La Ultima Del Tiempo

Capítulo 10 – El Nombre Que Faltaba

La noche no había caído.
Había sido arrancada.

Donde antes había cielo, ahora solo quedaba un lienzo sin estrellas.
Un susurro de inexistencia.
Un vacío tan absoluto que ni los recuerdos querían entrar.

Allí se encontraba la Biblioteca de lo Negado.

Un lugar sin puertas ni techos.
Un no-lugar donde cada libro contenía una historia nunca contada, escrita en tinta invisible, custodiada por sombras sin rostro.

Aióna entró sin permiso.
Porque no se puede negar el paso a quien ha sido negada.

Y el eco de sus pasos trajo temblores a las estanterías eternas.

A su lado caminaba Ankhet, la diosa del eco materno.

—Este lugar… duele —susurró—. Como si cada piedra gritara por ser leída.

Aióna asintió.
Lo sentía también.

Cada página contenía un fragmento arrancado:

  • Un héroe que amó a otro hombre y fue tachado de las canciones.

  • Una diosa que sanaba con palabras, pero fue condenada por no blandir espada.

  • Una hija que nació del caos, pero fue silenciada para mantener el orden.

Aióna avanzó, guiada por algo más antiguo que la lógica: la sensación de que algo suyo estaba ahí.

Y entonces lo encontró.

Era un libro sin lomo, cubierto de ceniza.
Más que un libro, parecía un ataúd hecho de palabras no dichas.

Cuando lo abrió, el aire cambió.
No se sintió más vieja. Ni más joven.
Se sintió… reconocida.

Las páginas estaban escritas en una lengua que no se leía con los ojos, sino con la memoria.

“Nacida sin himno.
Engendrada en el hueco entre el miedo y la posibilidad.
Llamada Aióna solo por conveniencia,
Porque tu nombre verdadero fue robado.”

Aióna tembló.

Ella no se llamaba Aióna.

Ese era el nombre que se dio a sí misma cuando escapó del cuerpo de Cronos.
El nombre que significaba “eternidad”, pero también “tiempo fuera del tiempo”.

El libro lo decía claro:

“Tu verdadero nombre fue sellado por tres voces:
Uno que te temió.
Uno que te amó.
Y uno que te traicionó.”

Y entonces, el viento habló.

No como metáfora.
Literalmente.

El viento que soplaba dentro de ese no-lugar pronunció un nombre que ningún dios, ni titán, ni mortal había escuchado jamás.
Un nombre que vibraba en todas las direcciones a la vez.

El verdadero nombre de Aióna.

Ēnalith.

Con ese nombre, el mundo se sacudió.

Los olvidados sintieron una chispa encenderse.
Los dioses en el Olimpo despertaron en medio de sueños que no recordaban tener.
Y la Negación, la entidad que se alimentaba del silencio, gritó como si hubiera sido herida.

Porque ahora ella ya no era la última del tiempo.
Era la primera del nuevo ciclo.

Y quien recuerda su nombre verdadero…
recuerda su poder.

Ēnalith cerró el libro.
Ahora sabía qué buscaba.

No solo restaurar lo perdido.
Sino reclamar su historia completa.

Porque su existencia nunca fue un error.

Fue una amenaza.

Y por eso la silenciaron.

Pero el tiempo había vuelto a girar.



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En el texto hay: dioses griegos, despertar

Editado: 05.06.2025

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