La Ultima Del Tiempo

Capítulo 14 – La Canción de los No Nacidos

El viento traía un murmullo que no venía de la tierra, ni del cielo, ni de los recuerdos.

Venía de más allá del umbral de la existencia.

Del casi, del pudo ser, del jamás fue.

Ēnalith lo escuchó una noche mientras recorría los campos que aún no conocían la historia.
Allí, entre los tallos de trigo sin espiga, sintió el lamento más dulce y más desgarrador del cosmos:

—¿Y nosotros…?
—¿Quién nos cantará…?

Había una grieta detrás del tiempo.

Un umbral sellado con un silencio tan antiguo que ni las Moiras se atrevían a hilar allí.

Era el Límite de los No Nacidos:
el lugar donde esperaban las almas que jamás encontraron un cuerpo,
que jamás respiraron el aire,
pero que soñaban con ser soñadas.

Ningún dios se acercaba a ese lugar.
Ni Hades, ni Thanatos, ni las Parcas.

Solo Ēnalith cruzó el umbral.
Porque ella sabía que todo lo que no se nombra, permanece en cautiverio.

Dentro del Límite, no había forma.
Solo luces tenues flotando en el vacío.

Eran almas con memorias que no vivieron.
Historias que nadie escribió.
Amores que no llegaron a rozarse.

Y sin embargo… cada una cantaba.

No con voz.
Sino con una vibración pura, primigenia,
hecha de deseo y ternura.

Ēnalith escuchó sus cantos, y algo en su pecho tembló.
Porque en cada nota, se escondía una pregunta:

—¿Tu mundo tiene un lugar para lo que nunca llegó?

Entonces ella cantó de vuelta.

No con palabras.

Sino con su propio hilo de existencia.

De su voz brotó la Canción del Aún,
el cántico de las posibilidades,
el himno de lo que no fue pero aún puede ser recordado.

Las luces comenzaron a girar en espiral.

No desaparecieron.
Se alinearon.

Como estrellas esperando un cielo.

Ēnalith les ofreció un lugar:

Un jardín en el centro del Panteón de los Invisibles,
donde cada flor representa un nombre no nacido,
una historia sin cuerpo pero con alma.

✦ Algunas se llamaban Inira,
✦ otras, Sael,
✦ otras, simplemente ... —el sonido de un suspiro que nunca tuvo tiempo de volverse palabra.

Desde entonces, los mortales empezaron a soñar con ellos.

  • Pintores que creaban rostros que nunca vieron.

  • Poetas que escribían versos dedicados a nadie.

  • Niños que hablaban con “amigos invisibles” cuyo calor era demasiado real.

Y Ēnalith supo que lo había logrado.

No los había devuelto a la vida…

Les había dado un lugar en la memoria.

Ahora, en el centro del Santuario del Recuerdo,
hay una fuente de agua que canta bajito.

Dicen que si te inclinas y escuchas con el corazón abierto,
podrás oír la voz de algún no nacido… esperando que lo imagines.

Y así, el mundo se volvió más amplio.
Más tierno.
Más real.

Porque incluso lo que nunca existió, puede ser amado.



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En el texto hay: dioses griegos, despertar

Editado: 05.06.2025

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