La última defensa de la creación: Vol. 1

69 Instinto

—Qué problemático —comentó Marcus, detonando frustración en su tono de voz. Se situaba en una calle limpia de Pesadillas. Se había alejado con la finalidad de reformular sus planes de combate—. ¿Qué pasa con el arma?

A su lado, Robert contestó: —Es complicado. Necesito extraer una pequeña porción de sangre del monstruo para poder activarla. Obtenerla será un desafío absoluto.

—Y esa Pesadilla es más peligrosa de lo que imaginé. Es muy aguda peleando y sabe cómo moverse —añadió Marcus—. ¡Mierda! Incluso no pudimos siquiera hacerle un daño con todos juntos… Ahora entiendo por qué nuestro capitán fue asesinado.

El tinte de dolor se vislumbró en su última oración. El agente se sentía impotente y decaído al comprender que haber dejado solo a Malcom junto a esa criatura fue condenarlo a morir.

—Qué interesante información. ¿En serio poseen un arma capaz de amenazar a esa Pesadilla? A ver, muéstramela.

—¿Obtener sangre? Ciertamente es una muy difícil condición, teniendo en cuenta quién es el objetivo.

A los dos miembros de la Unión Mundial se les prendió las antenas de alerta luego de escuchar dos voces femeninas muy seductoras y que producían un sentimiento de incomodidad y peligrosidad en la mente de cada individuo cuidadoso e inteligente.

“Impresionante el sigilo de estas dos mujeres. Lograron eludir mis sentidos a la perfección”, admiró Robert. —Tenía pensado comentarles sobre el tema, pero me alegra ahorrarme la caminata.

Silvia, quien fue la primera en hablar antes, dibujo un gesto de sorpresa sarcástica y respondió después de ver la mano derecha vestida con el guante negro. —¿Hay algo más por saber?

—No.

En un abrir y cerrar de ojos, Adelaida y la rubia partieron del sitio antes de que la voz de Robert se apagara. Ya cumplieron con sus propósitos.

Al igual que ellas dos, no muy lejos, Rosalía, Benjamín y el hombre rubio también conocieron la información. Al principio ninguno pudo escuchar con claridad a los agentes y fue cuando Silvia y Adelaida hablaron que armaron el rompecabezas. Obviamente esas chicas desearon compartir todo.

“Así que esta fue la razón por la que me sugirió seguir a los agentes”, concluyó Benjamín. Segundos atrás, Silvia se lo aconsejó y él no dudó en moverse. Además, Gunnar estando con Sophia y alejados de la Pesadilla, lo hacía sentir más seguro. “Bien, volveré”.

Mientras ellos iban regresando al próximo enfrentamiento, en cierto punto igual de desolado y destruido, estaban dos personas quietas y calladas.

—Sophia… —Gunnar de forma imprevista tomó la iniciativa de dialogar.

—¿Sí? —atendió el llamado.

—¿Por qué quieres pelear contra el monstruo?

La adolescente se notó confundida por la pregunta seria, pero respondió resuelta. —Un reto personal. He decidido dejar de ser la chica miedosa, así que necesito enfrentarlo.

El miembro de la prestigiosa familia Coleman recibió la declaración bajo una mirada visiblemente analítica. Sophia se sintió sumergida en lo profundo del océano, desnuda y en absoluta oscuridad. Un estado el cual solo él podía transportarla ahí.

Después de una casi interminable conexión visual que en realidad resultó ser dos segundos, Gunnar abrió la boca. —¿Estás preparada para cualquier consecuencia?

—Lo estoy —respondió del mismo modo que lo haría un soldado: firme y claro.

El receptor perdió el deseo de continuar la conversación y prosiguió a dar la vuelta, entonces visualizó a Silvia y Benjamín esperándolo a lo lejos.

La bella mujer de ojos verdes y porte elegante hizo un leve gesto, que sirvió a Gunnar para confirmar sus sospechas sobre un posible recurso eficaz en poder de los agentes contra la Pesadilla. De este modo, él y Sophia se acercaron a los recién llegados. Recibieron la información y atravesaron las calles hasta sentir la presencia del enemigo.

—No se rodó ni un centímetro —comentó el Benjamín, asomándose junto a los otros tres en la esquina de una calle.

—Es el más raro —agregó Sophia.

Las expresiones de Gunnar y Silvia se vieron afectadas por la conducta del enemigo. Ya era demasiado extraño el poco desinterés en ir a asesinar Liberados a diestra y siniestras, al igual que las otras criaturas de su misma especie, por lo que ese descubrimiento fue la gota que colmó el vaso. Las intuiciones de ellos activaron los protocolos de peligro y les transmitió su mal presentimiento en todo los misterios del feo engendro.

—Desechamos la alternativa de alejarnos —dijo Gunnar, expresando más seriedad de lo normal—. ¿Cómo conseguiremos la maldita sangre?

—No lo sé —confesó Silvia, frustrada.

Este corto diálogo intensificó la lucha interna de Sophia al entender que las salidas de la victoria se estaban cerrando. Benjamín, por su parte, apretó sus manos impotentes. Quería aportar algo pero ni siquiera conocía el camino.

La metodología implementada en el primer asalto podría considerarse aceptable. El grupo presionó al enemigo a pesar de la fuerza superior, pero, hacía falta más poder, hacía falta un cambio.

“No se puede atacar así otra vez. ¿Qué se puede hacer? Demonios”, eran los pensamientos de Gunnar. No se rindió e intentó buscar alternativas, planes y más estrategias. ¿El resultado? En vano. Solo veía muertes. “Piensa, Gunnar, piensa”.

—Sean sinceros, es prácticamente imposible, ¿verdad?

Sophia volvió a hablar y presionó más la tensión. A los oyentes les dolía admitirlo, no obstante, la realidad era así.

Gunnar entonces también apretó sus puños. Por primera vez, un sentimiento que desde hacía años había muerto, revivió en él.

“¿Rendirme? ¿Yo? ¡Jamás!”, se dijo apenas reconoció la sensación, esa que juró nunca más permitir habitar desde hace más 5 años, cuando su dolor y sufrimiento inició. Lo peor del caso era que no encontraba una forma de controlarlo, puesto que no hallaba opciones claras de combatir a semejante enemigo. Intentó e intentó, sin embargo, nada.




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