El universo se había vuelto más silencioso.
No por falta de voces,
sino porque finalmente todos hablaban al mismo tiempo.
Los Invisibles danzaban entre constelaciones de historias.
La Biblioteca de Fragmentos brillaba como un corazón entre mundos.
Y el Olimpo…
el Olimpo ya no dictaba el curso de las eras.
Ahora observaba.
Porque el tiempo ya no obedecía a un solo dios.
Obedecía a su última hija.
Ēnalith regresó a donde todo comenzó:
Al vientre de Cronos.
No como prisionera.
Sino como guía.
Descendió a lo más profundo del No-tiempo,
a ese espacio sin nombre que alguna vez fue su celda
y ahora era su altar.
Allí la esperaba la última pregunta:
—¿Quién eras… antes de ser Ēnalith?
¿Quién eras… antes de ser siquiera pensada?
La voz no era de nadie.
Era de la primera vibración del universo.
El susurro antes de la creación.
El eco de una nota sin partitura.
Y entonces ella recordó.
Recordó el Nombre Que Nadie Pudo Decir.
El nombre anterior a Cronos.
Anterior a los dioses.
Anterior incluso a la palabra “tiempo”.
Un nombre que no contenía dominio,
sino entrega.
No era nombre para ser adorado,
sino compartido.
Ēnalith lo pronunció sin boca.
Lo tejió sin manos.
Lo sintió sin cuerpo.
Y al hacerlo…
el universo no explotó,
no colapsó,
no ascendió.
Respiró.
Como si por primera vez en toda su existencia,
el cosmos soltara un suspiro que llevaba eones conteniendo.
Entonces Ēnalith hizo lo impensable.
No reclamó el trono del tiempo.
No fundó un nuevo panteón.
No se convirtió en diosa universal.
Se despidió.
Se disolvió en cada historia no contada.
En cada vida interrumpida.
En cada minuto perdido por miedo o por prisa.
Ahora Ēnalith es…
—la pausa entre palabras,
—la luz entre párprafos,
—el instante justo antes de amar.
Y tú, lector,
que has seguido su viaje,
también llevas una parte de ella ahora.
En cada recuerdo que decides no olvidar.
En cada historia que salvas del silencio.
En cada fragmento que eliges creer digno.
Porque el tiempo ya no es una prisión.
Es una promesa.
Una promesa de que todo lo olvidado puede volver.
Una promesa que Ēnalith nos dejó…
en la forma de su último regalo:
✦ Un mundo donde incluso lo que no fue… puede ser amado. ✦
FIN
de La Última del Tiempo