La Ultima Del Tiempo

Capítulo 11 – La Negación Despierta

El mundo no cambió de golpe.
Se deshiló.

Primero fueron las grietas en los templos de los dioses mayores.
Luego, los susurros de los oráculos enloquecidos.
Después, las aguas que retrocedieron, como si huyeran de algo que venía desde debajo del tiempo.

Y en el centro del silencio, donde el eco ya no se atrevía a existir, Ēnalith se preparaba para la confrontación.

No con armas.

No con escudos.

Sino con memoria.

Había regresado al lugar donde fue sellada dentro de Cronos:
el Vientre del Tiempo.
Un espacio no físico, una herida suspendida entre segundos,
donde los restos de eternidades pasadas aún respiraban.

Ankhet y Threnos se ofrecieron a acompañarla.

Ella dijo que no.

—Esta batalla no se lucha en grupo —dijo Ēnalith—.
—Se lucha con todo lo que una ha sido.

Entró sola.

Y la oscuridad… la reconoció.

La Negación no tenía forma.
Era lo que queda cuando se niega toda forma.

Pero esta vez, al verla entrar, intentó tomar rostro.

Adoptó la cara de Rea, luego la de Hades, luego la suya propia.
Pero ninguna máscara duraba más de un segundo.

Ēnalith la observó sin miedo.

—Ya no puedes ocultarte detrás de los mitos —dijo.

La Negación siseó:

—Tu historia es un error.
Un parpadeo en la eternidad.
Un suspiro que no debía haber sido oído.

Ēnalith dio un paso más cerca.

—Y sin embargo, aquí estoy.
No para callarte.
Sino para nombrarte.

Ese fue el primer golpe.

Porque en el lenguaje de los dioses, nombrar es crear.
Y lo que tiene nombre… ya no puede ser negado.

Ēnalith alzó la mano.
En su palma, comenzaron a brillar los símbolos de los olvidados:

  • El nudo de Ankhet.

  • La lágrima sin caída de Threnos.

  • El ala partida de Iskura.

  • El fuego callado de Volkar.

  • El primer hilo que las Moiras tejieron sin saber para quién.

Cada símbolo, una historia no contada.
Cada historia, un fragmento de la verdad.

Y con ellos, Ēnalith nombró a la Negación.

—Te llamas Oubliá.
Eres el hambre del olvido.
La sombra que teme la luz del recuerdo.

Oubliá gritó.
El vacío se contrajo.
El tiempo tembló como si quisiera volver al caos.

Pero ya era tarde.

Porque ahora ella tenía nombre.

Y Ēnalith tenía voz.

Extendió su poder como un telar invisible.
Y tejió el primer Manto de la Memoria.
Una capa hecha de historias silenciadas, de vidas borradas, de mitos desechados.

La arrojó sobre Oubliá.

Y la entidad, por primera vez en la eternidad, lloró.

Porque al ser recordada, perdió el poder de ocultarse.

No murió.

Porque la Negación no puede morir.

Pero fue encerrada en una nueva prisión:

Un altar sin fe.
Un silencio vigilado.
Una historia contada al revés, para que nunca se olvide.

Ēnalith salió del Vientre del Tiempo sola.

Pero esta vez, no vacía.

Sabía su propósito ahora:

No era la hija olvidada de Cronos.
Ni la última del tiempo.
Era la primera de la restauración.

Y el mundo…
acababa de nacer otra vez.



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En el texto hay: dioses griegos, despertar

Editado: 05.06.2025

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