestión no pasó por alto el ligero temblor en la voz, por más débil que se haya manifestado. Ella tenía miedo.

—Cobardes —Marcus, quien desde el inicio había permanecido en silencio, los juzgó así—. Odio a las personas como ustedes. Vamos, Robert. Hay una venganza y misión esperándonos.

Ese recordatorio trajo en su compañero las imágenes del cuerpo sin vida de Malcom en la enorme mano de la monstruosa criatura, entonces, las emociones turbulentas que estaba intentando controlar emergieron y se notaron exteriormente. Marcus tenía razón y él se proyectó firmemente esos objetivos. “Jamás seré digno de mencionar el nombre de mi capitán si fallo”.

Extraño para el grupo de Gabriel, pero comprendido por su colega, Robert sacó de su bolsillo un guante de color negro y se lo puso. Miró a Marcus e inclinó la cabeza en signo de aprobación, y en un parpadeo, desaparecieron, dejando atrás el polvo que se elevó en el punto donde habían estado.

Gabriel, Lina y Matthew cayeron en sus propios pensamientos mientras el silencio reinaba. La idea de abandonar la escena y esperar un desenlace era tentadora, pero también riesgosa. Eso ocasionaba una elección delicada para el líder.

“Si el vencedor termina siendo la Pesadilla, en definitiva, perderíamos la única posibilidad de luchar todos conjuntamente para matarlo. Metiendo en la ecuación que acabó de recibir un ataque serio…”, pensó, y tomó su decisión. —Apartemosno de esta zona.

—Piénsalo bien, Gabriel —expresó Rosalía, alejándose de ellos al mismo tiempo y desenfundando sus espadas. De espaldas, prosiguió—. Esta vez tu cautela te matará. La mejor oportunidad ya la dieron mis dos seguidores. Cada aporte es importante y ustedes lo son mucho más.

Al exponer su sugerencia, la mujer desapareció de ahí. Para los tres restantes, esa acción representó el divorcio de ella con el grupo. Aunque no lo dijo directamente, así lo tomaron, y en realidad acertaron.




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