La última defensa de la creación: Vol. 1

70 Logro y muerte

“Impresionante”. Rosalía calificó anonadada mientras observaba desde arriba de una camioneta que estaba volteada. “Jamás podría yo sobrevivir a un impacto de ese calibre, y, sin embargo, él ya ha soportado 3”.

—¡Demonios! Jamás había visto a un tipo tan singular. Ha de haber trabajo duro durante un tiempo para alcanzar ese nivel, ¿verdad?

El hombre rubio llamado Jonan apareció de la nada y le habló a la ella. Esta última evaporó sus pensamientos al recibir la visita de la desconocida persona que le había hablado con extrema familiaridad, como si se conocieran de antes.

—¿Quién eres tú? —respondió en un tono contrastado. No atacó porque ya lo había visto aportando a la batalla.

—Soy amigo de aquella rubia que está allá en… —Se detuvo un momento porque donde señaló no estaba nadie—. Juraría haberla visto ahí hace unos segundos. En todo caso, el…

Incómoda con la llegada del sujeto, empacó sus maletas y se fue, callando forzadamente en la mitad de la oración a Jonan. Su actitud fuera de contexto creó un rechazo automático en Rosalía.

—¿Por qué a nadie le gusta presentarse? No importa, veamos cómo siguen las cosas. Sería bueno que ese tipo no muriera.

Dejándole esas palabras al viento, tomó el espacio el cual había sido ocupado por Rosalía no hace mucho y se mantuvo ahí hasta que alguna oportunidad de intervenir surgiera.

Por otro lado, apartado de Jonan, justamente en la escena principal donde se vivía el combate que parecía culminar pronto, con el momento igual a donde se había debajo, las cosas retornaron a la actividad violenta.

La Pesadilla fue a por el asesinato de Gunnar.

En la corrida que emprendió se podían ver las garras marcando líneas brillantes en el camino y el ímpetu frenético en cada zancada ejercida. La sutileza en las carreras previas se transformaron en brutalidad y tosquedad.

Desde la perspectiva de Gunnar la Pesadilla estaba corriendo a una velocidad rápida, pero visible, a diferencia de la de una persona ordinaria, ya que lo único que podría captar sería una teletransportación.

“No está funcionando”. Él sacó esa conclusión en medio de la batalla y la imparable venida del oponente. “Guíate de tus instintos cuando te llamen, sin importar la situación y las muchas planificaciones que hayas hecho”. Citó en su mente las palabras de aquella leona que conoció en su sueño. Aunque no se mencionó, Gunnar meditó en breves ocasiones sobre lo acontecido ahí. El sentimiento real, similar a lo vivido en el hotel de París, lo influyó a creer que no eran sueños comunes.

Los dos latidos de su corazón y ese instinto que le gritaba que luchara, sirvieron como puente para que tomara la decisión tan peligrosa de pelear de frente con la Pesadilla.

Ahora un instinto diferente y más relacionado con su modo de ser le tocó el hombro y lo sonsacó para que evitara exponerse a tanto peligro por creencias supersticiosas, recordándole el fiel opositor que era respecto a ese asunto, o más bien, riéndose de él por lo bajo que había caído.

“No hay marcha atrás”. Tragó un enorme sorbo de confianza y recuperó la fe y seguridad. No podía olvidarse de lo que sintió en aquel entonces. “Ya estoy metido en este pozo hasta el fondo. Cumplamos con unos de los objetivos”, sentenció. Su alma le seguía diciendo que lo intentara y se aventuró a continuar.

Todo ese tiempo metido en su cabeza no había pasado ni el segundo, por ello, la criatura todavía seguía el recorrido, pero ya estaba a un pelo de alcanzarlo.

Las cuchillas de la Pesadilla, muertas por cortar, olieron el delicioso sabor de carne y arremetieron salvajes. Era claramente la agresividad más severa de ese engendro.

Gunnar, con la mano libre, sacó la pistola y apuntó. Un único disparo sonó y fue el culpable de influenciar movimientos repentinos y simultáneos; Los Liberados vigilantes entraron en la pelea.

La bala iba a un destino donde la Pesadilla no se molestó en detenerla. Si había algo que aprovechar de estos monstruos era la carencia del sentido del miedo que en ocasiones los hacía confiarse demasiado. Esa emoción aborrecida por la humanidad, la misma que cumple el papel más fundamental en este nuevo mundo infernal y desde la antigüedad: la supervivencia.

La eliminación del miedo en ellos, naturalmente, los convertía en seres temerarios, y a pesar de la conducta distinta de esa Pesadilla única, no fue ninguna excepción.

Cuando la espada clavada previamente por él en la criatura fue golpeada en el mango por el disparo, dicha arma se salió y voló un par de metros. Allí fue atrapada en el aire por Robert, que desapareció junto con ella apenas la tocó. 

Mientras el agente hacía lo suyo, la Pesadilla lo ignoró y no se detuvo en cumplir su misión de matar a la cucaracha frente a ella. El impulso perdido no significó nada porque ya Gunnar estaba muy cerca como para intentar escaparse..

Solo que, en el área, resonó un sonido devastador, pero no fue hecho por el monstruo, sino por Silvia, que de la nada había descendido del cielo y con el martillo de Gregor partió la tierra y le creó un enorme cráter. Había ido a buscar el arma pesada para realizar la actual acción.

—¡Mueve el culo! —le gritó a Gunnar, sin ánimos de decir alguna de sus cotidianas bromas, y abandonó el martillo.

—¡Agáchate! —rugió el hombre.

Las garras de la Pesadilla fallaron por pocos centímetros en la cabeza de Silvia, pues, logró agacharse casi tarde.

—¡Cómete esto! —Jonan entró a participar, arrojando con potencia una daga en la parte más expuesta del enemigo: la espalda. La suerte no estuvo de su lado porque el temible ser lo esquivó. Solamente se alcanzó escuchar el rápido sonido agudo del arma blanca rozando la capa cristalina—. ¡Maldita sea!

Cuando las opciones se reducían considerablemente, la pareja de pelirrojos decidieron aportar su parte y esta vez en un ataque combinado.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.