La Ultima Del Tiempo

Capítulo 3 – Mneme, la Musa del Recuerdo

El camino apareció bajo sus pies como si siempre hubiera estado allí, esperando que alguien lo recordara.

Era una senda hecha de azulejos que cambiaban de forma con cada paso de Aióna. A veces eran relojes partidos, otras veces pétalos de flores que nunca existieron. Caminaba sin moverse, avanzaba sin medir la distancia. En este rincón del vientre de Cronos, el tiempo obedecía a las emociones, no a los minutos.

Y frente a ella, como un faro hecho de bruma y canto, estaba Mneme.

La musa no parecía una diosa ni una mujer. Era una idea envuelta en rostro. Su cabello caía como tinta líquida y sus manos estaban tatuadas con palabras antiguas en lenguas olvidadas. Cada vez que hablaba, su voz era una mezcla de todas las madres, todas las hijas y todas las oraciones que alguna vez se dijeron para no ser olvidadas.

—Te has preguntado por qué yo estoy aquí contigo —dijo Mneme sin girarse.

—Sí —respondió Aióna—. Las musas viven en el monte Helicón. No en el estómago de un titán derrotado.

Mneme sonrió. Un viento sin fuente barrió el espacio.

—Las memorias no obedecen a los mapas. Hay recuerdos que ni el Olimpo quiere conservar. Yo los recojo. Soy la recolectora de los olvidos. Y tú, Aióna, eres el olvido más grande de todos.

Aióna sintió una punzada detrás de los ojos. Otro fragmento, otra escena.

Una cuna entre sombras. Rea llorando en silencio. Un niño oculto. Una niña ignorada.
El llanto de Aióna no fue oído por nadie… salvo por Mneme.

—¿Tú me viste nacer?

—Yo te escuché nacer. Y en ese grito supe que el tiempo no había terminado de contarse.

Aióna cerró los ojos. El recuerdo era amargo. Ella no había sido odiada… solo ignorada. Cronos no la vio. Rea no la protegió. Los demás dioses nunca supieron que existió. Era la hija de la sombra del tiempo. El eco antes del reloj.

—¿Por qué no me ayudaste antes?

La voz de Aióna se quebró al final.

Mneme se acercó. Puso una mano en su pecho. Aióna sintió una presión cálida, como si un libro invisible se abriera dentro de ella.

—Porque no estabas lista para recordar quién eras. Ahora el tiempo te necesita, Aióna. El mundo se está pudriendo con cada siglo. Los dioses se pudren con él. Tú eres la única que aún no ha sido corrompida.

Aióna dio un paso atrás.

—No soy salvadora. Ni redentora. Ni diosa.

—No. Eres algo más peligroso.

Un silencio profundo envolvió la escena.

Mneme estiró el brazo y en su palma apareció una llave. No de metal, sino hecha de recuerdos entretejidos. Imágenes, voces, palabras, susurros. Todo giraba dentro de la forma.

—Esta llave no abre una puerta. Abre una línea del tiempo que nunca fue. Si decides cruzarla, comenzarás a recuperar tu historia. Pero ten cuidado. Cada recuerdo que retomes cambiará el destino de los demás. Incluidos los dioses.

Aióna miró la llave.

Sintió cómo temblaba el suelo bajo sus pies.

El tiempo estaba despertando.

Y ella, la hija olvidada, por fin tenía una decisión que el universo no podía ignorar.

—Dámela —susurró, extendiendo la mano.

Mneme soltó la llave.

El primer tiempo roto estaba por abrirse.



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En el texto hay: dioses griegos, despertar

Editado: 05.06.2025

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